Escepticemia por Gonzalo Casino | 13 JUN 17

El beber y sus circunstancias

Sobre las dificultades y prejuicios para analizar el problema del alcohol y la salud
Autor/a: Gonzalo Casino Fuente: IntraMed / Fundación Esteve 

Hay pocos asuntos sobre el estilo de vida y la salud tan difíciles de considerar objetivamente como el consumo de alcohol. La dificultad no está en reconocer los riesgos del abuso agudo y, sobre todo, del consumo crónico, pues está probada su relación con diversos tipos de cáncer, daños en el hígado, la demencia alcohólica y una lista de 200 trastornos. Es sabido que el alcohol causa cada año 3,3 millones de muertes (el 5,9% de la mortalidad global) y que es una de las primeras causas de morbilidad y lesiones, según datos de la OMS. La dificultad está, entre otras cosas, en traducir el conocimiento en cambios de hábitos, en aclarar los efectos del consumo ligero y moderado (entre otras cosas, por la imposibilidad ética de realizar ensayos clínicos) y en definir el umbral del consumo de bajo riesgo, aunque probablemente esto sea una quimera. Uno de los escollos principales, pero no el único, es que existe un indisimulado anhelo social de que este límite esté lo más alejado posible de la abstinencia. Este anhelo tiene que ver con la milenaria relación que tiene el alcohol con muchas sociedades, su asociación con la comida y las celebraciones, los intereses económicos y los prejuicios de los investigadores.

Aunque el problema del alcohol tiene una dimensión global, Europa occidental es la región del mundo donde más alcohol se bebe proporcionalmente, mientras en el sur de Asia o el norte de África apenas se bebe (el mapa mundial del consumo de alcohol de Worldmapper ilustra gráficamente estas diferencias). Y es también la zona donde más bebidas alcohólicas se producen y más se investiga el problema del alcohol y la salud. Aunque la bibliografía tiene ya dimensiones oceánicas, todavía quedan muchas cuestiones por aclarar. Mientras la relación del consumo de alcohol con el cáncer y las enfermedades hepáticas está bien documentada, persiste, por ejemplo, un cierto debate sobre el supuesto efecto cardioprotector del consumo ligero o moderado de vino, si bien cada vez con evidencias en contra más sólidas. Los potenciales efectos negativos del alcohol sobre el cerebro y las funciones cognitivas son todavía más inciertos y difíciles de estudiar. Un reciente estudio publicado en BMJ señala que incluso el consumo moderado se asocia con cambios estructurales en el cerebro, pero esta investigación observacional, a pesar de su rigor y amplitud, no permite concluir que cause un deterioro cognitivo.

 

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