"Mujeres misterio" | 07 MAY 08

¿De qué hablan los hombres cuando hablan de mujeres?

¿Existe la mujer? ¿Qué es una mujer? Tres escritores intentan dar respuesta a estos interrogantes.
Hombres hablando de mujeres

Una mujer no es de nadie, salvo de sí misma.
Ningún hombre pierde más mujer que la que ya no tiene.
                                                           Abelardo Castillo

Corren tiempos de felicidad imperativa y de intolerancia a las pequeñas derrotas cotidianas. Incapaces de callar, compelidos por el tácito mandato de decirlo todo no resulta extraño que la sexualidad se haya convertido en discurso. En una atmósfera psicologizada hasta la intoxicación las clases medias urbanas no toleran el silencio ni las preguntas sin respuestas. Autorreferidos, hombres y mujeres no podemos evitar buscar en nuestras propias definiciones lo que sin dudas no se encuentra allí.

Los sexos se atraen, se repelen, se aparean en uniones débiles y amores enanos que siempre tienen éxito y siempre fracasan. Atrapados en un mundo imaginario y sin sustentos sólidos conectamos nuestras antenas en vínculos frágiles y evanescentes. Fugaces, confundidos, ignorantes, nos damos en los pasillos y en las plazas tristes besos clandestinos.  Nos tomamos de las manos, nos miramos a nosotros mismos en los ojos de quien tenemos delante. Fascinados con nuestra propia imagen reflejada en esos ojos muertos inventamos conexiones que nunca existieron y volvemos a comenzar. ¿Tu casa o la mía?

Pero este es un artículo de hombres que se hacen preguntas. Como tantas otras paradojas, hablamos aquí de una cosa cuando –en realidad- hablamos de otra. Hablamos de mujeres porque nos resulta imperioso conocerlas para saber qué somos. Sabemos que no obtendremos respuestas pero no podemos evitar buscarlas. Así son las cosas. Será este un artículo arbitrario, subjetivo, parcial, anárquico. En fin, masculino.

¿Qué es una mujer?

Tal vez sea este el tema más trascendente de nuestra identidad masculina. Por oposición a la idea que de ella tengamos se irá construyendo lo que creemos que somos. Pero, ¿cómo lograrlo cuando la definición de “mujer” nos resulta tan ajena y tan inaprensible?

No trataremos aquí de encontrar una definición neutral de “La Mujer”.  Más bien intentamos descifrar  el inquietante modo en que, desde la perspectiva del hombre, todo intento al respecto resulta tormentoso, oscuro, imposible. 

Es estúpido formular un interrogante sobre aquello que se define por él. Una mujer –para un hombre- tal vez sea sólo eso: un enigma. Atrapada en una respuesta se disolvería al instante. Una mujer es el ejercicio perpetuo de la conjetura y del asombro. El misterio de lo diverso, lo brutalmente ajeno.  Es la fragilidad de la razón estrellada contra el muro del deseo.

Digámoslo de una vez: no hay amor feliz. Lo que se posee, ya no se posee. Lo único que en verdad tenemos es el deseo de lo que aún no tenemos. Todo amor encuentra, en el preciso momento en que se concreta, el instante de su derrota. Algo nos seduce. Más tarde lo atrapamos con el puño como a una mosca que pasa volando. Capturamos allí al zumbido embriagador que nos rondaba. Entonces, abrimos la mano, pero ya no hay nada. Recuerdo ahora a Marguerite Yourcenar: “Terminaré mi vida en un calabozo de victorias”.

Las fronteras entre hombres y mujeres son borrosas e inestables. Límites tan imprecisos guardan un territorio de indefinición y encierran una lengua secreta cuyo significado permanece intraducible para unos y otros. Esa clave inaccesible y oscura es, sin embargo, poderosa y magnética. Es una fuerza desconocida que nos atrae sin que podamos descifrar exactamente sus misteriosos motivos.

