La verdad y otras mentiras | 19 SEP 16

El largo trecho del dicho al hecho

Variaciones sobre la inercia

"Pero a los ciegos no le gustan los sordos
 y un corazón no se endurece por que sí". Patricio Rey

A medio camino entre la innovación y la esterilidad, es decir, en ninguna parte.

Hay ideas de las que ya casi nadie duda. La unidad entre mente y cuerpo, la necesidad de salir del encierro disciplinar, la insuficiencia de las explicaciones totalizantes, entre otras. Sin embargo nos ha tocado vivir en una época en la que los conceptos van delante de los acciones. Basta observar la distancia entre lo que declamamos y lo que hacemos para registrar el abismo que separa una cosa de la otra. Muchos nos regodeamos en la vanguardia discursiva mientras no somos capaces de arrancar a nuestros propios pies del barro de lo que siempre hemos hecho. Nuestras lenguas se nos adelantan. Nuestras cabezas estiran el cuello hacia el futuro mientras no logramos despegar nuestros pies encadenados al pasado. Percibimos la necesidad del cambio, pero al mismo tiempo somos agentes de la inercia y la perpetuación de lo mismo. Estamos a medio camino entre la innovación y la esterilidad. Es decir, en ninguna parte.

No se trata de un ejercicio sistemático del cinismo. No existe una voluntad deliberada de contradecirnos. Lo que sucede es algo mucho más elemental y dramático: sabemos “qué” hacer pero ignoramos “cómo” hacerlo. Nadie niega en su práctica lo que expresa en su discurso por una absurda vocación de incoherencia. Es que simplemente no sabemos cómo implementarlo. No somos estúpidos, somos ignorantes.

El arduo camino entre la ciencia y las prácticas no se transita sin conflicto. Nadie abandona sin dolor la comodidad de lo que siempre ha hecho. Nunca se han gestado nuevas formas sin experimentación y sin fracasos. La creatividad es una condición necesaria pero no está exenta de riesgos. La conciencia de que lo que hacemos en nuestras propias disciplinas está por detrás de las necesidades del presente es apenas un primer paso imprescindible. Tenemos que "inventar" nuevos dispositivos que nos permitan convertir nuestras ideas en actos. Estamos parados sobre el inestable y agrietado suelo de nuestros propios saberes. Los resultados de lo que hacemos dependen tanto de lo que conocemos como de los modos en que aquello es puesto en práctica. La implementación es la única forma de convertir el conocimiento en beneficio para los demás en temas de salud.

Si la realidad nos contradice..., peor para ella.

  • Aprendemos que la diabetes es más que la hiperglucemia, que focalizarnos en esa única variable no solo es fútil sino peligroso. Pero nos sentamos en el consultorio y tomamos decisiones basados exclusivamente en ella.
     
  • Vemos a nuestros pacientes a lo largo de los años fracasar con nuestras recomendaciones alimentarias. Engordan, suman alteraciones metabólicas, hipertensión arterial, más tarde infartos o ACV. Asistimos a diario al desastroso resultado de lo que hacemos desde hace décadas. Pero preferimos creer que es porque la gente no cumple con nuestro consejo y no porque ese consejo es absurdo, sin evidencias sólidas y, muchas veces, basado en un fraude científico escandaloso. Defendemos nuestras creencias a capa y espada. Si la realidad nos contradice..., peor para ella.

El diálogo entre disciplinas

La imaginación fluye hacia mundos inexplorados, pero tenemos las manos atadas. El diálogo entre disciplinas es casi siempre una mera aspiración. Un plano desplegado sobre la derrota de cada día. No es posible hablar sin renunciar a los lenguajes que crean la ilusión de decirlo todo. Es sobre la fractura de unas lenguas que ya no pueden nombrar lo que pensamos que encontraremos el espacio del intercambio. No pocas veces elegimos el camino de la repetición para conjurar el horror a la incertidumbre. Nadie podrá incorporar lo nuevo sin renunciar a la falsa certeza de lo que creía saber. Ni la arrogancia, ni el desprecio por la prueba de la experiencia o del método científico nos abrirán las puertas de un ejercicio articulado de nuestras profesiones. Ha terminado el tiempo en que los hechos se describían según perspectivas que confirmaban nuestras creencias. Ya no es posible oscurecer lo que refuta lo que siempre hemos creído. Hay que decirlo de una vez, hemos estado equivocados.

Pues, ¡no!

¿Qué las grasas son malas y el azúcar bueno? Pues, ¡no! ¿Qué el ejercicio contrarresta los excesos alimentarios? Pues, ¡no! ¿Que la obesidad es un trastono de conducta entre la gula y la pereza? Pues, ¡no! ¿Que un enfermo diabético puede comer de todo con moderación? Pues, ¡no! ¿Que los trastonos psíquicos pueden explicarse siempre por una historia del trauma infantil?, Pues, ¡no! ¿Que los trastonos del aprendizaje son siempre la manifestación de una conflicto emocional? Pues, ¡no! ¿Que tratando factores de riesgo tratamos el riesgo? Pues, ¡no! ¿Que un diagnóstico precoz es siempre deseable? Pues, ¡no!

Cuando la medicina se convierte en biología, se disfraza de ciencia, se desnaturaliza, se hace cruel y ciega.

Las disciplinas empiezan a tocarse. Las fronteras se hacen borrosas y fluctuantes. Pero, por el momento, predominan los falsos puentes que no conducen a ninguna parte. De ese contacto íntimo entre dos formas de conocimiento debería nacer una nueva que nos iluminara el mundo con una luz diferente. Una propiedad emergente como producto de la confluencia de saberes. Sin embargo predomina la sustitución y no la emergencia, la mera adición y no el poder generativo de la novedad.

 

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