El tacto es un poderoso regulador afectivo | 26 SEP 21

Privación del "toque social" durante la pandemia COVID-19

Efectos sobre el bienestar psicológico y el deseo de contacto interpersonal
Autor/a: Mariana von Mohr, Louise P. Kirsch and Aikaterini Fotopoulou Fuente: Royal Society Publishing https://doi.org/10.1098/rsos.210287 Social touch deprivation during COVID-19: effects on psychological wellbeing and craving interpersonal touch

Introducción

La pandemia de COVID-19 presenta un desafío único para las sociedades de todo el mundo. Para obstaculizar el crecimiento acelerado de las infecciones, los cambios en los hábitos sociales básicos de las personas se han vuelto esenciales. Por ejemplo, los ciudadanos deben participar en el "distanciamiento físico", inicialmente denominado "distanciamiento social" por la Organización Mundial de la Salud (OMS); es decir, la minimización de contactos cercanos con otros. En particular, el cambio de término se debió a que es importante fomentar las interacciones sociales (por ejemplo, comunicaciones virtuales) durante los períodos epidémicos.

De hecho, la conexión y el apoyo social, incluso en forma de textos, tiene efectos beneficiosos sobre los eventos angustiantes y la salud física. En particular, las conductas de apoyo social después de condiciones de estrés parecen atenuar múltiples sistemas de estrés, incluido el sistema nervioso autónomo y el eje hipotalámico-pituitario-adrenal (HPA), posiblemente mediado por neuropéptidos involucrados en la vinculación social y la conducta afiliativa, incluida la oxitocina. Además, los estudios de neuroimagen indican que el apoyo social reduce la actividad en las regiones del cerebro implicadas en la regulación de las emociones (es decir, corteza cingulada anterior, corteza prefrontal dorsolateral y ventrolateral).

Una forma particularmente eficaz de comunicar apoyo (no verbal), que además facilita la formación y el mantenimiento de lazos sociales, es el tacto.

Los beneficios potenciales del tacto se han estudiado en muchos campos, que van desde estudios en animales hasta estudios psicológicos y neurocientíficos del desarrollo y del adulto en humanos. Por un lado, se cree que el contacto social posee un valor hedónico positivo (aunque claramente este valor depende del contexto específico, es decir, el contacto puede no siempre ser bienvenido o agradable), con el fin de promover el comportamiento afiliativo y prosocial. Por ejemplo, se ha demostrado que los efectos del tacto en las interacciones sociales aumentan el agrado de una persona, así como la generosidad y el cumplimiento.

Por otro lado, el contacto social sirve como una forma de vinculación y refuerzo de alianzas. Por ejemplo, en mamíferos no humanos como los primates, el acicalamiento se observa típicamente en congéneres cercanos, como en el comportamiento materno, con neurotransmisores implicados en la vinculación social (p. Ej., Oxitocina) que median dichos efectos.

En los seres humanos, el toque de cuidado es esencial para el crecimiento y el desarrollo en la infancia y para el bienestar y la vinculación en la edad adulta. El tacto reduce activamente el estrés infantil aumentando el afecto positivo y calma a los bebés en el dolor y la incomodidad. En el contexto de la teoría del apego, los estudios apoyan el papel facilitador del tacto en el establecimiento del vínculo social entre el bebé y los cuidadores. El tacto es más frecuente en las relaciones cercanas y también tiene un efecto de por vida en los vínculos humanos. Por ejemplo, un estudio reciente sugiere que en las parejas románticas, los autoinformes de acicalamiento mutuo se correlacionan positivamente con la calidad de la relación y las experiencias previas de afecto familiar.

El tacto de los conespecíficos tiene efectos analgésicos y de alivio del estrés mediados por vías neurobiológicas implicadas en la vinculación social.

En particular, en los seres humanos, el contacto social se ha sugerido como un amortiguador del estrés, desempeñando un papel regulador crítico en las respuestas del cuerpo, incluidas las respuestas del cortisol y la frecuencia cardíaca, a los factores estresantes agudos de la vida, que en última instancia promueve la conexión social. Por ejemplo, un estudio reciente sugiere que tocar un oso de peluche mitiga los sentimientos de exclusión social para aumentar el comportamiento prosocial. Del mismo modo, los estudios han demostrado que el tacto, como una caricia en el antebrazo y un roce en el dorso de la mano, reduce los sentimientos de exclusión social y la percepción de soledad, respectivamente.

Además, los estudios de neuroimagen funcional han mostrado una atenuación de las respuestas neuronales típicamente implicadas en la regulación afectiva cuando se proporciona apoyo social incorporado (por ejemplo, tomarse de la mano por una pareja romántica) frente a una amenaza, incluido el dolor.

 

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