Relato por Patricia Gutiérrez | 01 MAY 23

Bernardo

Este relato forma parte del programa de Clínica Literaria, coordinado por Mateo Niro, en el marco de “Roemmers junto a la cultura”.
Autor/a: Patricia Gutiérrez 

Un gallo rompió el silencio en la granja que se desperezaba ante el arribo del alba. Aún se podía ver la palidez de la luna despidiéndose en el cielo, donde unas horas antes había brillado con intensidad. Bernardo salió del rancho bostezando y se encaminó hacia el  pozo, situado a pocos metros; luego de asearse, regresó con dos cubos repletos de agua y se los entregó a su madre, que desde hacía rato se encontraba junto a los fuegos preparando el desayuno. El aroma a pan recién horneado inundaba el recinto pequeño. El  joven se sentó a la mesa y, sin poder contenerse, pellizcó un trozo y lo devoró, mientras miraba con ternura a su esposa que, en un rincón, amamantaba a su hijo de apenas 15 días. Bernardo no cumplía todavía los 20 años, amaba profundamente a María y ese gran amor había sido bendecido con un precioso niño. El pequeñín había logrado trocar el odio y la tristeza que atenazaban  su corazón desde la muerte de su padre. O al menos sosegarlo. Aquel aciago día —no había momento en que no lo recordara— en que su padre había resuelto marchar al pueblo y él se había ofrecido a acompañarlo.

—No, hijo, tú quédate y termina de arar la franja oeste, porque mañana debemos tirar las semillas. No podemos esperar más.

—Y entonces ¿por qué no se queda usted también?

—Tengo que reunirme con los demás granjeros y agricultores. Debemos unirnos para resistir y poder conservar nuestras tierras. Vamos a demostrarle a don Pedro Santos que él no puede quitarnos así porque sí lo que nos pertenece.

—Tenga mucho cuidado, padre. Ese hombre es muy poderoso, no se olvide que tiene la protección del gobernador.

—Lo sé hijo, claro que tendré cuidado. Pero yo no lo voy a permitir… —y frenó sus palabras con un sollozo—. Yo sé que no es mucho lo que tengo. Que es apenas una porción pequeña de tierra, con unos pocos cultivos y animales; pero es lo que tengo y será para ti, Bernardo….

Esa fue la última vez que vio a su padre con vida. Encontraron su cuerpo a mitad de camino del pueblo; las autoridades dijeron que la mula lo había tirado y pateado hasta destrozarlo. Una mula vieja y mansa acostumbrada a la gente que siempre volvía al rancho, pasara lo que pasara, y que se la había tragado la tierra. Desde entonces, varios granjeros habían vendido sus propiedades a Santos y se habían marchado buscando nuevos horizontes. Su pequeño terruño había quedado rodeado de la gran propiedad del terrateniente. Solo él y dos más no habían claudicado y se habían negado a vender.

Terminó de desayunar y rumbeó para los corrales con la intención de alimentar a los animales. Ordeñó la vaca, recogió unos huevos y dispuso todo en la desvencijada  carreta. Su madre se acercó con un atadito:

—Bernardo, llévale estos pancitos al Padre Juan.

Se despidió de ella y de su esposa que acababa de asomarse a la puerta y partió hacia el pueblo para vender su carga. Besó al pequeño en la frente y se marchó.

Pasado el mediodía, mientras volvía divisó una columna de humo que se elevaba en el cielo; pronto se dio cuenta de que provenía de su propia granja. El horror y la desesperación se apoderaron de él y azuzó el caballo hasta conseguir que la carreta se deslizara a los tumbos por el camino. Al llegar vio con claridad aplastante el rancho envuelto en llamas; su mirada se negaba a ver nada más. En realidad todo ardía, los corrales, los pajonales, el maizal. Ni siquiera vio a los hombres que reían ante el dantesco espectáculo. Un grito lastimero y el fuerte olor a carne quemada golpearon sus sentidos. Un lazo lo envolvió tirándolo al piso; reconoció a los hombres de Santos y un odio ingente se apoderó de él. Cuanto más se resistía, más lo torturaban. Finalmente lo arrastraron un corto trecho con los caballos y lo dejaron abandonado. Su último pensamiento antes de perder el sentido fue para María y su hijo, y le pidió a Dios que se lo llevara también a él.

 

Comentarios

Para ver los comentarios de sus colegas o para expresar su opinión debe ingresar con su cuenta de IntraMed.

CONTENIDOS RELACIONADOS
AAIP RNBD
Términos y condiciones de uso | Política de privacidad | Todos los derechos reservados | Copyright 1997-2024