Encuentro en Mendoza | 26 SEP 11

Propician los cuidados paliativos para garantizar la muerte digna

Es una especialidad médica reconocida por la Organización Mundial de la Salud que aún no se enseña en Mendoza. Quienes la ejercen dicen que es mejor para el paciente y su familia.

Por Carla Luna

“La primera vez que me dijeron que tenía cáncer de hueso me asustaron mucho, porque el médico tratante me aseguró que si levantaba un vaso con agua podía sufrir una fractura de brazo. Me fui a vivir con mi hija durante ese primer momento de miedo. Pero allí en ese entorno joven me sentía más vieja y enferma aún, porque parece que la vida te superó y no tenés más que esperar la muerte. Estoy convencida de que esos sentimientos hacen que la enfermedad avance más rápido aún”,cuenta con calma Mirta Cardinale (60), docente jubilada, que transita por cuarta vez un cáncer y tiene a cargo a su mamá de 87 años.

 Su modo de reaccionar consistió en buscar aquello que la hiciera feliz, entonces contrató ayuda para el cuidado de su madre y así pudo comenzar a estudiar teatro y canto por las tardes. Para Mirta, llegar hasta aquello que la hace sentir bien mientras lucha con el cáncer no fue un camino sencillo, porque sufrió en carne propia las diferencias de criterio entre un oncólogo que sólo ve una enfermedad en curso y otro que también considera sus deseos, angustias y expectativas como parte del abordaje médico. Uno le dijo: “Señora, cállese y escuche lo que yo le indico”. Otro: “No te vamos a dejar sola”
 La diferencia no es de carácter, sino de formación del profesional en un modelo de abordaje conocido como cuidados paliativos de las enfermedades incurables, que implica darle una buena calidad de vida al paciente en el momento del diagnóstico, el proceso de la patología, hasta el momento de su muerte, para que ésta sea digna y pacífica.

 En la práctica el cuidado paliativo significa que el médico no actúa solo, sino junto con un equipo de psicólogos, trabajadores sociales, enfermeros, nutricionistas y el entorno familiar, con el propósito de informar al paciente y diseñar el tratamiento de acuerdo con sus necesidades y deseos. Para que esto sea una realidad, es clave el tratamiento del dolor en sus cuatro dimensiones: física, espiritual, moral y psicológica, de manera tal que el enfermo tenga autonomía para pensar qué quiere.

 

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