El cierre de escuelas y el confinamiento en el hogar en la pandemia COVID-19 aíslan a los niños y adolescentes de sus compañeros, maestros, familiares y la comunidad. En una encuesta realizada durante la pandemia, un tercio de los adolescentes reportaron altos niveles de soledad.
Para determinar si las medidas para la contención de enfermedades podrían presagiar futuros problemas de salud mental, los investigadores realizaron una revisión rápida de los estudios centrados en la relación entre la soledad y la salud mental en los jóvenes.
En una búsqueda que empleó términos como cuarentena, aislamiento social, soledad y salud mental, se identificaron 4531 estudios en inglés publicados desde 1946; Se analizaron 63 estudios con 51.576 participantes sanos y que utilizaron medidas de evaluación válidas. Como las medidas de aislamiento y soledad tienen una superposición considerable, los investigadores las trataron como una sola construcción.
Discusión
Esta revisión sistemática rápida de 63 estudios de 51, 576 participantes encontró una asociación clara entre la soledad y los problemas de salud mental en niños y adolescentes. La soledad se asoció con futuros problemas de salud mental hasta 9 años después. La asociación más fuerte fue con la depresión.
Estos hallazgos fueron consistentes en los estudios de niños, adolescentes y adultos jóvenes. También puede haber diferencias de género con algunas investigaciones que indican que la soledad se asoció más fuertemente con síntomas elevados de depresión en las niñas y con ansiedad social elevada en los niños.
La duración de la soledad parece ser un predictor de futuros problemas de salud mental. Esto es de particular relevancia en el contexto de COVID-19 ya que los políticos en diferentes países consideran el tiempo que las escuelas deben permanecer cerradas, y la implementación del distanciamiento social dentro de las escuelas.
Es difícil predecir el efecto que COVID-19 tendrá en la salud mental de niños y jóvenes. El aislamiento social subjetivo experimentado por los participantes no refleja las características actuales del aislamiento social experimentado por muchos niños y adolescentes en todo el mundo. El aislamiento social no se impuso a los participantes, ni el aislamiento social fue casi omnipresente en sus grupos de pares y en las comunidades en las que viven.
Como la soledad implica una comparación social, es posible que la experiencia compartida de aislamiento social impuesta por las medidas de contención de enfermedades pueda mitigar los efectos negativos.
Los estudios analizados tampoco estaban en el contexto de una amenaza incierta pero peligrosa para la salud. Estas características limitan la medida en que podemos extrapolar de la evidencia existente al contexto actual.
Para tomar decisiones basadas en evidencia sobre cómo mitigar el impacto de una segunda ola, necesitamos más investigación sobre los impactos en la salud mental del aislamiento social en el contexto de contención de la enfermedad de una pandemia global.
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