En la Sociedad Argentina de Obesidad ya se trataron 500 pacientes y actualmente hay 150 que luchan contra su enfermedad mediante un cambio de conducta. Dicen que el tratamiento es efectivo y tiene un resultado duradero.
Por: Mariana Iglesias
Nada más desgastante que vivir haciendo dietas. Es como esas historias de nunca acabar. Pero ahora, especialistas de la Sociedad Argentina de Obesidad y Trastornos Alimentarios (SAOTA) proponen una manera distinta para combatir la obesidad: el tratamiento cognitivo conductual, que busca modificar no sólo el peso sino también la conducta de las personas.
"El tratamiento cognitivo conductual es una técnica que se aplica a todas las afecciones crónicas que requieren un cambio conductual-comportamental para su mejoría. Se usa cada vez más porque es una herramienta que se incorpora al individuo, que no tiene contraindicaciones ni efectos colaterales y que potencia toda otra estrategia", explica a Clarín Julio Montero, presidente de SAOTA. Allí ya se trataron 500 pacientes y ahora hay 150 en tratamiento. Usan 5 estrategias: el automonitoreo (el paciente registra sus hábitos y detecta situaciones críticas), el control de los estímulos (se identifican las condiciones ambientales asociadas con la sobrealimentación y la baja actividad física), la reestructuración cognitiva (se modifican pensamientos y creencias), el manejo del estrés (para bajar la ansiedad) y el apoyo social (interacción con otros pacientes).
"Una ventaja es que enseña e inculca comportamientos saludables apelando a estrategias personalizadas. Este conocimiento se llama reestructuración cognitiva y queda incorporado a la persona. Para el diagnóstico de la situación se investigan los factores asociados a estos actos. El sujeto es entrenado para evitar el estrés, y se recurre a los familiares", explica Montero. Y agrega: "Los hábitos se instalan haciendo que se reiteren automáticamente. El objetivo es interferir esa secuencia y sustituirla por otra más conveniente". Los tratamientos son grupales o individuales.
Liliana Aróstegui, miembro del Centro de Terapia Cognitiva de Buenos Aires, lo explica así: "Los tratamientos cognitivo conductuales demostraron ser efectivos, de menor duración y con resultados duraderos. Lo central es la prevención de recaídas. Durante el tratamiento se pone el acento en este objetivo, que es lo que le permite al paciente generar recursos de autoasistencia ante una recaída. Para tratar la obesidad es fundamental trabajar con las creencias de la persona acerca de criterios relacionados con la belleza, la autoestima. Todos gestados desde la infancia y evidenciados en patrones reiterados que hacen del obeso una persona infeliz. Es imprescindible llevar a la conducta lo trabajado cognitivamente. Este abordaje hace que mediante registros de pensamientos, emociones y conductas se pueda focalizar en la problemática del paciente. Conductualmente quiere decir hacer listados de alimentos, programas de actividad física, y hasta salir a comer con los pacientes".
La cifra
60
Es el porcentaje de argentinos con sobrepeso. De ese porcentaje, la mitad son obesos, según el Ministerio de Salud.
"Hay que volver a la dieta del Paleolítico"
La dieta que proponen los profesionales de SAOTA tiene que ver -como explica su presidente, Julio Montero- con remontarse 20.000 años atrás. "Sí, proponemos volver a comer como lo hacían en el período Paleolítico. Es decir, carnes (en todas sus variedades), frutas y verduras, nada más". Este "nada más" implica dejar afuera todos los hidratos de carbono y los dulces. Para hacerlo más claro todavía: hay que olvidarse de las harinas y todos sus derivados: pastas, pizzas, panes. Y simular que los dulces no existen más. "Hay que olvidarse de esos alimentos como práctica regular, pero sí se puede consumirlos en forma excepcional, que podría ser una vez al mes", explica Montero. Para el especialista, quienes siguen esta alimentación tienen más "confort" que aquellas personas que siguen dietas hipocalóricas, ya que en este caso (la reducida en hidratos de carbono) no hay límites en las cantidades, con lo cual las personas nunca llegan a sentir hambre, que es el factor que hace que se abandone la mayoría de las dietas. "Al no tener hambre, la persona no está centrada ni pensando todo el tiempo en la comida. Además, se logra mantener mejor el peso, sin subir tanto, como suele pasar, y con menor esfuerzo", concluye Montero.
Una ley que se hace rogar
Sergio Danishewsky
Demasiado se ha escrito y discutido sobre obesidad. Mucho se sabe sobre sus perjuicios: la salud del paciente y su entorno, los daños colaterales, la discriminación. La incorporación del tratamiento cognitivo conductual asoma como una herramienta valiosa para seguir dándole pelea a una enfermedad que no distingue clases sociales, edades ni género. Pero detrás de este avance se esconde una asignatura pendiente: no se la combatirá en serio sin una ley que la defina en su verdadera dimensión, que la incorpore al Plan Médico Obligatorio y que se preocupe por la prevención. Una ley que todavía espera.