Ángel Díaz | Madrid
El modo en que percibimos un objeto depende del lugar que éste ocupe dentro de nuestro campo visual. Esta afirmación, que contradice teorías anteriores de la neurociencia, vale también para las caras. Y, más en concreto, para el sexo que les atribuimos.
Investigadores de EEUU y Francia acaban de presentar un experimento para el que han empleado rostros masculinos y femeninos sobre un monitor, y cuyos resultados son sorprendentes: una misma cara puede parecernos de hombre o de mujer, según desde dónde la veamos.
Los investigadores, dirigidos por el psicólogo Arash Afraz, de la Universidad de Harvard, mostraron a los voluntarios rostros generados por ordenador, que presentaban una graduación desde los más femeninos hasta los más masculinos y estaban inspirados en caras reales. Sin embargo, al estar desprovistos de cabello y cualquier adorno, no siempre era fácil distinguirlos.
Además, las caras aparecían durante sólo 50 milisegundos, en diferentes áreas de la pantalla. Cuando surgían las caras más andróginas, las mismas personas las identificaban bien como masculinas o bien como femeninas, dependiendo del lugar del monitor en el que se mostraran.
Los resultados han llamado la atención porque, hasta ahora, los expertos en este campo creían que el modo en que el cerebro humano percibe un objeto no depende de la posición que este ocupe en relación con la retina. Los resultados del estudio han mostrado que el sesgo para interpretar el sexo de los rostros es individual en cada persona.
Es decir, unos tienden a decir que un rostro es femenino -aunque no lo sea- cuando éste asoma por la derecha y en la parte de arriba del monitor, y en otros casos puede ocurrir exactamente al revés. Pero estos patrones, aunque distintos entre sí, son fijos en cada individuo.
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