Hendrix hubiera cumplido 65 años

¡Feliz cumpleaños Jimi!

El legendario guitarrista de rock al que la muerte le abrió las puertas del mito.

Jimi Hendrix cumpliría 65 años el 27 de noviembre

Parece increíble, con su imagen congelada hoy, cuatro décadas después de aquella jornada mítica en el Monterrey Pop, cuando Jimi Hendrix hacía arder su guitarra ante miles de fans enfervorizados. Pero es verdad: el músico nacido en Seattle hubiese cumplido hoy 65 años. Sin actos previstos en su homenaje, los discos de Hendrix siguen vendiéndose como el primer día.

 Hasta ahora continúan los rumores sobre la muerte del guitarrista, ocurrida el 18 de septiembre de 1970, cuando apenas tenía 27 años.

Nueva York. La imagen ya es legendaria: Jimi Hendrix "sacrificaba" su guitarra en junio de 1967 en el Monterey Pop Festival y la hacía arder ante decenas de miles de fans en California. Su actuación estelar convirtió de golpe al músico negro en ídolo del movimiento hippie en Estados Unidos: los hippies, en su mayoría blancos, lo consideraron la encarnación de la insurrección, la protesta y la crítica antibélica.

Pero en realidad Jimi Hendrix fue sobre todo un genial guitarrista, tal vez el mejor de todos los tiempos. Fallecido el 18 de septiembre de 1970 con apenas 27 años, el martes 27 de noviembre cumpliría 65 años.

Hasta ahora continúan circulando rumores sobre la muerte del excepcional artista. Su novia alemana, Monika Dannemann, quien se suicidó en 1996, estuvo bajo sospecha de haber buscado ayuda demasiado tarde. Incluso hubo hipótesis de asesinato y naturalmente especulaciones sobre una sobredosis fatal.

Pero de acuerdo con los indicios acumulados, el hombre que recorrió escenarios de todo el mundo como un violento huracán tuvo una muerte pequeña, casual y miserable. Tras una botella de vino y nueve somníferos de dosis aparentemente demasiado elevada se asfixió en su propio vómito.

De esta manera, Jimi Hendrix contó con cuatro años para su meteórico ascenso. En 1966, el ex bajista Charles Chaz Chandler llevó al Swinging London al músico estadunidense aún ampliamente desconocido en su país James Marshal Hendrix. Bajo el nombre de Jimi, inventado en el avión, buscaba presentarse a estrellas establecidas en Gran Bretaña como los Rolling Stones y The Who.

El amplificador de 100 watts en su Stratocaster permanecía siempre al tope. "La fe llega a las personas mediante la electricidad", sostenía. "Por eso tocamos tan fuerte. Queremos que nuestro sonido alcance directamente el alma de las personas".

Hendrix realizó una agotadora gira en primer lugar por Europa y, luego del Monterey Festival, también en Estados Unidos, llegando a 60 presentaciones en dos meses. Al mismo tiempo, tras un interminable trabajo de precisión surgieron sus otros dos álbumes en estudio: Axis: Bold As Love (1967) y Electric Ladyland (1968).

Pero la fama exige su tributo. Nacido en el estado de Seattle en un matrimonio destrozado y siempre vuelto a apartar, Hendrix pudo soportar sólo con dificultad la presión del éxito. Una y otra vez recurrió a estupefacientes, al alcohol y los medicamentos.

Sin embargo, sobre todo su propia imagen se le convirtió en un corset. Mientras que él quería continuar en su música, el público siempre exigía la redición del show salvaje con el que se comercializó inicialmente y en forma deliberada su imagen.

Su interpretación legendaria del himno nacional estadunidense Star Spangled Banner alimentó su reputación como héroe antibélico, aun cuando no veía con ojos tan críticos la guerra de Vietnam.

Más tarde, a comienzos de 1970, se produjo un distanciamiento entre el maestro de la guitarra y sus fans. El músico lucía cada vez más desganado en sus presentaciones, llegaba demasiado tarde o cancelaba compromisos.

En este contexto, una gira europea se convirtió en un desastre. Su colega de banda Billy Cox sufrió un colapso. Durante un concierto en la isla del Báltico Fehmarn el 6 de septiembre de 1970, Jimi Hendrix fue abucheado, porque se había demorado un día. Finalmente tocó apenas un tema y abandonó el escenario, en lo que sería el último concierto del genial guitarrista.  

La Jornada, México


Estamos listos, ¿viste a este chico?”

Acercándonos a lo que pudo haber sido
Sobre el disco: First Rays of the New Rising Sun

Ante a la muerte de un gran artista surgen todo tipo de especulaciones, algunas pueden despertar más análisis y debates: ¿cómo habría sido su obra de haber seguido vivo?

Alguien capaz de convertir al clásico “acople” en un medio de expresión musical como lo hizo Hendrix con la denominada técnica de “feedback”, sin dudas sería capaz de desarrollar una carrera artística que no vería límites. Su virtuosismo combinado con la aventura eléctrica en la que se había embarcado abría caminos a otros guitarristas que lo admiraban enfáticamente. Fueron Eric Clapton y Jeff Beck (ya consagrados en Gran Bretaña para el año en que debutaba Hendrix) los que, al juntarse en un cine, se dijeron: “estamos listos ¿viste a este chico?”.

