Escepticemia por Gonzalo Casino | 30 AGO 18

Pensamiento científico

Sobre la ciencia como método intelectual y su difícil aplicación en otros ámbitos
Autor/a: Gonzalo Casino Fuente: IntraMed / Fundación Esteve 

¿Qué es la ciencia?, se preguntaba George Orwell en 1945, en un artículo en el semanario británico Tribune, a propósito de la utilidad de extender la educación científica a la población y, a la vez, de implicar más a los científicos en los asuntos públicos. Con su habitual agudeza, apuntaba que la palabra ciencia se usa al menos en dos sentidos, según la conveniencia, y que el saltar del uno al otro enturbia el debate. Por un lado, designa las ciencias naturales y exactas, como la química y las matemáticas; y, por otro, “un método intelectual que llega a resultados verificables razonando en modo lógico a partir de los hechos observados”. Aunque para los científicos y personas instruidas la ciencia es antes que nada una manera crítica de pensar y comprender el mundo, el común de la gente asimila la ciencia con las disciplinas experimentales. Según Orwell, esta confusión es, en parte, deliberada y corporativista, pues promueve la preeminencia de los científicos para razonar y opinar con mayor fundamento, incluso sobre asuntos ajenos a las ciencias, evitando de paso que cualquiera que despliegue un pensamiento racional, metódico y crítico sea considerado científico.

Contra lo que algunos puedan creer, la ciencia es una forma de comprender el mundo radicalmente antidogmática, incierta y provisional

Mucho ha llovido desde los tiempos de Orwell, incluyendo lluvias radiactivas y ácidas. En este tiempo se ha despertado la conciencia social sobre los peligros de algunas aplicaciones del conocimiento científico y ha cambiado la imagen social de la ciencia (entre otras cosas, la medicina, que no es una ciencia, ha desbancado a la física del imaginario científico popular, y las aplicaciones tecnológicas han sido aupadas a los altares del progreso). Con todo, el prestigio de la ciencia sigue siendo considerable y hasta es posible que haya mejorado la educación científica. El auge de las ciencias sociales, desde la economía a las “ciencias de la información”, ha contribuido a ampliar el espectro de los hombres de ciencia, aunque en el imaginario popular la bata blanca, asociada a los trabajos de laboratorio y las ciencias de la salud, sigue siendo un poderoso fetiche. Sin embargo, no está claro que la ciudadanía tenga un conocimiento claro de qué es la ciencia y mucho menos que el pensamiento crítico y científico se haya impuesto al pensamiento mágico y que su enseñanza esté en consonancia con el prestigio social de la ciencia. Si la ciencia es realmente un método y una disciplina de pensamiento, la educación y divulgación científicas deberían incidir más en el pensamiento crítico.

 

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