Con frecuencia, la población rural trabaja en agricultura y empresas pequeñas, tiene mayor índice de suicidio y mayor prevalencia de conductas de salud riesgosas (sedentarismo, hábito tabáquico y mala alimentación) en comparación con las personas que viven en regiones urbanas y suburbanas.
Los autores realizaron un análisis transversal, de otro estudio poblacional en curso (Keokuk County Rural Health Cohort Study [KCRHS]), para investigar la probable relación entre la duración del sueño y la obesidad.
El KCRHS es un estudio de cohorte prospectivo que se encuentra en curso y relaciona enfermedad crónica y factores de riesgo en el condado de Keokuk, al sudeste de Iowa. Los primeros datos fueron reunidos entre 1994 y 1998 y, luego, entre 1999 y 2004.
Fueron incluidos en el análisis pacientes adultos con trabajo, debido a que la actividad física en el KCRHS fue la demanda física laboral (medida como esfuerzo físico). Fueron incorporados 954 participantes blancos no hispanos (96.4%), un paciente americano nativo (0.1%) y uno hispano (0.1%). No se conoció la raza en el 3.4% de los casos. Se excluyeron personas desocupadas y con falta de información necesaria para los autores.
Para indagar en diferentes áreas como horas de sueño promedio, esfuerzo requerido por el trabajo, síntomas depresivos, consumo y cuantificación de alcohol y frecuencia de ronquidos nocturnos, los investigadores utilizaron un cuestionario validado por los censos nacionales. También detallaron el índice de masa corporal (IMC) calculado como peso/altura2 en todos los participantes. Debido al complejo diseño de muestreo, se utilizaron diversos métodos estadísticos. Además, emplearon análisis bifactoriales seleccionados para examinar por separado la relación entre el tiempo de sueño y la depresión y el consumo de alcohol. Se construyó un modelo multifactorial de regresión linear para evaluar la relación entre las horas de sueño y el IMC. Las covariables fueron sexo, edad, nivel de educación, demanda física laboral, sueldo mensual, consumo de alcohol, síntomas depresivos, estado civil y ronquidos.
La media de edad de la población en estudio fue de 48.3 años y la mayoría fueron mujeres (52.4%). El IMC promedio fue 29.5 (cercano al límite inferior de obesidad clase I). El mayor porcentaje de pacientes dormía entre 7 y 7.9 horas (34.6%). El mayor IMC se observó en los participantes que durmieron menos horas (< 6 horas). Se detectó una asociación negativa débil entre las horas de sueño y el puntaje de depresión. Por su parte, no se observó una relación directa entre las horas de sueño y el consumo de alcohol.
Según los análisis bifactoriales, las horas de sueño, la edad, la demanda física laboral, el consumo de alcohol, los síntomas depresivos y el ronquido se asociaron de manera significativa e individual con el IMC. El modelo multifactorial incluyó variables como horas de sueño, sexo, edad, nivel de educación, demanda física laboral, sueldo mensual, consumo de alcohol, síntomas depresivos, ronquido y estado civil en relación con el IMC. Las horas de sueño, la demanda física laboral y el consumo de alcohol se relacionaron en forma independiente y negativa con el IMC, mientras que el ronquido se asoció con el mismo índice de manera positiva e independiente. Para poder evaluar la naturaleza de la relación entre las horas de sueño y el IMC, los autores ingresaron las horas de sueño como variable categórica del modelo multifactorial.
Según los expertos, los participantes que dormían menos (< 6 horas) tenían un IMC cercano a 30, obesidad clase I. En conjunto, las horas de sueño se correlacionaron en forma negativa con el IMC luego de realizar los ajustes por sexo, edad, nivel de educación, demanda física laboral, estado civil, consumo de alcohol y ronquidos; estos últimos se incluyeron en el modelo como indicador de enfermedad respiratoria relacionada con el sueño.
La reducción de una hora de sueño se asoció con un aumento del IMC de 0.42. Un sujeto que mide 1.78 centímetros y tiene un IMC de 0.42 representa 1.34 kilogramos. Existen estudios epidemiológicos que señalan un aumento de 0.5 kg por año en adultos jóvenes estadounidenses. Por lo tanto, al igual que con la dieta y actividad física, los cambios leves pero sostenidos en las horas de sueño podrían tener un efecto clínico significativo sobre el peso.
Existen diversos estudios poblaciones y transversales que demuestran la asociación entre dormir poco y obesidad, si bien existen diferencias leves entre los resultados. Los investigadores se limitaron a estudiar adultos, debido a que los patrones normales de sueño infantil varían sustancialmente respecto de este grupo de edad; por lo tanto, deberían ser analizados por separado. Además, la única variable de medición de actividad física disponible fue el empleo. No obstante, hay 3 estudios transversales infantiles que señalan una relación negativa entre las horas de sueño y el IMC.
Los hallazgos encontrados concuerdan con otros estudios realizados en adultos y niños aunque, según los expertos, el presente es el primer trabajo que investiga la relación en una población rural comunitaria. Además, investigaron en forma simultánea otras covariables como el consumo de alcohol, los síntomas depresivos y el ronquido, debido a que los datos fueron extraídos de otro estudio más amplio que investigó factores de riesgo de salud.
Las limitaciones del estudio abarcaron el diseño transversal, que impidió determinar la causalidad entre las variables. Aunque la mayoría de los estudios son transversales, Hasler y colaboradores realizaron un ensayo longitudinal donde observaron una asociación entre la obesidad y dormir poco en pacientes menores de 35 años. Esta relación fue más débil en personas mayores. Otra limitación fue la falta de información respecto de la actividad física durante el tiempo libre de los participantes. Según un estudio transversal de 1 772 adultos, Vioque y colaboradores señalaron que las escasas horas de sueño y la actividad física laboral, no la realizada en el tiempo libre, se asoció con obesidad. Por último, la gran mayoría de los participantes (94.6%) fueron caucásicos, por lo que estos resultados no se pueden generalizar en otras razas o grupos étnicos.
Al ser el primer estudio realizado en una población rural es posible que algunos aspectos relacionados con el estilo de vida influyan en la relación lineal observada por los autores entre las horas de sueño y el IMC. Otras investigaciones informaron una relación con forma de “U” y estudios preliminares sugieren una posible conexión hormonal entre la menor duración del sueño, los trastornos del apetito y las hormonas moduladoras de energía (leptina y grelina), que fomentarían la obesidad.
Entre 1985 y 2004 aumentó considerablemente la cantidad de personas que duermen 6 horas o menos por día, aspecto que coincide con el incremento nacional del IMC. Además, dormir poco también se relacionó con aumento de riesgo de diabetes, enfermedad coronaria y mortalidad global según estudios prospectivos, lo que señala la necesidad de más investigaciones acerca del sueño, las enfermedades crónicas y los factores de riesgo asociados.
Patrocinio : Grant 5 U50 OH007548-05 del National Institute for Occupational Safety and Health to the Great Plains Center for Agricultural Health, College of Public Health, University of Iowa.