Este tipo de neuronas se activan cuando una persona observa cómo otro sujeto ejecuta una acción. Son fundamentales para comprender lo que sienten los demás y la intención de sus acciones. Gracias a ellas podemos ponernos en el lugar del otro e imaginar lo que está pensando y sintiendo. Son conocidas desde hace menos de una década y son de gran relevancia en la comprensión del comportamiento humano.
Los científicos de la Universidad de California Los Angeles (UCLA), en EEUU, observaron, a través de un experimento que este tipo de neuronas no se 'encendían' con la misma intensidad con la que lo hacen las de los niños que no padecían autismo ante una misma situación.
En el estudio, publicado por la revista 'Nature Neuroscience', participaron 10 niños con autismo y 10 niños con un desarrollo normal. Se tomaron imágenes de su actividad cerebral por resonancia magnética funcional mientras observaban 80 fotografías que mostraban rostros de chavales cuyos gestos reflejaban emociones como ira, miedo, felicidad o tristeza.
Las imágenes por resonancia revelaron que el cerebro de los niños con autismo presentaba una actividad muy baja en la zona del área de Broca que forma parte del sistema de neuronas espejo. Además, los científicos observaron que cuanto menor era la actividad del sistema más severo era el autismo que padecía el niño.
También revelaron una menor actividad en la amígdala y la ínsula de los niños con autismo, dos zonas del encéfalo que rigen las emociones.
Esta menor actividad en las zonas mencionadas explica en parte la dificultad para la interacción social de estos niños, que incluye la comunicación verbal y no verbal, imitación y empatía.
"Este descubrimiento unido a otras evidencias de estudios anteriores permiten explicar los síntomas más íntimos de la enfermedad", asegura Mirella Dapretto, autora principal y profesora de psiquiatría y ciencias del biocomportamiento en el Instituto para la Neurociencia y Comportamiento Humano de UCLA.
Los síntomas típicos son una interacción social limitada, problemas con la comunicación verbal y no verbal y con la imaginación, y actividades e intereses limitados o poco usuales. Suelen aparecer antes de los tres años y continúan presentes durante toda la vida. Estos niños no responden a sus nombres, evitan mirar a otras personas, tienen dificultad para interpretar el tono de voz y las expresiones faciales, lo cual contribuye a su aislamiento. Parecen ajenos a los sentimientos de los otros y del efecto que produce su ausencia en los demás.
Se calcula que cinco de cada 10.000 personas padecen autismo clásico. Se produce cuatro veces más en niños que en niñas. La raza y el nivel social no influyen en la incidencia.
En ocasiones, los pacientes adoptan un movimiento que repiten continuamente, como golpear la cabeza contra la pared o morderse los labios. Algunas veces este movimiento puede llegar a provocar heridas al niño.
No se conocen las causas exactas del autismo, pero las investigaciones señalan que la predisposición genética es uno de los factores dominantes en combinación con el ambiente (virus, sustancias químicas...). En el cerebro de personas con autismo se pueden observar anormalidades en algunas regiones, lo que sugiere la posibilidad de un defecto en el desarrollo del feto. Se ha demostrado que no hay ninguna relación entre las actitudes y conducta de los padres y el desarrollo del trastorno.
Debido a razones aún desconocidas, alrededor del 20 al 30% de las personas con autismo también desarrollan epilepsia cuando llegan a la etapa adulta.
El tratamiento incluye medicación para evitar los comportamientos autolesivos y agresivos. Aunque no hay cura completa, un cuidado apropiado puede reducir los comportamientos no deseables y promover un desarrollo relativamente normal.