Sebastián A. Ríos
Existen tres formas de acoger a una nueva mascota en el seno de una familia, afirman sociólogos norteamericanos que realizaron un estudio sobre las distintas "ideologías" que se esconden detrás de la crianza de un animal de compañía.
Están los que adoptan al nuevo perro/gato como si fuera un hijo más -los "humanistas"- y no dudan en hacerle un lugar en la cama y festejarle el cumpleaños; están los "asistencialistas", que ubican al perro por debajo de cualquier miembro de la familia y rescatan del animal su potencial para defender el hogar o ayudar en las tareas rurales, y, por último, los "proteccionistas", los defensores del bienestar animal, cuya visión del cuidado parte de pensar en cuáles son sus necesidades.
"Estas son ideologías y, por lo tanto, los proteccionistas son muy críticos con los humanistas, que a su vez son muy críticos con los asistencialistas, y así...", sostiene David Blouin, sociólogo de la Universidad de Indiana, Estados Unidos, y autor del citado estudio. No hace falta precisar qué línea de pensamiento cultiva quien afirma que un perro no puede vivir en un departamento, ni a cuál responde aquél al que se le escapan las lágrimas cuando oye que alguien deja que su perro duerma afuera.
Lo cierto es que -más allá de las ideologías- la llegada de un animal implica, de una o de otra forma, una reestructuración de la dinámica familiar. Y que en gran medida la suerte que correrá esta nueva relación familia-mascota dependerá de cuáles serán las reglas de juego que los miembros humanos de esta comunidad propongan.
"Lo importante es que todos los miembros de la familia estén de acuerdo con la incorporación de un animal. Muchas veces son imposiciones y eso es un generador de conflictos. Un cachorro necesita mucha atención, ya que durante los primeros meses se desarrolla su comportamiento, y es entonces que debe aprender todo lo que necesita para convivir con su nuevo grupo", dijo la doctora Silvia Vai, médica veterinaria integrante de la Unidad de Etología Clínica del Hospital Escuela, de la Facultad de Ciencias Veterinarias (UBA).
"Hay mucha gente que se compra un perro pensando que no requiere mucho tiempo de uno; lo lleva a su casa el fin de semana y el lunes se va a trabajar y el perro se queda solo. No hay nadie que le ponga límites, y eso puede dar lugar a problemas de comportamiento futuros."
Destructividad, agresividad y ladridos obsesivos son algunos de los problemas de conducta que recibe Vai en su consulta, y aporta un ejemplo: "Compran un perro durante las vacaciones y están todo el tiempo con el cachorrito, lo tratan como si fuera un bebe, no se despegan; pero luego se terminan las vacaciones, los chicos vuelven a la escuela y los padres a trabajar. De golpe cambia la rutina del hogar y el perro se queda solo, aúlla y rompe todo cuando los dueños no están...".
Lo que sí, lo que no
¿Cómo sentar las bases de una buena convivencia entre mascotas y humanos? Para empezar, las reglas deben valer para siempre. Si el perro de cachorro está todo el tiempo a upa, como un bebe, de grande también lo va a querer estar, y si está todo el tiempo en compañía, va a querer gozar de ésta durante el resto de su vida en familia. Y lo mismo se aplica a lo que la mascota puede o no hacer. "Hay que ser coherente: lo que se permite, se permite siempre; lo que no, nunca."
Algunos consejos prácticos a la hora de incorporar un animal de compañía al hogar son:
Pensar cuánto tiempo se le va a poder dedicar. Si uno no dispone de tiempo para sacar a pasear a un perro, mejor será un gato, que se adapta mejor a estar solo.
Pensar cuánto dinero se dispone para su cuidado. Los alimentos y medicamentos varían en función del peso, por lo que un animal de 40 kilos va a requerir una buena inversión para esos cuidados mínimos.
Evitar que el cachorro por adoptar sea separado de su madre antes de las siete a ocho semanas, ya que en ese tiempo la madre imparte a sus cachorros nociones básicas de comportamiento.
Desde cachorro, el animal debe estar en contacto con chicos, bebes y personas mayores; eso evitará que de adulto les tenga miedo y sea agresivo contra ellos.
Nunca jugar en forma violenta, pues estimula la agresividad.
Dado que los perros tienden a respetar la jerarquía dentro de su manada, es conveniente no dejarlos subir a la cama y no darles comida de la mesa en la que está comiendo la familia. Si desde cachorros ocupan el lugar jerárquico inferior dentro de la familia, responderán mejor y serán menos agresivos.
No darles para que jueguen ropa vieja o juguetes de los chicos, ya que después jugarán con ropa nueva o juguetes que uno no quiere que destrocen.
"Mucha gente busca en una mascota un peluche y muchos perros o gatos no lo son; tienen un temperamento fuerte, por lo que van a necesitar una educación más estricta. Si entendemos que lo que traemos a casa no es un juguete, sino que es un animal, la cosa funciona", concluyó Vai.
Pappo llegó a casa
"Lo encontramos en el Jardín Botánico abandonado y nos partió el alma. Ya estaba instalada en la familia la idea de adoptar otro gato --ya tenemos otros dos adultos- y decidimos llevarlo a casa", cuenta Gerardo, que desde hace 12 días comparte con los demás integrantes de su familia los cuidados de Pappo, un cachorrito de no muchos más días de vida.
Cada dos horas, Pappo debe tomar de una mamadera una mezcla de leche maternizada, limón, manteca y crema, destinada a estimular su crecimiento. Todos participan de éste y los otros cuidados. "Miranda y Valentín están ahí, se encargan, está bueno; ellos tienen una noción de lo que es un bebe sin haber tenido un hermanito chiquito", dice Gerardo, al referirse a sus hijos.
"A los chicos una mascota les permite aprender a cuidar y a educar a otro, y las responsabilidades que esto implica", afirma el médico psiquiatra Francisco Doria Medina. "El afecto, el cuidado, el juego yla decodificación de otro ser vivo y ligado a la naturaleza son los beneficios que aporta el acercamiento entre las personas y los animales", agrega su colega, la doctora Liliana Fernández.
Miranda y Valentín aprendieron los cuidados de una mascota con Emme y Toto, los dos gatos adultos de la familia. "Empezamos con hámsteres y peces, pero ellos pedían a gritos una mascota con más interacción; decidimos probar con gatos, y chicos y gatos se adaptaron perfectamente -asegura Gerardo-. Esta es una experiencia nueva, porque Pappo es un gato que no se destetó y todavía necesitaría a su madre. Es apostar fuerte en la crianza de una mascota recién nacida sin su madre biológica."