Por el Dr. Carlos Presman | 21 MAY 13

Soy del Clínicas

A propósito del centenario del Hospital de Clínicas de la ciudad de Córdoba.
INDICE:  1.  | 2. Concurso literario

 
Si la infancia y la adolescencia son la escenografía donde habitamos el resto de nuestra vida, el Hospital de Clínicas es parte constitutiva de mi existencia.
 
Allí estudió y se formó como clínico mi padre desde 1945 y mi hermana en la década del setenta. Mi viejo, que daba clases los sábados, me dijo que cuando se jubilara iría ver pacientes al Clínicas, simplemente para seguir aprendiendo de ellos.
 
Entré a trabajar al hospital el 1° de mayo de 1986. Me tocó un viernes de guardia como flamante residente de clínica médica. Al salir, me lo encontré por azar con mi viejo, que al verme de guardapolvo y con cara de no haber pegado un ojo toda la noche, se paró frente a mí y tomándome por ambos brazos me dijo: “Cumplo el sueño de mi vida, mi hijo clínico en mi querido hospital”.
 
Una semana más tarde, mi papá falleció. Esos años de intensa formación médica marcaron mi vida para siempre. Vivía en el hospital. Comprendí que un enfermo es biología pero sobre todo biografía, aprendí de las escuchas nocturnas con los pacientes en la sala y supe que la muerte es parte de la vida y del ejercicio de la medicina. 
 
En esa época, formarse en el Clínicas no era lo mismo que hacerlo en los hospitales municipales, provinciales o privados. Era un lugar emblemático de la historia cordobesa. Allí se juntaron los estudiantes de la Reforma Universitaria del 18, autores del Manifiesto Liminar, los revolucionarios que protagonizaron el Cordobazo del 69, los “piratas” del club Belgrano y la bohemia de estudiantes que le dieron letra al genial Cognigni para crear Hortensia. Con estos antecedentes de historia, política, fútbol y humor, el Clínicas fue mucho más que un hospital, fue un emblema que dio nombre al barrio e identidad a quienes pasamos por él. 
 
El elemento distintivo fue haber sido un hospital-escuela, el señero hospital universitario, cuna de los grandes maestros de la medicina local y nacional. 
 
En los años ‘70 el Clínicas, mientras resistía los embates de la dictadura de Onganía, realizaba el primer trasplante de riñón en Córdoba, creaba la primera unidad de terapia intensiva de la provincia, practicaba estudios hemodinámicos, cirugías cardíacas de alta complejidad y formaba las pioneras camadas de especialistas mediante el sistema de residencias médicas.  
 
El Hospital, desde su fundación hasta el golpe de 1976 fue lo que evocamos y celebramos hoy, el gran Hospital Escuela de la Universidad, donde la educación democrática y libre generó numerosas investigaciones científicas, procedimientos diagnósticos y la prestigiosa atención médica gratuita. 
 
La dictadura dejo su cicatriz de estudiantes y colegas muertos, desaparecidos y exiliados. Un hospital es sólo paredes y camas sin la vital presencia de pacientes, estudiantes y profesionales. En esos años, además de la pérdida irreparable del recurso humano, se prohibió la vida democrática en la Universidad y se demolieron dos pabellones del Hospital de Clínicas.   
 
La década del ‘80 esbozó un resurgir del hospital con la vuelta a la vida democrática, sin embargo el bajo presupuesto universitario y las dificultades económicas truncaron su recuperación.  
 
En los ‘90 el Hospital de Clínicas fue reducido a su mínima expresión, se transformó en un centro médico de autogestión que debía autofinanciarse. No pudo equiparse tecnológicamente y sumarse a la revolución sanitaria que significaron los métodos complementarios para diagnóstico y tratamiento de alta complejidad. El Clínicas quedó obsoleto, sin recursos y al no formar parte del sistema de salud de Córdoba se despobló de pacientes. Llegamos a dar prácticos con los alumnos haciendo de enfermos, acostados en salas vacías. Los magros sueldos universitarios y la no realización de concursos generaron una diáspora de profesionales que parecía transformar el Hospital en un refugio secular de mediocres e ignorantes. 
 
Por esos años pasó de la órbita del Rectorado a la Facultad de Ciencias Médicas.  Se redujo el número de camas, de residentes y en varias ocasiones la comunidad se movilizó para evitar que el Clínicas se cierre. 
 
La crisis de 2001 disminuyó un tercio más el número de camas y los pacientes llegaron a internarse llevando las sábanas y la comida. El Hospital sufría el dolor de haber sido y ya no ser. 
 
Escribo estos párrafos con enorme tristeza, por el duelo de lo perdido, las falencias propias y por haber sido testigo de un declinar que parecía no terminar nunca. Me imagino lo que hubiesen sufrido aquellos reformistas de 1918, los estudiantes del Cordobazo, mi viejo y todos aquellos que imaginaban otro destino para el Clíni
 

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