La verdad y otras mentiras | 18 AGO 09

"Amar" V

Un presente de despedida.

Hace demasiado tiempo que revuelve el café. Mira el pocillo y habla sin detenerse como si le hablara a él, pero me habla a mí. Baja la cabeza y me fuerza a mirarla sin que ella me vea. Sabe que ahora mis ojos la recorren y me devolverán a un pasado que no puedo olvidar. Se ha cortado el pelo. Adivino su cuerpo debajo de la chaqueta. Me gusta tanto como entonces, pero ya nos hemos dado lo único que teníamos para darnos. Los destellos de sus ojos que guarda mi memoria son ahora una luz tenue del color de la tristeza. Una opacidad apenas visible delata que ya ha comprendido cómo funciona el mundo. Que ha conocido al sabor de la derrota y los sueños de hace unos pocos años ahora la avergüenzan o le dan lástima.

- ¿Te acordás de la tarde en que murió mi viejo? 

- Sí, claro.

- Cuando la voz de mi hermano me lo dijo en el teléfono ya no pude hablar más. Dejé caer el tubo al piso. Vos lo recogiste y hablaste con él. Me diste tu primer abrazo y me rescataste de las miradas de todos. Esa noche me preparaste el bolso y fuimos juntos hasta la terminal. Me subiste al micro y desapareciste. Pensé que no nos habíamos despedido y me sentí muy mal. Pero antes de que pudiera reaccionar estabas pidiéndole a la señora sentada a mi lado que te cambiara de asiento.

- Conozco la historia. No es necesario que me la cuentes otra vez.

- No te la cuento a vos. Me la estoy contando a mí misma. Casi no recuerdo nada de lo que sucedió durante esos dos días. Sólo a vos haciendo todo lo que yo no podía hacer. Vos atenuando lo macabro y lo siniestro del momento. -Si vas a hacer todo por mí, ¿yo que voy a hacer? Te pregunté. ¿Te acordás lo que me respondiste?

- No

- -Llorá y despedite de tu viejo- Eso me dijiste.

- ¿Eso?

- Durante el viaje de vuelta me dormí mientras vos leías. Me abrigaste con tu campera y luego te dormiste. En tus auriculares sonabaHouse ef cards de Radiohead. Me habías dicho que era el tema perfecto para escuchar en una ruta por la madrugada mientras los fantasmas de nuestros muertos nos perseguían a corta distancia. Cuando me desperté un hombre sentado delante de nosotros pidió un whisky y se lo tomó de un trago. Se me ocurrió que yo también necesitaba algo así. Nunca había tomado uno en toda mi vida. Sentí un fuego que me quemaba el esófago y pocos minutos después me encontré besándote. Te despertaste. Me pediste que no lo haga. Que era un momento confuso, que yo estaba muy vulnerable. Que a vos te encantaría, pero que la sombra de mi viejo aún nos rondaba. Que me llevabas diez años y me habías cuidado durante esos días. Que eso te hacía parecer un padre sustituto aunque no lo eras. Que si después de algunos días todavía sentía ese deseo te haría muy feliz. Pero que así no. Que no querías sentirte un miserable. Miraste la botellita en miniatura apoyada sobre mis piernas y me dijiste que preferías que te bese una mujer y no el Sr. Johnny Walker. ¡Pero yo quería besarte! No estaba confundida. Nunca lo estuve.

- ¿Tampoco ahora?

- Ahora sí.

Cruza una pierna debajo de su cuerpo y se sienta sobre ella. Su pié asoma por el costado de la mesa. Está descalza. Tiene los dedos pequeños y las uñas pintadas de rojo. Mi boca los recuerda como si no hubiese pasado el tiempo. Rozan mis dientes y los atrapo como si ya no fuesen suyos.

- Me acompañaste a casa en un taxi. Cuando llegábamos comprendí que mi viejo ya no volvería y que vos te estabas despidiendo. Estaba mareada. Bajamos y me derrumbé en la puerta del edificio. Lloré y temblé como si estuviera poseída. Tuve pánico. Me oriné. Un chorro caliente bajó por mis piernas y formó un charco que se escurrió hasta la vereda. ¿Te acordás?

- Sí, perfectamente.

- Vos me subiste al departamento. Me sacaste la ropa y me metiste en la bañera llena de agua. Me lavaste con una toalla empapada en shampú porque no encontrabas el jabón ni la esponja. Revisaste los cajones y me vestiste con lo primero que encontraste. Yo sentía que las cosas le ocurrían a otra persona, miraba la escena como en la pantalla de un cine. Luego me hiciste un té y te quedaste hasta que me dormí. Por la mañana me encontré vestida con una ropa ridícula, la bañera aún estaba llena de espuma y los cajones revueltos. Pegado al espejo un papelito con una nota: “Cuidate mucho, llamame si me necesitás. Gracias por permitirme acompañarte”. Durante más de una semana no pude hablarte. Nos cruzábamos a cada rato pero yo no podía decirte nada. Y vos nunca me preguntaste.

 

Comentarios

Para ver los comentarios de sus colegas o para expresar su opinión debe ingresar con su cuenta de IntraMed.

CONTENIDOS RELACIONADOS
AAIP RNBD
Términos y condiciones de uso | Política de privacidad | Todos los derechos reservados | Copyright 1997-2024