Por Graciela Gioberchio
El futuro del diagnóstico psiquiátrico está en pleno debate . El Manual de Diagnóstico y Estadística de Trastornos Mentales (conocido como DSM ), que se publica en EE.UU. pero se usa en todo el mundo, está siendo actualizado. Se cree que su nueva edición, el DSM 5 , podrá incluir muchas de las nuevas conductas que afectan hoy al ser humano : la adicción a la tecnología, al sexo, al juego, al trabajo y a las compras.
A más de una década de la edición anterior de este prestigioso manual, los expertos de la Asociación Americana de Psiquiatría, que agrupa a 36 mil psiquiatras, están trabajando en una nueva definición de lo que es una adicción . De esta manera, conductas que la sociedad viene manifestando en la última década y que hasta ahora no habían sido tipificadas podrían ser consideradas como enfermedades en el DSM 5 , cuyo borrador final será enviado a la imprenta a fines de este año y su lanzamiento está programado para mayo de 2013. En tanto, hasta el 15 de junio, en www.dsm5.org se puede acceder a los contenidos de esta quinta edición y realizar comentarios sobre los proyectos.
Se trata de una clasificación sumamente importante porque una de las funciones de este manual es guiar a los psiquiatras sobre el diagnóstico de los síntomas de un paciente y el tratamiento que debe recibir, que incluye fármacos. Los especialistas estadounidenses afirman que “es necesario promover diagnósticos más precisos , intervenciones más tempranas y mejores resultados”.
El tema genera muchas críticas y rechazos en todo el mundo , sobre todo entre los psicoanalistas, que se oponen a las clasificaciones y privilegian el tratamiento en base a la singularidad del paciente. Dicen que, a lo largo de los años, desde la aparición del primer DSM (1952), cada actualización presenta más trastornos y, afirman, así se medicaliza cada vez a más personas .
Por todo esto, en distintas partes del mundo se han organizado Movimientos Anti DSM, como por ejemplo el “Occupy APA” (“Toma de la APA”) que el 5 de mayo pasado, durante el congreso anual de Filadelfia, realizó una gran protesta. Es más, 11 mil profesionales de todo el mundo firmaron un documento en el que piden a la asociación de EE.UU. que no ponga en marcha el manual .
Pero hay psiquiatras que están de acuerdo con esta ampliación. En primer lugar, señalan que traerá la ventaja de que las obras sociales y las prepagas contemplen el pago de ciertas terapias para tratar las adicciones . Pero también advierten que, de todos modos, la clave del trabajo del profesional de la salud mental es definir cuándo se trata de una manifestación natural del estado de ánimo de la persona y cuándo llega a convertirse en un trastorno.
El psiquiatra Julio Brizuela, presidente del Capítulo de Juego Patológico de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA), responde a las críticas. “No todos los pacientes necesitan tratamiento farmacológico. No hay dos pacientes iguales y siempre trabajamos su singularidad: su historia, su familia, su entorno”, dice a Clarín .
Por su parte, la psicoanalista Sonia Almada, directora del Centro de Salud Mental Aralma, destaca que si la mesa de trabajo del DSM 5 incluye como trastorno mental, por ejemplo, a la ludopatía, es porque socialmente existe, no lo están inventando . “Así sucedió cuando el DSM 4 , en 2000, incluyó el ataque de pánico, lo que hasta ese momento se lo diagnosticaba como trastorno de angustia o de depresión”, dice. “Pero también existe el riesgo de que cualquier conducta pueda terminar en ser patológica. Por ejemplo, una señora de 80 años, viuda, que va al bingo a jugar porque está sola, ¿es una enferma mental?”, agrega.
Para Elías Klubok, médico psiquiatra de APSA y también psicoanalista, “estos manuales clasifican conductas que producen infelicidad y que están entroncadas con los tiempos actuales, con los paradigmas actuales, algo que las mismas publicidades transmiten permanentemente : comprar compulsivamente, jugar para ganar, que ‘alguien de arriba’ nos salve”. Gustavo Dupuy, médico psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina, cree que “es necesario tratar a cada paciente en su singularidad, y no terminar ‘patologizando’ a la sociedad”.
“Iba a jugar al cyber ocho horas por día”
Por Martín Grosz
Sin parar. Fernando fue un adicto a los juegos en red, lo sufrió durante diez años y se drogaba para no parar.
Dice que su adicción a la tecnología empezó antes de Internet, con los videojuegos. “Como me sentía menos que el resto, trataba de ser mejor en algo y me pasaba el día entero en los fichines, tratando de superarme”, recuerda Fernando. Eso le impidió terminar el secundario.
Pero lo peor, explica, empezó con las computadoras y los juegos en red, porque se hizo tan dependiente que casi dejó de dormir y de bañarse, empezó a consumir cocaína para mantenerse despierto, se aisló de sus afectos y toda su vida empezó a derrumbarse. “Trabajaba como lavaplatos en un restaurante, pero iba a jugar al cyber ocho horas por día, cuatro antes y cuatro después del trabajo, hasta enganchar la promo y seguir hasta la madrugada. Después dormía sólo tres horas y al día siguiente todo se repetía”, relata.
Así estuvo 10 años, desde los 18 hasta los 28. Cuando vivía con sus padres, podía pasar hasta tres días sin volver a su casa. Luego se mudó con su pareja, pero solía mentirle e inventaba excusas para usar la computadora. “A veces me daban dos días de franco -recuerda-, pero a mi señora le decía que tenía que trabajar, y me iba al cyber 16 horas seguidas”.
“Llegó un punto en que hasta soñaba con los juegos. También me irritaba mucho si perdía. Una vez me calenté tanto que le di una piña al monitor y terminé con la mano cortada”, afirma. Cuando su pareja lo dejó y la adicción a sustancias se le hizo incontrolable, aceptó internarse en la Fundación Manantiales, donde ahora lleva seis meses intentando controlarse.
Tristeza, timidez y rebeldía, en “stand by”
Hace poco se supo que la tristeza, la timidez y la rebeldía iban a estar en la lista de “trastornos mentales” de la nueva edición del célebre manual de psiquiatría. Tras las críticas, que aseguran que se intenta convertir en enfermedad un hábito o rasgo de la personalidad, la Asociación Americana de Psiquiatría de EE.UU. dio marcha atrás a estas propuestas y está evaluando modificaciones en su inclusión. Los especialistas del DSM 5 aclaran que estas modificaciones no representan aún los cambios finales del manual porque el material sigue en proceso de revisión.
En el caso de la tristeza, por ejemplo, se intentó clarificar la diferencia entre la “tristeza normal” y la depresión. Para evitar que sean confundidas, se delimitó en dos meses el tiempo considerado “tristeza normal” ante un duelo; después de ese plazo se lo puede considerar como una trastorno de depresión que necesita un tratamiento.