La paradoja de la algolagnia | 24 AGO 09

Cuando el dolor es un placer

El dolor ha sido un asunto fundamental de la reflexión filosófica de la Antigüedad y un componente de algunas conductas que ha sido abordadas por la psiquiatría y la sexología.
Autor/a: Héctor Pérez Rincón, Instituto Nacional de Psiquiatría "Ramón de la Fuente" Vol. VI/ Núm.6/ 2009
INDICE:  1. Referencias bibliográficas | 2. Referencias bibliográficas
Referencias bibliográficas

El dolor no es sólo uno de los temas centrales de la medicina y de la neurofisiología sobre el que se conocen cada día mejor los mecanismos biológicos y para cuyo alivio se obtienen cada vez compuestos más activos y selectivos. También ha sido un asunto fundamental de la reflexión filosófica de la Antigüedad y un componente de algunas conductas que han sido abordadas por la psiquiatría y la sexología. Epicúreos y estoicos, cínicos y cirenaicos reflexionaron sobre el placer y el dolor, sobre la posibilidad de alcanzar un distanciamiento emocional (ataraxia) y un dominio de la pasión, que no debe serle ajena a la moderna algología.1
 
La mirada médica, por su lado, intentó comprender casos particulares en los que la repercusión emocional del dolor no se ajustaba siempre a los parámetros del sufrimiento físico que ha establecido la patología. Así tenemos, por un lado, la asimbolia al dolor,2, 3 raro síndrome neurológico que sigue siendo, hasta el día de hoy, un enigma fisiológico, y por el otro, como su reverso, a una no menos paradójica condición en la que el dolor físico se asocia al placer, por definición su antítesis: la algolagnia. El neologismo fue introducido en la primera década del siglo XX por un médico alemán adicto a la parapsicología, el barón Albert von Schrenk-Notzing (1862-1929); proviene del griego algos: dolor y lagneia: placer y se emplea para calificar a la erotización del dolor.4 Su descripción ocurrió dentro de un proceso de reestructuración de la nosografía y de creación de la sexología, que llevaba a cabo la psiquiatría germánica desde los años ochenta del siglo XIX y que habría de coronar la Psychopathia sexualis (1886), del barón Richard von Krafft-Ebing (1840-1902).5 Fue gracias a la fama de esta obra que se relacionó muy pronto a la algolagnia con dos conductas patológicas descritas ahí: el sadismo (que sería una algolagnia activa) y el masoquismo (ergo, una algolagnia pasiva). Pero si el deslizamiento semántico era previsible, la conducta descrita por el barón Albert no corresponde strictu sensu a las dos, mucho más graves, establecidas por el barón Richard. En ambas otrora perversiones, hoy parafilias, existe un elemento psicológico muy elaborado y rígido, teatral (para ser satisfecha, la conducta requiere de toda una complicada mise-en-scène), compulsivo, irresistible, delictivo, del que carece el investimento libidinal del dolor que se elabora en la algolagnia. La confusión entre ambas categorías es evidente en las tres únicas referencias sobre el tema que se encuentran en MEDLINE y PsycINFO: una inglesa y una japonesa, ambas de 1938,6, 7 y una alemana de 1951.8 “La más democrática Wikipedia desface el entuerto”:

“La algolagnia no es un sinónimo de sadismo o masoquismo, aunque está relacionada con estos conceptos, ya que hay menos connotaciones psicológicas para la algolagnia que para las mencionadas parafilias. También se usa algolalgia, con el mismo significado […] La algolagnia no es una parafilia, como fue definida en la literatura médica convencional. Mientras que muchas personas, especialmente aquellas no familiarizadas con las parafilias (concretamente, con el masoquismo físico) y algolagnia, tienden a tomar ambas como equivalentes, y esto es un error. Las parafilias incluyen, por definición, deseos mentales en los cuales la actividad debe ser el único medio de gratificación sexual por un periodo de seis meses, mientras que en la algolagnia se siguen buscando las reacciones típicas al placer, y la búsqueda del dolor por placer puede evitarse, o bien ser una adicción. En el caso del masoquismo, existe un deseo psicológico de dolor y humillación que pueden conducir a la excitación sexual. Por otro lado, la algolagnia es una reacción psicológica al dolor que no involucra directamente deseos o aspectos psicológicos. En otras palabras, una persona con algolagnia disfruta el dolor pero podría desear no hacerlo, y un masoquista desea el dolor pero podría no ser capaz de disfrutarlo realmente”.9

Ahora bien, muchos siglos antes de que ambos médicos aristócratas teutones crearan tales entidades, Aristóteles había planteado, en el número 26 del problema IV, una pregunta sobre una condición conductual centrada en la repercusión ambigua de un dolor físico particular, que es una manifestación de algolagnia: “¿Cómo ocurre que el pathicus (impuro, lascivo), siendo un varón destinado por la naturaleza al papel activo, pueda gozar con el papel pasivo de la hembra, y que en él este placer se produzca en los órganos que la naturaleza no ha destinado para este uso?”

 

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