Reflexiones de un médico de familia | 02 OCT 18

Cómo manejar el sufrimiento

El sufrimiento es incuestionable, es una realidad de nuestro mundo. El causado por los humanos y el que procede del propio mundo natural.
Autor/a: José Luis Pérez Albiac, medico de familia 

Advertencia previa: Decidí escribir este texto tras muchas conversaciones con amigos y pacientes, que me pedían consejo, y tras experiencias personales que me hicieron conocer de primera mano algunas de las cosas que aquí cuento.

Su propósito es ayudar, sin más. Pero también me relajó mucho hacerlo, vamos, que me ayudó a mí mismo. Esto aparece descrito más adelante… Bueno, conviene recordar aquí que la vivencia del sufrimiento, su manejo y su sentido, viene modulada por las creencias religiosas y filosóficas de cada uno...por definición, amigo lector desconocido, no sé qué piensas y sientes sobre los misterios de la vida, la parte no resuelta.

No nos conocemos. Pero tienes que tener una razón para leer esto. O bien cuidas a gente, o bien las estás pasando canutas. O ambas cosas a la vez… o tal vez solo tengas curiosidad por el tema. En todo caso, presupongo una cierta sensibilidad hacia todo esto. 

Entra en este escrito con la mirada amplia, algunas cosas te sorprenderán y/o te molestarán. La sociedad española del siglo XXI cree lógico enfrentarse al dolor y el sufrimiento sin tener en cuenta la parte teológica y filosófica del mismo…y yo, pues no. Soy de fe cristiana, vaya por delante como declaración de conflicto de intereses, que se dice ahora, en la publicaciones científicas…Adelante, pues.

El sufrimiento es incuestionable, es una realidad de nuestro mundo. El causado por los humanos y el que procede del propio mundo natural.

El Mal sería una parte del sufrimiento...pero no todo sufrimiento forma parte del Mal…O no solamente es Mal…es posible que haya sufrimientos “buenos”, saludables, pero esta es otra historia en la que por ahora no quiero entrar para no desperdigar ideas.

Y uno de los problemas antiguos de la humanidad, no resuelto aun, es como enfrentarse a ello, y no acabar loco, amargado, cínico,  destrozado o alcohólico.

No convertirse en un profesor ogro, temible y temido, en una monja amargada, que golpea con su vara a los huerfanitos, en un medico apático, absorto en la pantalla de su ordenador mientras le hablan sus pacientes… o en una enfermera que se ríe de las heridas de uno de sus pacientes mientras se toma el tercer café de la tarde en el estar. Estas situaciones tienen  nombre en la medicina actual. Se llaman desgaste por empatía, y debemos evitarlas, por nuestro bien y el de los demás.

En relaciones laborales, para describir esta realidad, vieja como el mundo, se usa el término  inglés burn-out, que podría traducirse como  estar quemado. Aunque no sea exactamente lo mismo, ambos conceptos se pueden asimilar para entendernos.

Cómo afrontar el sufrimiento, el llamado primario, o inevitable, y el secundario, que es el causado por nuestras propias emociones

Hablaré en este documento de cómo afrontar el sufrimiento, el llamado primario, o inevitable, y el secundario, que es el causado por nuestras propias emociones, que tiñen las realidades y los pensamientos. Haré expresa referencia al afrontamiento del sufrimiento causado por ayudar a otros, llamado como dijimos, desgaste por empatía.

….Pero, ¿Y el sufrimiento directo, causado por nuestra propia vida, nuestros propios miedos, las injusticias que nos hacen?...Probablemente se maneje parecido…

Todos los sufrimientos se parecen; nacen del miedo sobre todo, y el miedo primigenio es el miedo a la disolución de nuestro yo en la nada, a la aniquilación, a las pérdidas de poder y control sobre nuestra vida y las de nuestros seres queridos,  y sobre lo que nos pasará. Todo es similar,  a  la hora de padecer.

¿Cómo manejar nuestro sufrimiento?

