Escepticemia por Gonzalo Casino | 05 ENE 16

Ineficiencia y mala ciencia

Sobre la falta de transparencia y de cultura de replicación científica
Autor/a: Gonzalo Casino Fuente: IntraMed 

¿Y si la mayoría de los resultados de los estudios biomédicos fueran falsos? ¿Y si muchos de estos estudios no fueran ni siquiera replicables? ¿Y si buena parte de la ciencia biomédica publicada fuera de mala calidad y/o irrelevante? ¿Y si estuviéramos tirando a la basura una gran parte de los recursos económicos destinados a investigación? En 2005, John Ioannidis, uno de los científicos más citados y críticos con la mala ciencia, publicó un artículo en el que explicaba por qué la mayoría de los resultados de la investigación son falsos (Why Most Published Research Findings Are False). El artículo ha cosechado ya más de un millón y medio de visualizaciones y casi 2.000 citas. No todo el mundo comparte las tesis de Ioannidis ni el catastrofismo de sus análisis, pero en cualquier caso la comunidad científica reconoce que las cuatro dudas que encabezan este párrafo son más que razonables. Y esto, además de deteriorar la credibilidad de la ciencia,  tiene consecuencias gravísimas para prácticas como la medicina que se apoyan en resultados científicos.

En todo el mundo se calcula que hay más de 15 millones de científicos profesionales. Como industria global, la ciencia tiene una elevada capacidad de producción. Su producto no es otra cosa que conocimiento, resultados e ideas que se dan a conocer en forma de artículos científicos. Solo en el campo de la biomedicina, que viene a representar la mitad de la producción científica, se publican cada año más de un millón de artículos en las mejores revistas. Sin embargo, es tan elevada la proporción de trabajos científicos que abordan preguntas irrelevantes, realizados con metodología deficiente, con errores u omisiones en la presentación de los resultados o que, sencillamente, no ofrecen todos sus resultados, que buena parte de toda esta investigación puede considerarse inútil, un auténtico despilfarro de recursos. Ian Chalmers y Paul Glasziou estimaron en 2009 que se malgastan el 85% de todos los recursos económicos destinados a la investigación biomédica. Y estamos hablando de casi 200.000 millones de dólares en 2010.

La industria científica es, por tanto, una industria muy ineficiente. A pesar de todo su prestigio y de su imagen casi inmaculada, la investigación en general y la biomédica en particular deja mucho que desear; a pesar de su rigor, de su teórica motivación altruista y del prestigio universal del método científico, la ciencia tiene problemas no muy diferentes a los de cualquier otra actividad humana. Exageraciones en los resultados, conflictos de intereses, falta de transparencia, resultados negativos que no se publican, pruebas contradictorias y poco fiables, estudios pequeños y mal diseñados, investigaciones redundantes, falta de colaboración entre los investigadores, orientación de la investigación hacia lo rentable más que hacia lo importante, defectos en el sistema de revisión por pares, etc. La lista de problemas que aquejan a la investigación es larga, compleja y difícil de encajar en un sistema que permita entender y corregir la situación. Ioannidis ha propuesto cambiar el actual sistema de incentivos de los científicos, que fomenta la publicación a toda costa y favorece los sesgos y los errores. Y, ciertamente, algo hay que cambiar para incentivar los mejores métodos y las mejores prácticas, para filtrar y depurar los malos trabajos y para conseguir que estos resultados lleguen a la práctica clínica. Pero, ¿por dónde empezar?

En los últimos años han proliferado las iniciativas para reducir el despilfarro de los recursos y mejorar la veracidad de los resultados publicados. Y en todas ellas subyace la necesidad de fomentar la investigación sobre la investigación, una suerte de metainvestigación que identifique los problemas de la ciencia y ofrezca soluciones. La revista PLoS Biology acaba de inaugurar en su número de enero de 2016 una Meta-research section para fomentar precisamente esta investigación sobre la investigación. Y uno de los dos primeros artículos que publica pone el dedo en la llaga de uno de los pilares de la ciencia: la replicabilidad. Si un reciente estudio en Science alertaba que solo el 39% de los estudios de psicología pueden ser replicados, ahora Ioannidis nos informa en PLoS Biology del arraigo de la falta de cultura de replicación. En una selección al azar de 441 artículos de biomedicina, publicados entre 2000 y 2014, constató que ninguno ofrece acceso a los datos completos del estudio y solo uno facilita el protocolo de investigación. El segundo trabajo de metainvestigación, coordinado por Ulrich Dirnagl, analizó centenares de trabajos experimentales para concluir que la inmensa mayoría de artículos sobre experimentos con animales no contiene información sobre el número de animales utilizados.

 

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