Las investigaciones se multiplican en su afán de objetivar, registrar, documentar las distinciones entre los sexos. Definirlas, localizarlas, desocultarlas es también un intento por conjurar el misterio originario. Establecer el pormenorizado repertorio de la diferencia contribuye a comprender sus aspectos particulares pero también a extender la secreta impresión de que las verdaderas preguntas no podrán responderse desde el momento en que aún no nos hemos atrevido a formularlas.

Haga la prueba, deténgase a observar a una mujer dormida. Recorra como a un extraño animal los senderos de su cuerpo. Sienta el pulso inquietante de su respiración. Yo acabo de hacerlo y aún me estremezco entre el terror y el deseo.

Cada mujer encarna la naturaleza sublime de la hembra. Tienen el don de la anticipación y la porosidad de la tierra. Nos plantan como a una semilla muerta para incubarnos en el calor de su vientre. Hay secretos que no nos cuentan y que ellas ignoran que conocen.

Al final de este texto duerme una mujer desnuda. Como al final de casi todas las cosas. Allí, donde lo real se despoja de sus máscaras y se muestra brutal e insensato como una verdad a secas. Yo, me quemo en ese infierno desde que tengo memoria.   

Daniel Flichtentrei 



Tres preguntas, tres escritores y un misterio  

¿Qué podría hacer un grupo de hombres solos sino hablar de mujeres?
¿Qué más podrían hacer sino hacerse preguntas sin respuestas?

Hemos convocado a tres escritores destacados que se han ocupado del tema desde perspectivas diversas. Ricardo Coler es médico y escritor -aunque él lo niegue- y director de la revista "Lamujerdemivida", Luis Gruss es periodista, escritor y fotógrafo y Roberto Pitluk es antropólogo e investigador del CONICET. Todos han sido capturados por la fascinación de la pregunta sin respuesta. Los tres han producido obras que abordan los interrogantes más básicos de la condición humana. Inteligentes, sensibles y rendidos al embrujo milenario de la mujer se han prestado a responder tres preguntas "malditas" que, en un acto de franca imprudencia, nos hemos animado a proponerles. 

 "Las mujeres son sabias para hacer fracasar cualquier clasificación que las incluya" Ricardo Coler

¿Existe la mujer?  

Ricardo Coler: Hablar sobre género es, básicamente, hablar sobre la mujer. Ellas son las que nos obligan al replanteo. Entre mi tatarabuelo y yo hay muchísimas menos diferencias en la manera de pensar, en lo que nos entusiasma, nos indigna o nos calma que entre la tatarabuela de una mujer de mi generación y ella misma. Entre ellas es donde se produjo el verdadero cambio. Existen las mujeres. No una, sino muchas mujeres distintas. No me atrevo a decir que hay un modelo único de mujer y si lo hubiera, no sería fácil de definir. Además cualquier intento de encasillarlas las pone de mal humor. Las mujeres son sabias para hacer fracasar cualquier clasificación que las incluya.

Luis Gruss: La mujer suele ser identificada con la falta. Para suplir esa falta heredada por siglos de marginación y silenciamiento (y no solamente por una conformación genital determinada y poco elocuente), la mujer recurre a la mascarada (es un término de raíz lacaniana) para hacerse ver. La mujer es todo ser. Si obdece únicamente a esa condición se disolvería. Por eso a veces la mujer necesita ser hombre para existir. La mujer existe, en resumen, como algo siempre eternamente incompleto y siempre al borde de la disolución.

Roberto Pitluk: Dependiendo del punto de vista, es posible responder a estas preguntas desde muy distintas perspectivas. Desde un punto de vista empírico, por ejemplo, es obvio que la mujer y el hombre existen como cuerpos. O sea, como formas orgánicas o como objetos de la percepción. Pero, ¿de qué nos sirve esta constatación? ¿Alivia en algo nuestra incomprensión acerca de la infelicidad de los vínculos? El punto de vista pragmático, hoy tan en boga, arroja escasa luz.


"La mujer, para el hombre, es siempre lo otro, lo subversivo, lo diferente, lo indio, lo negro, lo loco" Luis Gruss

 

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