En latín conscientia significa percatación o reconocimiento de algo, sea algo exterior, como un objeto, una cualidad, una situación, o algo interior, como las modificaciones experimentadas por el propio yo. A lo largo de la historia la conciencia ha sido considerada, o bien una facultad con ciertas características relativamente fijas, o bien una función encaminada hacia, es decir intencional. Entre los representantes de la primera postura se cuentan, por ejemplo, Maine de Biran, Wundt o William James. Entre los segundos Brentano y las corrientes fenomenológicas.
Un aspecto controvertido del problema de la conciencia es el de la autoconciencia o conciencia de sí mismo, considerada por muchos autores como una facultad cualitativamente distinta de la capacidad de percibir el mundo externo. Otros, sin embargo, proponen que la capacidad de discriminar estados es aprendida y que básicamente el cerebro accede a la información relativa a sus propios estados y procesos del mismo modo que accede a la información relativa al mundo (Duero, D. 2000). En la actualidad existen publicaciones especializadas en el problema de la conciencia, páginas en internet y sitios de discusión, además de congresos y reuniones dedicadas al tema. Las distintas propuestas pueden agruparse tentativamente en cuatro categorías: materialismo eliminativista (la conciencia no existe), materialismo no eliminativo (existe pero no es un problema distinto de cualquier otro referente al funcionamiento cerebral), dualismo de substancia (la conciencia no está compuesta de la misma substancia que el cuerpo, es inmaterial) y dualismo de propiedades (es una propiedad "emergente" o "superveniente" -aunque muchos autores defienden la idea de que el concepto de superveniencia no implica dualismo de propiedades y se encuadra dentro del materialsmo). Se revisan algunas de estas posiciones, en el intento de plantear los puntos centrales en torno a los cuales hay desacuerdo y alcanzar, en lo posible, una síntesis integrativa.