¿Qué es fisiológico y adaptativo y qué es un desvío? | 18 JUN 22

Envejecimiento y cambios endocrinológicos

Los efectos de la edad sobre el eje hipotálamo-hipofiso-suprarrenal, los cambios en el calcio y el metabolismo óseo y la homeostasis de la glucosa
Autor/a: van den Beld, Kaufman JM, Zillikens MC, Lamberts SWJ, Egan JM, van der Lely AJ. Lancet Diabetes Endocrinol 2018; 6: 647–58
INDICE:  1. Página 1 | 2. Referencias bibliográficas
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Resumen

 • Durante el envejecimiento cambian los patrones secretorios de las hormonas producidas por el eje hipotálamo–hipofisario. Asimismo la homeostasis de la glucosa tiende al desequilibrio con la edad.

 • Se produce también la pérdida de masa ósea y muscular y el aumento de la masa grasa.

 • Otros factores frecuentes en los ancianos como enfermedades crónicas, inflamación y desnutrición, también pueden afectar el sistema endocrino.

 • Algunos de estos cambios son una adaptación útil, mientras que la intervención hormonal a menudo causa importantes efectos adversos.

 • En este trabajo se analizan los efectos de la edad sobre el eje hipotálamo-hipofiso-suprarrenal, así como los cambios en el calcio y el metabolismo óseo y la homeostasis de la glucosa.

 

Introducción 

A lo largo de la vida adulta todas las funciones fisiológicas comienzan a declinar gradualmente. El envejecimiento se caracteriza por cambios en prácticamente todos los sistemas biológicos. Los cambios significativos del sistema endócrino tienen como resultado un envejecimiento sano.

No obstante, otros factores, como la inflamación y el consumo calórico, también afectan el proceso de envejecimiento y con frecuencia se asocian con enfermedades crónicas relacionadas con la edad.

En este trabajo se repasa la respuesta de los diferentes componentes del sistema endócrino al proceso de envejecimiento, incluida la respuesta de los ejes tirotrópico, somatotrópico, suprarrenal y gonadal, así como el crecimiento óseo y la homeostasis del calcio y la glucosa.

Ejes hipotálamo–hipófiso–órganos periféricos

> Eje tirotrópico

Cambios en la función tiroidea durante el envejecimiento

Varios estudios demográficos, pero no todos, muestran que, tras excluir a las personas con enfermedad tiroidea y a las que tienen anticuerpos antitiroideos positivos, el envejecimiento normal se acompaña con aumento de la concentración plasmática de la hormona tiroideoestimulante (TSH por las siglas del inglés). Sin embargo, los cambios de la concentración de TSH parecen ser dependientes del estado regional del yodo.

Las concentraciones de tiroxina libre (FT4) permanecen estables con el aumento de la edad, aunque un estudio informó el aumento de la concentración de FT4 con la edad, mientras que la triyodotironina (FT3) disminuye en el curso de la vida.

La magnitud y las características de los cambios de la función tiroidea durante el envejecimiento son sumamente variables entre las personas. Además, con la edad se pueden producir cambios en la bioactividad de la TSH, tornándola menos eficaz, o en el punto de ajuste del receptor de la TSH, tornándolo menos funcional. Por último, la mayor prevalencia de autoinmunidad tiroidea y de nódulos autónomos con el envejecimiento, puede alterar las concentraciones de hormona tiroidea.

Relevancia clínica de los cambios de las concentraciones de hormona tiroidea durante al envejecimiento

Datos conjuntos muestran que el hipertiroidismo subclínico se asocia con aumento del riesgo global y la mortalidad cardiovascular relacionada, especialmente en ancianos y pacientes con enfermedades concomitantes. Sin embargo, un estudio ulterior mostró que las personas de 85 años con hipertiroidismo subclínico no tenían una sobrevida a 9 años significativamente menor que sus pares eutiroideos.

  • El hipertiroidismo subclínico se asocia con aumento del riesgo de fibrilación auricular, fractura de cadera y otras fracturas y demencia, en especial entre los pacientes con concentraciones de TSH inferiores a 0,10 mIU/l, y aquellos con enfermedad tiroidea endógena.
     
  • En cambio, los ancianos con hipotiroidismo subclínico o TSH más alta, pero dentro de los límites normales, tienen menor mortalidad que los eutiroideos o que personas con concentraciones de TSH más bajas. Aunque el hipotiroidismo subclínico en menores de 65 años se asocia con aumento del riesgo de aterosclerosis, esta asociación no está presente en pacientes más ancianos con TSH de hasta 10 mIU/l.

Datos de otro metaanálisis, sin embargo, mostraron que las personas de 65–79 años con TSH >10 mIU/l también tienen mayor riesgo de enfermedad coronaria, mientras que este riesgo no está aumentado en los mayores de 80 años. Por lo tanto, el riesgo más alto hallado en personas más jóvenes parece atenuarse con la edad.

