Opiniones

¿Cómo es la ciencia hoy?

Dos reflexiones acerca del estado actual de la ciencia.

Viceversa

Hace un par de meses, un recorrido a vista de pájaro por una de las librerías del MIT me deparó un hallazgo inesperado y provocativo: la obra de casi seiscientas páginas escrita por el historiador norteamericano Clifford D. Conner, "A people´s history of science. Miners, midwives and low mechanicks" (Algo así como "Una historia popular de la ciencia. Mineros, comadronas y mecánicos", Nation Books, 2005), que postula una hipótesis heterodoxa sobre la ciencia: la concibe como producto de una empresa colectiva más que de la inspiración de un minúsculo grupo de genios iluminados.

Conner intenta desplazar el centro de gravedad de la evolución del saber científico otorgando el protagonismo a cazadores y recolectores, marinos, agricultores, curanderos, herreros y artesanos de toda clase que desarrollaron un conocimiento empírico de la naturaleza para sobrevivir.

"La habilidad de Isaac Newton de ver «más lejos» no debería ser atribuida, como él sostenía, a estar sentado «en hombros de gigantes», sino a estar parado en las espaldas de miles de artesanos iletrados (entre otros)", escribe.

Conner destaca las contribuciones de los pueblos antiguos, que domesticaron especies animales y vegetales, e iniciaron la ingeniería genética de hecho; de los aborígenes precolombinos, que descubrieron las propiedades terapéuticas de las plantas; y de navegantes indígenas y marineros anónimos que trazaron los primeros mapas y cartas de mareas y corrientes oceánicas. Incluso la matemática, afirma, es más el resultado de las tareas de comerciantes, hombres de mar, carpinteros, y terratenientes que de los estudios académicos.

Ya sobre el siglo XX, la complejidad del trabajo científico hizo prácticamente imposible la participación del individuo no entrenado. Tal vez por eso resulta tan sorprendente y gratificante el fenómeno de la enciclopedia libre de Internet Wikipedia ( www.wikipedia.org ), una empresa fundada en 2001 y mantenida con donaciones públicas que ya alcanza los casi cuatro millones de artículos en 200 lenguas surgidos de contribuciones espontáneas. Según una investigación realizada por la revista científica británica Nature, el contenido de este sitio es casi tan preciso como la Enciclopedia Británica.

A partir de su estudio, Nature desafía a sus lectores a participar en este gran experimento para ver si se puede mejorar: propone seleccionar un tópico relacionado con el área en que se trabaja, ver si contiene errores u omisiones, y tratar de arreglarlos. La recompensa sería, nada más y nada menos, que convertirse en protagonista de una monumental fuente de referencia, precisa y actualizada, a la que puede accederse libremente desde Buenos Aires hasta Mongolia. Y volver a hacer de la ciencia una empresa colectiva?

Por Nora Bär
ciencia@lanacion.com.ar


Ciencia en el final de la posmodernidad. 
Por Cristián Favre *

El mundo del conocimiento se vio largamente separado en dos culturas, las ciencias naturales, por un lado, y las humanidades, por otro. No es difícil reconocer que la ciencia y la tecnología han sido fundamentales en la modernización y en la organización de los pueblos y que su inclusión en la cultura no tardaría, aun cuando esa brecha en el mundo de las ideas fuera real hasta hace poco, dando cuenta de una histórica debilidad.

Esta separación ha experimentado una sutura que comenzó con el avance de las ciencias sociales, que rompieron barreras disciplinarias mezclando campos científicos y humanísticos; pero también la hibridación se estableció en las ciencias puras, al volverse más indeterminada la partición entre ciencia básica y ciencia aplicada y derivar en la aparición de disciplinas más mixtas (biotecnología, informática), en las que coexiste la producción tecnológica con la de conocimiento básico. La vieja frontera académica extendida o adoptada por el mundo no académico se ha ido disgregando entonces, a partir de o junto con estos cambios, en todos los campos de la cultura. Dos hechos claves en el proceso han sido la integración de la alta tecnología a la vida cotidiana y la velocidad en la mediatización, esto es, en la transmisión/distribución de la información/conocimiento. En este sentido, ha devenido un espacio múltiple de constitución de la ciencia. Este tal vez sea el cambio que deja atrás el paradigma anterior: la incorporación masiva de la tecnología posibilita una nueva subjetividad: somos cada vez más permeables al conocimiento científico y eso mismo nos vuelve co-constructores de él. Hay quienes se animan a decir que el conocimiento científico hoy es producido y gestionado como una práctica cultural más. Y, ciertamente, algo así sucede. En primer lugar, porque este conocimiento se ha fragmentado en cientos de disciplinas que son igualmente fluidas y permeables. En segundo, porque la comunidad científica es cada vez más múltiple y diversa, cooperativa y global. Y, en tercero, porque la gente y otros espacios de producción de cultura (de la tv a la web) no sólo consumen, sino coproducen este conocimiento al interactuar en esta red devolviendo demandas y generando un lenguaje común que, en definitiva, es otra instancia del mismo.

Finalmente, el desafío será interpretar estos nuevos papeles, para que el conocimiento científico cobre potencia como el instrumento liberador de los hombres que siempre ha sido.

* Doctor en Ciencias Biológicas. Investigador del Conicet. Universidad Nacional de Rosario.