Breve revisión de algunas posturas | 31 JUL 02

El problema de la conciencia

Se realiza una revisión de algunas conceptualizaciones actuales acerca de la conciencia, que se sustentan sobre diferentes posturas.
Autor/a: Lic. Patricia Weissmann 
Introducción

Posiblemente haya sido David Chalmers (1993) el primero en denominar "problema duro" a la dificultad particular que enfrentamos ante la presencia de la experiencia subjetiva, que plantea el interrogante de cómo y por qué surge la conciencia a partir de los procesos físicos del cerebro. Pero muchos autores antes que él han considerado este problema como distinto de todos los demás y más díficil -o aún imposible- de resolver desde una perspectiva científica. El artículo seminal es "¿Cómo se siente ser un murciélago?", de Thomas Nagel (1974). También Frank Jackson (1982) y John Searle (1996), entre otros, han considerado a la conciencia como "el problema más difícil". Sin embargo, no todos los autores están de acuerdo con esta división. Daniel Dennett (1991, 1992)  estima que se trata de un pseudo-problema y Patricia Smith Churchland (1996) afirma que la propuesta de Chalmers es poco convincente y contraproducente. En lo que sigue trataré de describir suscintamente las posiciones de Dennett, Churchland, Chalmers y Searle.

Dennett (1991) sostiene que las "cualidades subjetivas" o "qualia" se explicarían por sus componentes funcionales, por lo que, una vez que resolvamos los problemas "fáciles", el problema "duro" se desvanecerá. Propone que la actividad mental se realiza en el cerebro a través de procesos paralelos de procesamiento de los estímulos sensoriales y de toda información que entra al cerebro. Así como las vías de entrada son múltiples, dice, también las vías de interpretación y elaboración lo son. Denomina a este modelo, muy similar al que propusiera Minsky (1985), "modelo de versiones múltiles" y afirma que el cerebro no se comporta como un "teatro cartesiano", sino más bien como una "máquina joyceana". Un problema que presenta esta conceptualización es el de la resolución de conflictos. Si distintos subsistemas pretenden actuar en direcciones opuestas, algunos tienen que ceder. Para Dennett, que un grupo de contenidos mentales gane en un momento dado no implica automáticamente que "se torne conciente".  La conciencia es una "máquina virtual" y el yo sólo un "centro de gravedad narrativa". Como no hay un sistema central al mando, el control está a veces en manos de una coalición y luego de otra. En su opinión no es posible separar los contenidos concientes o pasibles de conciencia de otros que quedarían definitivamente "por fuera" o "por debajo" de la conciencia (1996:6).

Patricia Churchland (1996) rechaza vehementemente lo que considera la hipótesis implícita de Chalmers: que la conciencia seguiría siendo un misterio aunque pudiéramos explicar los "problemas fáciles" de la memoria, la atención, la adquisición de habilidades, la capacidad de tomar decisiones y el resto de la lista. En su opinión la naturaleza de la conciencia es un problema empírico y no semántico. La estrategia adecuada para estudiar no sólo la conciencia sino todas las capacidades psicológicas, es, para Churchland, reducirlas a sus mecanismos neurobiológicos. Esto no significa que las propiedades de la red neural sean simplemente iguales a "la suma de las partes", puesto que las neuronas no tienen un comportamiento "linear". Los procesos superiores, sugiere, son probablemente una "función complicada" de las propiedades de las partes. (1995:2) En este sentido, su postura difiere de la de Dennett, puesto que para él estudiar el cerebro -el hardware- no puede enseñarnos nada acerca del software, la "máquina virtual" que es la conciencia. El método que él propone es estudiar la forma en que la conciencia funciona, ya que, en definitiva, afirma, ést

 

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