Las puertas de la percepción | 26 FEB 12

Todo depende del cerebro con que se mira el mundo

Más que del cristal, todo parece depender del cerebro que interpreta lo que se mira.

Por Facundo Manes* NEUROLOGO

El cerebro destina aproximadamente el 25% de su actividad y más de 30 áreas distintas para la percepción visual.

El cerebro visual no retrata la realidad como una máquina de fotos sino que le otorga un significado a las imágenes (tanto en forma consciente como no consciente).

El ojo captura información incompleta del mundo externo a partir de una imagen que no es 100% fidedigna: retiene lo más importante y descarta detalles más triviales.

El cerebro es, en realidad, el órgano que le da sentido a esta información.

El proceso de percepción, no sólo para la visión sino para todos los sentidos, se lleva a cabo de manera organizada y jerárquica: cada sistema va pasando por distintas “estaciones” en el cerebro de donde se extraen diversos patrones de información imprescindibles para poder percibir el mundo que nos rodea y, a medida que ésta pasa de una estación a la siguiente, se complejiza.

El proceso de percepción comienza en el nivel de los receptores sensoriales. La retina se encuentra en la parte posterior del ojo y contiene células especializadas denominadas “fotorreceptores” que perciben variaciones en la luz y convierten la energía óptica en energía eléctrica. La información converge finalmente en el nervio óptico, que es el encargado de enviarla, a través de varias áreas cerebrales, hacia la llamada “corteza visual primaria”, en el lóbulo occipital. En esta parte del cerebro se complejiza más la información: el procesamiento secuencial por distintas porciones de la corteza visual extraerá datos sobre el movimiento, sobre tonos del color, el brillo, sobre la existencia de ángulos bruscos o redondeados, etc. Por ejemplo, algunas células responden a líneas en direcciones determinadas: las que responden a las líneas verticales no se activan frente a líneas en otras direcciones. Existen circuitos que nos dan información del “dónde” (permitiéndonos así ubicar objetos en el espacio) y otros sobre el “qué” (aportando datos sobre la forma y características de los objetos para poder identificarlos).

 

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