"Los especialistas en ética europeos prefieren no hablar del aborto porque se dan cuenta que es muy difícil ponerse de acuerdo. Yo prefiero hablar de un proyecto de vida humana: el proyecto se concreta cuando, en una serie de estudios, se demuestran signos de actividad del sistema nervioso. Eso ocurre entre la segunda y la tercera semana a partir de la concepción. Para nosotros la vida empieza en ese momento. En ese lapso, el aborto sería posible. Claro que, después de esas tres semanas, hay muchos factores que pueden intervenir para tomar esa misma decisión. Creo que el aborto no debe ser generalizado, sino siempre conclusión de un intento fracasado de anticoncepción; por ejemplo, en jóvenes violadas, chicas que por ignorancia quedaron embarazadas, familias numerosas que no conocen la prevención. Y sobre todo, debe tomarse en cuenta el estado socio-económico. Por eso la política que nosotros proclamamos es declarar nuestro repudio al aborto pero despenalizarlo porque, si está prohibido, la mujer cae en manos de gente incapaz, que actúa en ambientes no asépticos. Para reducir los riesgos debería legalizarse. Y propiciar como profilaxis la programación de la familia, el permiso para la venta de anticonceptivos, la educación sexual y la mejora de las condiciones económicas de la población. Así, paulatinamente, se podría llegar al ideal, que sería el descenso hasta la desaparición de la necesidad de realizar abortos.
Con respecto al final de la vida, se habla de "muerte digna". Pero yo pregunto: ¿dónde reside la dignidad? ¿En la persona o en el ambiente donde vive? Hay que hablar de dignidad violada cuando el individuo muere en malas condiciones, abandonado por la sociedad, en la calle. Eso es indigno. Generalmente el que muere así ha vivido así. Este dilema surgió contra la excesiva terapéutica de los estados terminales: tubos por aquí, por allá, y la gente que quiere al enfermo, del otro lado de la puerta. Pero ahí hay otro problema: ¿cómo se sabe cuándo se trata de una situación terminal? Esto puede prestarse a muchas interpretaciones.
El ideal es que cada uno se muera en su cama, consciente, dando consejos a los amigos y familiares que lo rodean. Pero, ¿cuántas veces es así?
También se habla de eutanasia y, en realidad, lo que se hace es distanasia, que es una eutanasia hipócrita. No administramos un remedio para que el paciente muera, sino que le suspendemos los remedios que lo mantienen con vida."