El accidente nuclear en Japón | 30 MAR 11

La psicología del riesgo

El cerebro humano está mal equipado para evaluar la incertidumbre.

Por Nora Bär

El accidente nuclear en Japón, que por estas horas continúa despertando fantasmas en todo el mundo, es un ejemplo ilustrativo de cómo funciona nuestra percepción del riesgo: mientras para algunos es la prueba de que la energía nuclear es más segura que otras fuentes, como el carbón o el petróleo (después de 14.000 años acumulados de operación en los 442 reactores que existen hasta hoy, sólo hubo tres accidentes importantes, piensan), para otros es la demostración palpable de que hasta los riesgos más pequeños pueden hacerse realidad y por lo tanto hay que evitarla (se calcula que un terremoto como el que acaba de registrarse ocurre una vez cada mil años, y seguido de un gran tsunami, la probabilidad es aún menor).

Acostumbrado a clasificar la realidad en blanco y negro, el cerebro humano está mal equipado para evaluar la incertidumbre. Nos corre un sudor frío por la nuca si el avión en el que viajamos atraviesa una turbulencia, pero no dudamos en desplazarnos por una autopista a más de ciento veinte kilómetros por hora después de un pesado día de trabajo, aunque las estadísticas muestran que la posibilidad de perder la vida en un choque de autos es mucho mayor que la de hacerlo en vuelo.

 

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