El coraje y la vocación | 24 MAY 12

Las enfermeras que se atrevieron a viajar en plena guerra a Malvinas

Seis instrumentistas salvaron vidas durante el conflicto con Inglaterra; los soldados aún les escriben cartas en agradecimiento.

Por Natalia Pecoraro

Tenían veintitantos y eran instrumentistas quirúrgicas en el Hospital Militar Central. En junio de 1982 se presentaron voluntariamente a una convocatoria para prestar servicio en Malvinas. Un día después embarcaron rumbo al Sur y trabajaron en el Rompehielos ARA Almirante Irízar, que funcionaba como buque hospital frente a Puerto Argentino.

Marta Lemme y Susana Maza recuerdan esos días con emoción y respeto. A 30 años de la guerra, pueden revivir cada momento y contar sus vivencias con detalles. Reconocen que tuvieron miedo y mucha ansiedad, pero no se arrepienten. "Nuestra función era servir a la Patria y eso hicimos", sostienen..

Marta había empezado a trabajar en el Hospital Militar Central (HMC) en 1980. Susana, cuatro años antes. El 2 de abril de 1982, cuando fue el desembarco argentino en el archipiélago, preguntaron si podían anotarse para ir, pero no había instrucciones precisas. Además, la mujer no estaba incorporada con grado militar a las Fuerzas Armadas: recién a fines de ese año se recibieron las primeras promociones.

En junio, por pedido del Hospital de Puerto Argentino, la dirección del HMC abrió una convocatoria: el combate estaba dejando heridos de gravedad y necesitaban personal idóneo para cirugías. "Nos avisaron que si queríamos, podíamos participar. Requerían personas que supieran preparar las salas, el material, la aparatología...En aquel entonces, al no haber personal militar, las instrumentadoras eran todas mujeres y eran civiles. Los enfermeros que tenían grado militar no eran instrumentadores", explica Susana.

El llamado rindió sus frutos: se anotaron cinco enfermeras del HMC y una del Hospital Militar de Campo de Mayo. "Fue una cosa rápida, nos dijeron un mediodía y salimos al día siguiente", dice. Marta agrega que los familiares tuvieron poco tiempo para digerirlo. "A veces me preguntan qué dijeron mis padres, pero no tuvieron tiempo de pensar", cuenta.

A las cinco de la mañana se juntaron en la guardia del HMC, en la avenida Luis María Campos, en Palermo. De ahí, Aeroparque, Río Gallegos, helicópteros, el Irízar. Las equiparon con borceguíes, camperas, abrigo. Y zarparon rumbo a Malvinas. Sintetizan: "Emoción profunda, ansiedad, incertidumbre".

En el rompehielos convertido en hospital había 300 hombres, militares. "Nos recibieron muy bien, fueron muy atentos. Primero estaban asombrados de que estuviéramos ahí", describen.

"Cuando llegamos al buque, lo primero que quise fue llamar a mi familia para decir que estaba bien. Hasta que no encontré una radio para hacerlo no me quedé tranquila", dice Marta.

 

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