Hay algunas alternativas, que aparecen en nuestra vida cuando los demás nos vuelcan mucho dolor encima, cosa que forma parte estructural de la vida laboral cotidiana en las llamadas profesiones de cuidados antes aludidas: maestros, sacerdotes, monjas, médicos (especialmente los médicos de familia, médicos de puertas y de urgencias, obstetras, pediatras y geriatras), enfermeras, administrativos, auxiliares de clínica o geriatría, trabajadores de residencias de ancianos…incluso camareros, dependientes y otros profesionales que trabajan con el público.

Otras veces, a nosotros mismos nos toca vivir alguna desgracia o suma de desgracias de las gordas, y esa es la fuente del dolor percibido dentro de nuestro corazón y nuestra alma.

 Los acontecimientos externos malignos  (guerras, peleas, rupturas, traiciones, injusticias, hambrunas, huracanes…) y sensaciones corporales malas (fiebre, dolor, cansancio, sueño, vómitos, sed, hambre, etc.) se suman unos con otros y  traen a nuestra alma las emociones dolorosas, todas ellas viejas conocidas, antiguas y temibles: tristeza, miedo, ira,  asco, rencor, dolor físico, desesperación…

Para bien o para mal, las emociones se aprenden en la infancia, se entrenan, se perpetúan…se cogen hábitos de la llamada cultura familiar,  que nuestro entorno nos dio por buenos, y que pueden llevarnos a considerar todo bueno o todo malo, según quien nos educó. Pero esto no es inmutable: salvo en el caso de algunas enfermedades o traumas especialmente intensos, los seres humanos tenemos la capacidad de darnos cuenta de cómo pensamos, reeducarnos, e intentar cambiar nuestros hábitos emocionales aprendidos.

Nosotros  teñimos la vida de alegría o tristeza, de dolor o de esperanza. Nuestras emociones condicionan nuestra vivencia de los acontecimientos, en sí mismos bastante más neutrales de lo que nos pensamos. No lo perdamos de vista.

A pesar de la creencia en lo especiales y diferentes que somos, las estrategias para afrontar el sufrimiento se repiten a lo largo y lo ancho de este mundo y de la historia, pues  los humanos en el fondo somos muy poco originales, e incluso bastante previsibles.

La vivencia del dolor ajeno en personas comprensivas, que lo hacen suyo se llama empatía. Estas terceras personas pueden ser amigos, pacientes, compañeros de trabajo, clientes…Y la empatía, es decir, el hecho de comprender y compartir el dolor del  hermano nos hace sufrir, a veces de manera insoportable. Este sufrimiento se mestizará con el procedente de nuestras propias enfermedades, carencias y desgracias. La combinación…será dura de sobrellevar.

El sufrimiento propio es uno, y en él se mezclan todas las fuentes, las personales, las estudiantiles, las laborales, las físicas, las de nuestras circunstancias objetivas y las causadas por terceros. No tratemos de arreglarlas por separado.

Y por eso una posibilidad de afrontamiento, muy utilizada, ante este sufrimiento es no ser empático. Vamos, ser mala gente. Un tipo que ve sufrir a otros y le da igual. Un ogro. Es una posibilidad. Aun se puede completar esta villanía con la estrategia de hacer daño deliberadamente a terceras personas que no tengan nada que ver (…o sí, eso en el fondo puede dar igual), y  cebarse en el dolor ajeno, causándolo y mofándose de él. Hacer bulling y tal, partirse de risa golpeando al otro…

Se ha estudiado que esto produce una descarga de neurotransmisores más agradable que la persistencia del dolor dentro de uno mismo. Desde luego no es la opción que te recomiendo,   pero debemos saber que es realmente efectiva, y por eso tanta gente lo hace, relajándose de sus problemas a base de despreciar, e incluso golpear a familiares o extraños en la calle, buscando camorra, provocando dolor en sus relaciones laborales y personales…es uno de los mecanismos fisiológicos que tiene el Mal para extender su reinado en la tierra.

¿Qué más?

