"La verdad y otras mentiras" | 30 JUL 08

¿Nos hace Google cada vez más estúpidos?

¿Imitarán las computadoras nuestra mente o nosotros a ellas?
Fuente: IntraMed 

Algo está ocurriendo a nuestro alrededor. Usted puede hacer como que no ocurre, ignorarlo y mirar hacia otro lado. También puede enfrentar esas transformaciones y buscar las herramientas que nos permitan comprenderlas y controlarlas. Decidir y no sólo describir. Resistir o colaborar y no sólo abandonarse al flujo incontenible de los hechos. 

Puedo comprender que alguien considere trivial a esta discusión. Es verdad, tal como dice Paula Sibilia en su fantástico libro La intimidad como espectáculo respecto de la inclusión digital: “Hoy, sólo mil millones de los habitantes de este planeta poseen una línea de teléfono fijo; de ese total, menos de un quinto tiene acceso a Internet por esa vía. Otras modalidades de conexión amplían esos números, pero de todos modos siguen quedando fuera de la Web por lo menos cinco mil millones de terráqueos. Lo cual no causa demasiado asombro si consideramos que el 40% de la población mundial, casi tres mil millones de personas, tampoco dispone de una tecnología bastante más antigua y reconocidamente más básica: el inodoro”.

Las nuevas tecnologías han provocado siempre divergencias entre tecnofílicos y tecnofóbicos, apocalípticos e integrados, entusiastas y nostálgicos. Desde Sócrates a Gutemberg la novedad casi siempre ha generado inestabilidad y temor. 

Según la investigadora danesa Kristen Drotner podría denominarse a esto "pánico mediático". Una reacción que expresa: "el miedo de las sociedades frente lo nuevo, una tendencia a sostener el status quo y el temor de las élites intelectuales a perder su lugar de liderazgo, sustentado en el capital simbólico que los nuevos medios amenazan".

Desde hace algunos días se viene desarrollando una intensa polémica desatada a partir de un artículo de Nicholas Carr publicado en The Atlantic y cuyas réplicas más notables pueden leerse en el Blog de la Enciclopedia Británica en Edge y en The New York Times.

La cuestión hoy podría plantearse así:

¿Nos convertiremos en lectores de superficie, en cyborgs presos del automatismo y la inmediatez, en náufragos de la historia flotando a la deriva en un presente perpetuo?

Pero también:

¿Es imperioso que toda transformación cognitiva represente un retroceso? La postura crítica, ¿es al mismo tiempo un ejercicio nostálgico de una cultura libresca que jamás existió excepto para una elite? ¿Pueden los intelectuales herederos de la palabra impresa analizar un mundo con categorías de otro que ya no existe? ¿Es necesario optar entre Gutemberg o Sergey Brin y Larry Page?

Vale la pena sintetizar los puntos principales de lo que, en este caso, postulan unos y otros.

¿Qué dice Nicholas Carr?

Los medios no son sólo canales pasivos para la información, imponen estilos de pensamiento y representaciones del mundo (Marshall McLuhan).

Las tecnologías de la información modifican los circuitos neurales (plasticidad) y producen cambios cognitivos en las personas.

Se transforman los procesos de pensamiento y los hábitos mentales.

Se deterioran la capacidad de atención, concentración y contemplación.

La “lectura en profundidad” ha sido reemplazada por una “lectura de superficie”. Ya no se “bucea”, se “surfea”  sobre los textos.

La lectura de textos largos se torna dificultosa y se prefieren los cortos.

Los lectores “saltan” de un texto a otro.

Si se establece esta modalidad cognitiva en poco tiemo más ya nadie será capaz de leer "La guerra y la Paz" (León Tolstoi) o "En busca del tiempo perdido" (Marcel Proust). 

Los jóvenes abandonan lo clásico por lo vulgar.

El patrimonio cultural que nos vincula al pasado está en riesgo.


Se “guardan” textos pero no existe evidencia sobre que se vuelve a ellos.

No es que “seamos lo que leemos” más bien “somos como leemos”.

Se privilegian la eficiencia y la inmediatez.

Se decodifica información pero se pierde la habilidad para interpretarla.

Las “tecnologías intelectuales” transmiten sus cualidades a las personas (reloj).

Se modifican las metáforas mediante las cuales nos explicamos nosotros a nosotros mismos.

Google sistematiza los procesos generando un “Taylorismo” intelectual.

La información se convierte en “comodity” y es un recurso utilitario.

En el “mundo Google” no hay lugar para la borrosidad ni la contemplación.

Existen intereses económicos que necesitan que la lectura admita distracciones (pop-ups, etc) y facilita la adquisición de ese estilo de lectura.

No es que la inteligencia artificial se parezca a la humana, hoy comienza a ocurrir lo contrario.


Las réplicas:

 

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