Estos datos sugieren que la actividad levemente menor del eje hipotálamo–hipofisario–tiroideo es beneficiosa durante el proceso de envejecimiento, hipótesis también sostenida por una serie de estudios que vinculan las concentraciones reducidas de hormona tiroidea con la disminución de la fragilidad.

Entre poblaciones más ancianas las menores concentraciones de FT4 se asociaron con mayor función física, mientras que las concentraciones más bajas pronostican discapacidad a futuro.

En conclusión, el proceso de envejecimiento regula la concentración de hormonas tiroideas. Si bien estas alteraciones son muy variables, el eje de la hormona tiroidea parece declinar con la edad, lo que se refleja por el aumento de la concentración de TSH y la disminución de la de T3.

Estos cambios no constituyen un proceso de envejecimiento perjudicial e incluso podría ser beneficioso.

Por lo tanto los límites de referencia de los valores hormonales son útiles para evitar la clasificación errónea y el sobretratamiento de los ancianos, aunque aún no se cuenta con estos límites de referencia para la función tiroidea específicos para la edad.

Eje somatotrópico

El eje hipotálamo–hipófiso–somatotrópico es un eje hipotálamo–hipofisario que incluye la secreción de hormona de crecimiento (somatotropina) de los somatotropos de la glándula hipofisaria a la circulación y la estimulación ulterior del factor 1 de crecimiento tipo insulina(IGF-1 por las siglas del inglés).

La somatopausia es la disminución gradual y progresiva de la secreción hormonal normal a medida que el adulto va envejeciendo y se asocia con el aumento del tejido adiposo.

Se debe principalmente a la reducida secreción hipotalámica de la hormona liberadora de hormona de crecimiento, que causa el descenso de la biosíntesis de esta última y de su liberación por la hipófisis anterior.

Aunque se considera que esta declinación de la actividad del eje hormona de crecimiento–IGF-1 contribuye a los cambios relacionados con la edad, la deficiencia de o resistencia a la hormona de crecimiento– IGF-1 también produce una expectativa de vida prolongada, por lo menos en animales.

A partir de estos datos surge la pregunta de si la deficiencia de hormona de crecimiento constituye una adaptación beneficiosa al envejecimiento y por lo tanto no necesita tratamiento.

En conclusión, el envejecimiento y la llamada somatopausia se acompañan con la disminución de las concentraciones de hormona de crecimiento e IGF-1, pero ninguna intervención ha sido eficaz para detener o revertir la somatopausia.

Control del apetito y del consumo de alimentos

El apetito y el consumo de alimentos disminuyen con el envejecimiento normal, predisponiendo a los ancianos a la desnutrición. Esta es frecuente en los mayores de 65 años y se la ha implicado en la progresión de las enfermedades crónicas que suelen afectarlos, además de aumentar la mortalidad.

Las posibles causas hormonales de la anorexia del envejecimiento son el aumento de la actividad de la colecistoquinina, leptina y diversas citocinas y la disminución de la actividad de la grelina. Todos estos cambios parecen disminuir de manera significativa el apetito. Investigaciones a futuro determinarán si es posible corregir estos cambios con intervenciones farmacológicas.

Eje suprarrenal

• Glucocorticoides

El envejecimiento del eje hipotálamo–hipófiso–suprarrenal generalmente se asocia con aumento de las concentraciones de cortisol al finalizar el día y por la noche, un pico en la madrugada, menores amplitudes circadianas del cortisol y características más irregulares de secreción de este.

Al igual que con los otros ejes hipotálamo–hipofisarios, no se sabe a ciencia cierta si estos cambios en la secreción de cortisol se deben a la edad o si reflejan otros efectos, como la presencia de inflamación leve, trastornos del sueño o cambios en el estado social o emocional asociados con la edad.

Los cambios del eje hipotálamo–hipófiso–suprarrenal que se producen durante el envejecimiento pueden tener consecuencias clínicas. Estudios previos mostraron que la actividad más dinámica del eje (es decir una mayor disminución diurna) se relaciona con mejor desempeño físico y función cognitiva en los adultos mayores que una menor actividad. Además, las concentraciones urinarias de cortisol libre de altas a normales se asocian con mayor riesgo de enfermedad de Alzheimer.

El envejecimiento también puede influir sobre la disponibilidad de cortisol tisular, ya que la actividad de la 11-β hidroxisteroide deshidrogenasa, que transforma la cortisona inactiva en cortisol activo, disminuye durante el envejecimiento. Este aumento de la disponibilidad de cortisol conduce al aumento de la generación local de glucocorticoides, que pueden causar cambios adversos en los ancianos. En el músculo, por ejemplo el aumento de la actividad de la 11-β hidroxisteroide deshidrogenasa se asocia con menor fuerza muscular.