Otra posibilidad en usar  alcohol, tabaco, cannabis (esta substancia es, a mi entender , la más usada entre las nuevas generaciones, en la España de nuestro tiempo, para conseguir esto, incluso por encima del alcohol, que mantiene un componente más lúdico) y algunos otros tóxicos para empapar nuestras terminaciones nerviosas cerebrales, en las cuales el dolor vivido ha provocado una descarga de hormonas y  neurotransmisores muy molestos y persistentes, como pueden ser la adrenalina y el cortisol, y modificar químicamente nuestro estado de ánimo, aumentando los neurotransmisores agradables, como los opiáceos endógenos, la dopamina, etc.…si lo hacemos mucho y muchas veces, nos volveremos adictos a este mecanismo de afrontamiento, o sea, alcohólicos, fumadores, o lo que toque. Es otra opción. No puedo recomendarla, aunque todos en mayor o menor medida la hemos usado, y la usaremos a lo largo de la vida. Pero no conviene perder de vista la  condición de trampa sonriente y terrible que las caracteriza.

En los últimos años la medicina ha estudiado y encontrado comportamientos humanos que actúan de forma parecida en el cerebro a cómo actúan las drogas, …son actividades viejas como el mundo, aceptables para nuestra cultura familiar la mayoría de ellas, siempre que no sobrepasemos unos ciertos límites de uso o unos determinados esquemas de actuación.

La ciencia ahora nos explica por qué nos gustan tanto, e incluso por qué a veces pueden actuar como verdaderas adicciones: en este grupo de actividades está el simple hecho de trabajar tanto física como mentalmente, comprar cosas, útiles o inútiles ,la actividad sexual más o menos lícita, los deportes extremos de riesgo, comer alimentos apetitosos, especialmente los dulces  jugar a las cartas u otros juegos de azar, chafardear de los demás,  y,  más modernamente, todas las redes sociales tipo Facebook o Instagram, el Whasapp   y las más clásicas y casi anticuadas para nuestro tiempo, ver la televisión, que le encanta a la gente mayor, y escuchar la radio.

Bueno, ahí están, no es preciso explicar que tienen también sus problemas, si sobrepasan un nivel. Son otra estrategia de afrontamiento del sufrimiento, el propio y el que por nuestra profesión, o nuestra bondad, u nuestra torpeza innata, nos hayan volcado encima.

¿Qué podemos hacer?

Hay varias opciones que yo te voy a dar por buenas; fortalecen más los circuitos de la calma, la paz y la seguridad, que los del logro y la lucha. Tienen todas ellas evidencia científica detrás, de tipo A o B; Sí, todas; también aquellas procedentes de la fe cristiana, comunes en su mayoría  con otras tradiciones religiosas como la budista, y estudiadas en el MIT. https://es.wikipedia.org/wiki/Instituto_Tecnol%C3%B3gico_de_Massachusetts

Esto de la Fe lo remarco porque éste es mi escrito y me va la marcha. Las enumero a continuación, y vaya por delante que las recomiendo todas, aunque, como somos humanos, debemos saber que, de cuando en cuando, usaremos todas las estrategias anteriores, con mayor o menor frecuencia, también las cutres e impresentables. Y si lo hacemos solo seremos eso: seres humanos imperfectos, creados así por un Dios que nos ama a pesar de nuestras torpezas y crueldades, y que nos está esperando siempre…o no. Según lo que pienses, amigo lector, aquí sale el tema del que te hablaba en el prólogo…venga, no te agobies, sigue leyendo…

Bueno, las enumero:

Practicar el agradecimiento, diario, por todo lo bueno recibido,  a ser posible por escrito, apuntando lo que fue bueno en el día que acaba, y dando gracias a Dios, o a la Vida, al Karma o a lo que te dé la gana, por ello. Pero hay que dar las gracias, hombre. Se debe buscar metódicamente una cosa que agradecer al final de cada día, incluso en los más aciagos. La bendición de la mesa pertenece a esta esfera de afrontamiento. Te animo a probar una bendición laica, que queda muy guapo también.

 

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