Mal de Chagas | 18 OCT 11

Las vinchucas pueden aprender

Sorprendente hallazgo sobre el insecto que lo transmite.

Por Nora Bär

Si el catálogo de la vida, aun de sus formas más primitivas, es inagotable en datos para el asombro, el investigador argentino residente en Francia Claudio Lazzari acaba de agregar uno que desconcierta: según publicó recientemente en The Journal of Experimental Biology , las vinchucas (insecto vector del parásito Tripanosoma cruzi , que causa el mal de Chagas) son capaces de ciertas formas de aprendizaje, una habilidad que de algún modo les permitiría seleccionar a sus víctimas entre las menos capaces de defenderse.

Los científicos saben desde hace mucho que los insectos hematófagos [que se alimentan de sangre] no pican de la misma forma a todos los integrantes de una población. Y se especulaba que debían tener alguna capacidad de aprendizaje, que a su vez podría tener un impacto importante en la transmisión de enfermedades. Sin embargo, hasta ahora esa hipótesis no había podido probarse.

En 2007, Lazzari ya había mostrado que las vinchucas pueden ubicar dónde están los vasos sanguíneos subcutáneos gracias a su sensibilidad al calor. Pero, según explica durante una comunicación telefónica, alimentarse de sangre es una tarea difícil, de mucho riesgo, y junto con los colegas de su laboratorio del Instituto de Investigación sobre la Biología de los Insectos, en la Universidad François Rabelais, de Tours, imaginaron que debían poder aprender.

"El problema para demostrarlo fue que la psicología experimental impone reglas muy estrictas, difíciles de aplicar en insectos -cuenta Lazzari-. De modo que decidimos usar modelos clásicos, ya probados, por ejemplo, en abejas y en la mosca de la fruta ( Drosophila ), para diseñar experimentos específicos para las vinchucas."

La búsqueda de respuestas a estos interrogantes dio origen a varios trabajos, cuyo primer autor fue un doctorando de Lazzari, Clément Vinauger, y que también firma Laura Buratti.

Uno de los primeros obstáculos que debieron resolver fue encontrar una forma de recompensarlas.

"Primero, trabajamos con un olor neutro que no provoca ninguna respuesta en las vinchucas, pero que sabemos que ellas detectan -cuenta el científico-. Les presentamos el olor mientras se alimentaban, probamos si eran atraídas y resultó que sí."

Lo singular del caso fue que más tarde el mismo olor, pero esta vez asociado con una molestia o castigo, tuvo un efecto repelente.

"Es decir, podía resultar atractivo o repelente, de acuerdo con la situación con que estuviera asociado, lo que revela algún grado de memoria", destaca Lazzari.

Vida real

Como el olor con el que trabajaron los científicos en el laboratorio era puro, cabía preguntarse si el mismo efecto se verificaba en la vida real.

Entonces, Vinauger les presentó dos animales diferentes (roedores y codornices) a grupos de vinchucas para que los eligieran y vio que las "inocentes" [es decir las que no habían sido expuestas a ningún tipo de condicionamiento] elegían a cualquiera de ellos por igual.

 

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