• Dehidroepiandrosterona y su sulfato

La secreción suprarrenal del precursor de los esteroides dehidroepiandrosterona (DHEA) y su sulfato (DHEAS) también disminuye gradualmente con el tiempo.

Cuando una persona llega a los 70–80 años, las concentraciones de DHEAS son de alrededor del 20% de los valores pico en los hombres y del 30% de los valores pico en las mujeres, en relación con las personas <40 años. DHEA y DHEAS son precursores inactivos que se convierten en andrógenos y estrógenos en los tejidos periféricos. Esta fuente de andrógenos es importante, ya que menos del 50% de estas hormonas son de origen testicular.

  • Concentraciones mayores de DHEA y DHEAS se asociaron con bienestar psicológico y mejor funcionamiento físico, incluidas la fuerza muscular y la densidad ósea y con acciones antiinflamatorias e inmunorreguladoras.
     
  • Concentraciones menores de DHEAS se asociaron con el aumento del riesgo de episodios cardiovasculares y mortalidad cardiovascular en mayores de 50 años.

En conclusión, resta saber si estas alteraciones reflejan o causan cambios asociados con la edad en la capacidad funcional, la cognición y el estado de ánimo.

Eje gonadal

• Envejecimiento del sistema reproductivo femenino

El envejecimiento del sistema reproductivo femenino y los cambios hormonales que lo acompañan se producen por el agotamiento acelerado de las reservas ováricas de folículos primordiales. La calidad inferior de los ovocitos en los folículos restantes contribuye a la disminución de la fecundidad a partir de la cuarta década de vida.

La disminución del número de folículos antrales sensibles a la hormona folículoestimulante (FSH por las siglas del inglés), que es proporcional a la reserva reducida de folículos primordiales, se refleja en las concentraciones en disminución de la hormona antimulleriana segregada por las células granulosas de los folículos (un marcador de la reserva ovárica producida en los folículos primarios, secundarios y antrales precoces) y la inhibina B (un marcador de la actividad ovárica).

La rápida reducción de la reserva ovárica durante la vida reproductiva pasa desapercibida debido a la conservación de los ciclos regulares, la mayoría ovulatorios.

Cuando los folículos pasan a ser insuficientes el ciclo se vuelve irregular (>7 días más largo que los ciclos anteriores), lo que señala la fase temprana de la transición menopáusica, a una media de edad de 46 años.

El ciclo más prolongado, la ausencia de algunos períodos y los intervalos prolongados de amenorrea señalan el pasaje a la fase tardía de la transición menopáusica, que termina con el agotamiento casi total de los folículos ováricos y el último período menstrual (después de 12 meses de amenorrea) alrededor de la edad de 51 años.

A medida que la transición menopáusica progresa, los ciclos son más a menudo anovulatorios. A la inversa, en los ciclos ovulatorios, la duración de la fase luteínica y las concentraciones hormonales permanecen estables durante toda la vida reproductiva y la transición menopáusica, con la excepción de los valores de progesterona, que disminuyen lentamente.

Los cambios de la secreción de gonadotropina a través de la transición y después de la menopausia, caracterizados por el aumento de la hormona luteinizante (LH por las siglas del inglés) y la amplitud del pulso de la FSH y la pérdida de las oleadas preovulatorias de gonadotropina, son causadas por alteración de la retroalimentación producida por la declinación ovárica determinada intrínsecamente, de los esteroides sexuales y la producción de inhibina A e inhibina B.

A través de la vida reproductiva y de la transición menopáusica hay una tendencia al descenso de la producción suprarrenal de DHEA y DHEAS y de la producción mixta suprarrenal y ovárica de testosterona y androstenediona. Sin embargo, las células tecales estimuladas por la LH en los ovarios posmenopáusicos aún contribuyen a las concentraciones circulantes de testosterona durante hasta 10 años.

Las consecuencias clínicas multiorgánicas de los cambios hormonales producidos durante la transición menopáusica y después de la menopausia, como la alteración de la regulación vasomotora, del metabolismo óseo o del aparato urogenital, se producen principalmente por cambios en la producción de estrógeno.

Al respecto, la concentración de estrógenos tardíos posmenopáusicos originados a partir de la aromatización de andrógenos en los tejidos periféricos, aunque suele ser baja en relación con su concentración durante el período reproductivo, todavía es clínicamente significativa, tal como lo ilustra su asociación con situaciones clínicas como fracturas óseas y cáncer de mama y por la aparición de síntomas vasomotores y articulares y el aumento del riesgo de fracturas durante la inhibición farmacológica de la aromatasa en mujeres posmenopáusicas.

 

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