Una reflexión del Dr. Ricardo Viotti | 22 ENE 23

Estoicismo y medicina

Si el estoicismo es la búsqueda de la felicidad, finalmente, ¿qué tiene esto que ver con nuestro actuar como médicos?
Autor/a: Ricardo Viotti 

¿Qué hay de los estoicos en los médicos, al menos en los médicos que nos preguntamos sobre nosotros mismos y sobre el fundamento de lo que hacemos?

Es un ejercicio novedoso aplicar los contenidos de la historia y de la filosofía a lo cotidiano porque permite reflexionar.

Un paciente, en la consulta, se nos presenta como un igual, que plantea un problema con su cuerpo (unidad mente / cuerpo, para nosotros, cuerpo es todo lo que se materializa en los signos y síntomas de esa unidad psicofísica, pero cuerpo al fin)

Somos, los seres vivos, una unidad sellada con todos los componentes para la supervivencia y la interacción con el ambiente. Si se lo piensa con ese modelo, es casi increíble un funcionamiento tan elaborado y eficiente. La naturaleza se tomó su tiempo para lograr semejante éxito evolutivo con una unidad autónoma que interactúa con el ambiente.

Volvamos al asunto. Si el estoicismo es la búsqueda de la felicidad, finalmente, ¿qué tiene esto que ver con nuestro actuar como médicos?

Se me ocurre que hay cierto placer en el conocimiento y la habilidad de dilucidar los fenómenos naturales, y en nuestro caso en los humanos que se nos presentan buscando saber y mejorar, y reducir su preocupación y o su angustia.

El conocimiento nos hace poderosos y nos hace más libres y, por cierto, nos permite hacer más libres a quienes nos consultan.

Ingresa una paciente de mediana edad con dolores en sus miembros superiores, algunos puntuales, otros generalizados. No puede precisarlos, le genera incertidumbre, y desasosiego. Ya ha   consultado y el colega la manda para la interconsulta con algunos diagnósticos posibles y “después veremos”, “haga todo esto que le pido y me vuelve a ver”, “por ahora no le doy nada para no confundir más el cuadro”, etc. etc.

El examen no muestra nada que objetive una lesión, pero persiste el dolor y el no saber qué hacer.

Tiempo para conversar. Calma en la entrevista, escuchar con atención su relato. Explicar porque se producen los dolores, como pueden aliviarse con medios físicos o eventualmente con la dosis adecuada de analgésicos. Saber cuándo duele y cuándo no, en fin, hacer un interrogatorio y un examen físico riguroso para aumentar nuestro conocimiento, para tener mayor capacidad de actuar…y transmitirlo.

Sin un diagnóstico preciso, sin mayores evidencias y con los estudios complementarios negativos, valen los consejos sobre la posición, la férula, los ejercicios, en fin, todos medios físicos en un contexto de vuelta a las actividades normales, las que son placenteras reducen el dolor, las displacenteras lo incrementan (refiere la paciente).

La paciente se va de la consulta con los síntomas intactos, pero antes de alejarse dice: “¡Gracias Dr.!  Me siento igual, y no sé lo que tengo, pero me voy con un plan de acción, con algo que va a depender de mí, que puedo probar. Se lo agradezco mucho”.

La paciente se comportó con estoicismo, entendió la sinceridad de “el no saber” lo que tenía; vio la posibilidad de un futuro con esperanza y comprendió las limitaciones de su cuadro y de los médicos, y lo aceptó.

“No son las cosas las que atormentan a los hombres sino los principios y las opiniones que los hombres se forman acerca de ellas”.  (“Enquiridion”. Manual de Epicteto. Párrafo 5 Epicteto 55-135 DC)

El médico, también entendió que no era un diagnóstico fácil, cuyo incremento del conocimiento no fue sobre la dolencia, fue sobre como la paciente asumía esa dolencia, como impactaba en su vida y supo darle los elementos que fortalecieran su posición (la de la paciente) frente al problema.

 

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