Nuevas estrategias contra la gripe | 16 ENE 12

Todo está guardado en la memoria (inmunológica)

Una formidable capacidad de adaptación le permite esquivar los mecanismos de defensa más efectivos del sistema inmunológico y convertir en inútiles las más refinadas vacunas de una temporada a la otra.

Por Jorge Forno
 
La gripe es una enfermedad a veces banalizada y otras temida. Simpáticas publicidades de medicamentos –siempre paliativos– suelen alternar con rimbombantes mensajes mediáticos que presentan a algunas variantes del virus en cuestión como firmes candidatas a acabar con casi toda la humanidad. Sin dudas que el agente de la influenza acumula pergaminos para ser considerado una amenaza permanente. Una formidable capacidad de adaptación le permite esquivar los mecanismos de defensa más efectivos del sistema inmunológico y convertir en inútiles las más refinadas vacunas de una temporada a la otra. En EE.UU. y Europa, la finalización de 2011 tuvo como protagonista al problema de la gripe, con la realización de dos congresos internacionales pensados para discutir una amplia galería de asuntos, que abarcan los negocios de los laboratorios, las políticas públicas y la logística mundial en casos de emergencias globales. También, claro, queda un espacio reservado para las cuestiones científicas que rodean a tan esquivo e indeseado huésped viral.

El de la gripe es un agente infeccioso extremadamente simple, del grupo de los virus ARN. Conocidos desde que en 1935 Wendell Stanley logró cristalizar el Virus del Mosaico del Tabaco, estos tipos de virus están constituidos tan solo por un material genético de ácido ribonucleico (ARN) empaquetado en una cobertura proteica. En el caso del virus de la influenza, dos proteínas de aquella cobertura se combinan con hidratos de carbono para constituir unas estructuras que sobresalen de su superficie, la Hemaglutinina y la Neuraminidasa. De sus iniciales –H y N– provienen las cíclicamente famosas clasificaciones de los tipos de influenza, y junto con otras proteínas asociadas a la estructura de las membranas y al material genético son los blancos favoritos del sistema de defensa del huésped.

ADAPTANDOSE A LAS CIRCUNSTANCIAS

No es novedad decir que el virus de la gripe posee una increíble capacidad de adaptación. La variabilidad –que hace obsoletas a las vacunas de un año a otro y obliga a encarar campañas de inmunización anuales– se adquiere por mutaciones o combinaciones del material genético que son posibles incluso entre virus patógenos en distintas especies. Cuando dos variantes del virus infectan a una misma célula, puede producirse una explosiva mezcla de ARN que se transmite a la siguiente generación de virus modificando sus proteínas antigénicas. Esta modificación les hace adquirir una notable capacidad ofensiva frente a los desprevenidos sistemas inmunológicos. Como si todo esto fuera poco existen, tres tipos de influenzavirus según la variación de sus proteínas de membrana. El tipo A es el más peligroso, ya que se hospeda en una gran cantidad de especies y se distingue por su agresividad, mientras que los tipos B y C son menos comunes y también menos violentos.

A lo largo de la historia, la influenza ha dado muestras de su agresividad. Sin ir muy lejos en el tiempo, todavía estremece el recuerdo de la Gripe Española, que entre 1918 y 1919 se expandió por todo el mundo –aunque con mayor virulencia en el Hemisferio Norte– dejando según algunas estimaciones más de cien millones de muertos. El número de víctimas nunca fue completamente precisado ya que la información cayó en las garras de la censura imperante por el clima bélico que reinaba en Europa. China fue el país más afectado, pero esta pandemia quedó asociada para siempre a España, por ser éste uno de los pocos países occidentales que publicitaban –aunque recortadamente– las cifras de muertos.

BAJEN LA BARRERA

En la primera década del siglo XXI, los muy fundados temores a las pandemias gripales de gran magnitud se reavivaron. En 2005 se encontraron en Turquía y Rumania aves infectadas por una forma de virus de gripe aviar, la H5N1, que había afectado a decenas de millones de aves en Asia desde 2003, con una altísima tasa de mortandad. En los mercados asiáticos estas aves estaban en permanente contacto con otros animales de granja y el virus de la gripe aviar tenía las puertas abiertas para hacer gala de su portentosa capacidad de adaptación y saltar la barrera entre especies. En general no es fácil que un agente infeccioso pase de una especie a otra, pero cuando este pasaje ocurre suele estar acompañado de una alta tasa de contagio para los desafortunados nuevos huéspedes. Ni que hablar de los estragos que pueden causar estos agentes infecciosos de probada tasa de mortalidad.

Las luces de alerta se encendieron frente a la posibilidad de que el virus aviario adquiriera la capacidad de infectar a los seres humanos. Así salieron a la luz desde una controvertida vacuna vietnamita –anunciada con bombos y platillos, pero que no respetaba los protocolos de investigación aceptados por la comunidad científica– hasta planes de emergencia y medidas de acción que afortunadamente no fueron necesarias frente a la evolución de los hechos. La cuestión puso sobre el tapete la debilidad que frente a la urgencia por enfrentar una epidemia implica estar atado a los más lentos y biológicos tiempos requeridos para el desarrollo de una vacuna efectiva. Y también la necesidad de contar con un rápido y masivo acceso a la medicación disponible.

 

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