Es fácil especular y un tanto injusto hablar de una “carrera” porque la vida y obra de un artista de esta talla va mucho más allá de las estadísticas de ventas o los países conquistados. Es por eso que necesitamos más música y por esa razón recomendamos escuchar el álbum editado en 1997 “First Rays of the Raising Sun” que contiene aquellos temas que el propio Hendrix dejara a medio terminar antes de su muerte,  mezclados y seleccionados por Eddie Kramer, ingeniero de sonido que trabajara en la mayor parte del material de Hendrix. Aclaramos que el primer disco póstumo que se edita es "The Cry of Love" (1970), cuyos temas figuran en este disco, más otras composiciones remezcladas. Es allí donde podemos llegar a percibir el hambre de cambio y las ganas de llevar su música a nuevos terrenos, de pasear su instrumento por el funk y el soul de manera más clara.

Hendrix quería un disco doble o triple ya que había acumulado suficiente material para ello. Pero la compañía prefería un L.P. normal, teniendo en cuenta que ya había sido doble el anterior (“Electric Layland” de 1968). En eso estaban las cosas cuando Hendrix partió hacia lo que sería su última gira.

Al escucharlo queda claro que, quizás, parte de ese material no hubiera sido de la partida o que el guitarrista modificaría la mitad llevándolo aún más allá. Pero, sin duda, es una muy buena aproximación a sus planes e inquietudes de aquel momento.

Nos encontramos con el soul en temas como “Freedom” o “Night Bird Flying" (donde impresiona la grabación de diferentes tomas de la guitarras). Está la balada “Angel”, que basa su encanto en la simpleza de la composición; una canción de amor y una letra llena de simbolismo: “Fly on my sweet ange l/ Fly on through the sky…”.
Se puede apreciar a Hendrix abierto a nuevos sonidos e influencias en "Earth Blues", que tiene aires a Curtis Mayfield pero con mucha psicodelia y distorsión. En “Atom Man” el rock más clásico se reencuentra con sus manos. Y así podríamos seguir con todos ("Belly Button Window" es el último tema del disco que grabara Hendrix en estudios), tratando de encontrar en cada uno qué es lo que habría buscado Hendrix, hacia dónde iría. Sabemos que es imposible, sin duda. Porque lo impredecible es lo que convierte a un artista en parte de la historia, generando momentos que construyen y que impulsan a los demás. Porque Hendrix sigue sonando, no sólo en sus discos o DVDs, si no también en cada guitarrista que sube a un escenario, o en cada chico que -ahora mismo- está encerrado en su habitación tocando a la par de "Voodoo Child". Habrá que esperar a que crezcan, quien sabe…

Darío García
Viaje Secreto Blogspot


 Buscando a Hendrix

 Mi amigo Andy ya no cree en casi nada. Hace más de 20 años se marchó a Londres y ha pasado allí por cuatro matrimonios, media docena de hijos, tres universidades y una década de psicoanálisis. Los Domingos se despierta muy temprano y sale a la calle con su vieja Leika y un reproductor de MP3 cargado con dos Gigas del mejor Hendrix. Camina entre 20 y 30 kilómetros por los suburbios de esa ciudad en brumas mirando fijamente el rostro de cada hombre negro de más de 60 años. Cuando tiene alguna sospecha, lo detiene y le pide que lo mire directo a los ojos. Está seguro de que cuando lo encuentre esa mirada será suficiente. Un par de veces debió explicarle a un Bobby las razones de su enigmática actitud. En una de ellas, su relato no tuvo la eficacia esperada y pasó el fin de semana en el cuartel de policía de Gloucester Road compartiendo salchichas y creamy puddings con carteristas y prostitutas. 

Sabe que las personas no tenemos ninguna dificultad para creer en cosas de las que no podemos tener pruebas, pero le resulta incomprensible que –del mismo modo- seamos tan resistentes a no creer en otras cargadas de evidencias. Jura que no logra percibir la diferencia. “Un cadáver es una indicio débil para documentar la muerte de nadie” dice, cuando le arrojamos las pruebas sobre la cara. La realidad no puede ser tan insignificante. Hay cierta coherencia que Andy le exige a las cosas. Si nos resulta perfectamente posible creer en relatos absurdos, no puede resultar tan complicado descreer de certezas no menos improbables. Lo ha discutido con su analista pero él insiste en el principio de realidad y otras inconsistencias. Andy, por su parte, ha decidido darse de alta, lo que a mí me parece uno de los pocos actos de normalidad que ha realizado en su vida. Busca sistemáticamente a Jimi Hendrix tachando distritos en el mapa de la ciudad. Sabe que alguien capaz de “Purple Haze” no pudo morir de un modo tan miserable en una sucia habitación del Hotel Samarkand ahogado con su propio vómito, adormecido por los vapores químicos de apenas nueve somníferos y unos inocentes vasos de vino. Ha recorrido mil veces el trayecto entre Notting Hill y el St Mary Abbot´s Hospital en Kensington. Buscarlo lo mantiene vivo. Incluso, lo sostiene en esa rara forma de salud en la que cree. Yo, que nunca logré escapar de la jaula de la razón, he creído advertir alguna vez la silueta borrosa de un dios negro escondiendo el bulto de su Stratocaster debajo de su impermeable marrón. Después de todo la verdad no es más que un inconveniente para el que todos buscamos remedio.

Daniel Flichtentrei