El enorme Claude Bernard | 04 FEB 19

El otro Claudio, o cuando la fisiología se puso los pantalones largos

Autor/a: Oscar Bottasso 

Cette liberté que garde l’expérimentateur est, ainsi que je l’ai dit, fondée sur le doute philosophique (1)

Así como en los albores de la era Cristiana la Medicina tuvimos un Claudio forjador de antojadizos laberintos fisiopatológicos, el siglo XIX nos legó una suerte de compensación en la persona de Claude Bernard (1813-1878), un fisiólogo de fuste nacido en Saint Julien (Rhône), en el seno de una familia de vinicultores.

Tras su iniciación en los estudios de latín con el sacerdote del lugar, ingresó a la escuela jesuítica de Villefranche, y concluyó su educación secundaria en Thoissey; para luego desempeñarse como asistente de un boticario en Lyon.

Impregnado del floreciente romanticismo, sentía una particular atracción por la literatura que lo llevó a escribir una comedia La Rose du Rhône (obra no conservada) y posteriormente una tragedia en 5 actos Arthrur de Bretagne.

Vuelto a su hogar en 1833, un año después marchó a Paris munido de dicho manuscrito para entrevistarse con el crítico Saint-Marc Girardin, quien no obstante de advertir sus méritos literarios, le aconsejó estudiar medicina como un medio más seguro de subsistencia.

Asistido por la firma decisión de forjarse un destino decoroso se inscribe en la Facultad de Medicina. Allí tomó contacto con renombrados profesores entre ellos François Magendie, en el Hôtel-Dieu y en el Collège de France; el cual al advertir su talento señaló sin tapujos "Eres mejor que yo" y lo contrató como asistente de investigación.

Su primera publicación versó sobre la chorda tympani y una disertación acerca de la función del jugo gástrico en la nutrición. Estos primeros pasos fueron anticipatorios, de lo que serían sus sagaces estudios sobre temas del sistema nervioso y el metabolismo. Cumplido los 31 años y con dificultades para seguir subsistiendo como becario, renunció a esa posición para dedicarse a la práctica médica.

Un amigo, de los que nunca faltan, se encargó de organizar una boda por conveniencia con Marie-Françoise Martin, hija de un médico de París muy acaudalado; que gracias a la dote le permitió volver al laboratorio. Del matrimonio non ne parliamo.

En 1847, Bernard se convirtió en colaborador de Magendie en el Collège de France. Este período estuvo marcado por una serie de valiosísimos aportes. Entre ellos demostró que la digestión gástrica era sólo un acto preparatorio, puesto que el grueso del proceso tenía lugar en los intestinos donde gracias a los jugos pancreáticos los alimentos grasos, eran emulsionados y separados en ácidos grasos y glicerina; como así también la conversión del almidón en azúcar y la solubilización de las proteínas no disueltas por el estómago.

En trabajos publicados entre 1848-1857 da a conocer su hallazgo sobre la función glucogénica del hígado. Utiliza una expresión de lo que después sería el leitmotiv endocrinológico: "secreción interna", para designar la cesión de glucosa a la sangre; en oposición a la externa referida a la liberación de la bilis al tracto digestivo.

Por su parte, en 1856, expone sobre el glucógeno, una sustancia almidonada blanca presente en el hígado elaborada a partir de azúcar, que constituía una reserva de carbohidratos capaces de descomponerse en la sustancia original de ser necesario, y así preservar un nivel constante en sangre. Con ello deja en claro que este sistema no sólo descomponía las moléculas complejas en simples, sino que también hacía lo contrario.

Igualmente importante fue su observación de 1849, donde la punción (piqûre) del cuarto ventrículo del cerebro, en perros, producía una diabetes temporaria.

Cual máquina generadora de conocimiento, también aparecen sus contribuciones en torno al mecanismo vasomotor en la regulación del flujo sanguíneo (1851-1853); a partir de una publicación donde se demostraba la existencia de células de músculo liso en las arterias más pequeñas.

Al seccionar el nervio simpático cervical del conejo, Bernard observó un aumento térmico y de la vascularización de la oreja, lo cual sumado a experimentos donde aplicaba estímulos a nivel neural le permitieron descubrir que los nervios vasomotores controlaban la dilatación y la constricción de los vasos sanguíneos en respuesta a los cambios de temperatura ambiental.

Por tanto, en climas fríos, los vasos sanguíneos de la piel se contraían para preservar el calor, mientras que ante altas temperaturas hacían lo contrario a fin de disipar lo que ahora se tornaba excesivo. En definitiva, el cuerpo trataba de mantener un “ambiente interno” estable ante condiciones externas cambiantes, que Cannon llamará homeostasis.

Además, llevó a cabo investigaciones sobre el monóxido de carbono donde comprobó que el mismo desplazaba al oxígeno en la hemoglobina en los glóbulos rojos (1853-1858). En paralelo y trabajando con curare (1850-1856) demostró que este veneno causaba parálisis y muerte por afectación de los nervios motores, sin efecto sobre los sensoriales. Dicha herramienta experimental sirvió incluso para diferenciar los mecanismos puramente neuromusculares y la excitabilidad independiente del músculo.

Imagen relacionada
The Lesson of Claude Bernard (1813-78) or, Session at the Vivisection Laboratory de Leon Augustin Lhermite

Con esa socarronería que nunca falta, el Bernard de los primeros años había sido tildado de animoso vivisector del reino animal, lo cual le valió no pocos dolores de cabeza mitigados en parte por una amistad con un comisionado de la policía.

Su propia familia, inclusive, no se sentía muy a gusto con su trabajo y Marie-Françoise no disimulaba cierto descontento por el hecho de no haberse convertido en un médico exitoso. Por suerte, su reputación fue in crescendo y tras la obtención en 1853 del título de doctor en ciencias naturales (el tribunal contó con la presencia de Alexandre Dumas), pasó a enseñar fisiología general en la Sorbona a la vez que sucedió a Magendie como profesor titular en el Collège de France, en 1855.

En la década de 1860 comenzaron a presentarse algunos problemas de salud aparentemente una enteritis crónica, con repercusión pancreática y hepática. Eso lo llevó a pasar más tiempo en Saint-Julien, lo cual le permitió desarrollar una actividad enrolada en cuestiones científico-filosóficas. Bernard se abocó a discurrir sobre el método de estudio cuyos resultados pasaron a constituir hitos de la medicina. Tales reflexiones se plasmaron en lo que se convertiría en un libro muy sonado en la historia de la ciencia, donde ambas disciplinas entablan diálogos mutuamente enriquecedores: Introduction à l'étude de la médicine expérimentale.

Para 1864 sobrevino su acercamiento con Napoleón III, quien le facilitó dos excelentes laboratorios uno en la Sorbona y otro en el Museo Historia Natural, amén de convertirlo en miembro del senado imperial en 1869. Un año antes había sido admitido en la Academia Francesa; mientras que, en 1876, recibía la Medalla Copley otorgada por la Real Sociedad de Londres como reconocimiento a su labor y trayectoria científica.

En el otoño de 1877, aquel hombre amable e imponente con un semblante que traslucía la profundidad de pensamiento comenzó a experimentar un deterioro bastante rápido en su salud. Para el Año Nuevo de 1878 contrajo un resfriado y, poco después, presentó una complicación renal que lo llevaría a su muerte, acaecida el 10 de febrero. Sus funerales fueron organizados por el gobierno, como una muestra palmaria del reconocimiento a sus contribuciones.

 

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