Sua aplicaciones en neurocirugía | 15 FEB 11

El robot ve más que el cirujano

El uso de un nuevo dispositivo reduce el posoperatorio de los pacientes de neurocirugía en un 34% - La máquina permite seguir el proceso en directo.

EMILIO DE BENITO  -  Madrid

La operación empieza como todas: una vez el paciente ha sido anestesiado, colocado y sujetado a la camilla -una peculiar, sin patas, a la altura de los pies, para lo que se verá después- un ligero olor a quemado indica que los bisturíes eléctricos están en acción para despejar la vía de los médicos hasta la columna del paciente. Pero cuando ya se ha despejado el campo de acción para los cirujanos, estos se retiran y un enorme escáner circular -el donut, lo llama Manuel de la Torre, jefe del servicio de Neurocirugía del hospital La Milagrosa de Madrid- entra en escena. El técnico, siguiendo las instrucciones del médico, detiene el aparato, llamado O-arm, sobre la zona a intervenir, y en una pantalla se ven las imágenes que toma, primero desde la espalda del hombre, luego desde su costado. El dispositivo es un círculo de más de un metro de diámetro que se desplaza, como si enhebrara, alrededor de la camilla con el enfermo.

Cuando ya se ha definido la zona que interesa operar, el quirófano se queda casi vacío -no hay por qué someterse a más radiación de la estrictamente necesaria, indica De la Torre-. El aparato hace un recorrido sobre el cuerpo del paciente, y, tras procesarse las imágenes, el resultado se ve en pantalla. La maltrecha columna del hombre se ve en tres dimensiones, con sus hernias, su desviación y sus rigideces.

Esas imágenes son las que van a servir de guía a los médicos que tienen que implantar ocho tornillos y una especie de andamiaje para sujetar la columna de Joaquín Asensio, un hombre de 67 años que, según cuenta apenas tres días después, llevaba cuatro meses con dolores y sin poder caminar más de 200 metros sin sentarse a descansar. El neuronavegador permite ver, sobre la imagen de la columna, la dirección que van a llevar los tornillos antes de que se implanten, e indica si hay que modificar la trayectoria para asentarlos bien o no interferir con zonas dañadas que esté en la parte que no se ve a simple vista de la columna. También es el último control antes de salir del quirófano.

Claro que la maquinaria no evita que sea el médico el que decida "el tamaño del tornillo que se va a poner, ni cuántos o dónde", aclara De la Torre. "Pero ayuda mucho". Y, si hay un inconveniente, para eso está el equipo quirúrgico. Sin olvidar las técnicas más tradicionales. Por ejemplo, cuando el tercero de los tornillos no quiere entrar en el hueso. "¡Qué duros los tiene!", se oye comentar al médico, que pide un martillo para empezar la rosca.

 

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