Por Nora Bär
Palestinos e israelíes, blancos y negros, indígenas y europeos, judíos y musulmanes, heterosexuales y homosexuales... La historia es absurdamente pródiga en conflictos surgidos por diferencias étnicas, religiosas, nacionales y hasta de orientación sexual. Y aunque a primera vista este rasgo humano parece inexplicable, científicos argentinos acaban de demostrar por primera vez que los sentimientos de pertenencia grupal son tan profundos que pueden afectar nuestra percepción subjetiva del otro de forma implícita e inconsciente.
En un trabajo que se publica en Frontiers in Human Neuroscience, Agustín Ibáñez, Ezequiel Gleichgerrcht y Facundo Manes, del Laboratorio de Psicología Experimental y Neurociencias de Ineco y la Universidad Favaloro, junto con colegas de las universidades Diego Portales y Católica de Chile, pudieron probar que al mismo tiempo que percibe una cara el cerebro registra además a qué etnia pertenece y le atribuye un contenido emocional positivo o negativo. ¡Y todo esto en menos de 170 milisegundos!
"Con esta investigación mostramos que el cerebro detecta automáticamente si un rostro integra o no el propio grupo de pertenencia y le asigna una valoración positiva o negativa mucho antes de que el sujeto responda", afirma Ibáñez, también investigador del Conicet. Según los científicos, éste es el primer trabajo que pone en evidencia las bases cerebrales de la pertenencia grupal y del prejuicio racial.
Para llegar a estas conclusiones los investigadores sometieron a 36 personas de entre 18 y 40 años a un experimento conocido como "test de asociación implícita" (IAT, según sus siglas en inglés).
"En Sudamérica, especialmente en Chile (y en menor grado en la Argentina), los mapuches son una minoría grupal que ha estado históricamente en conflicto con otros grupos mayoritarios desde la colonización española -dice Ibáñez-. Elegimos ambos grupos porque presentan patrones de pertenencia grupal y sesgos raciales con respecto a los otros, lo que nos ofrecía un modelo experimental para estudiar conductas de prejuicio."
Míos, tuyos y nuestros
Según explican, cuando vemos la cara de una persona que pertenece a nuestra etnia (endogrupo), rápidamente lo diferenciamos de alguien ajeno (exogrupo) gracias a que nuestro cerebro es experto en procesar rostros: las regiones llamadas giro fusiforme y surco temporal superior pueden detectar sus características específicas en menos de 170 milisegundos.
En el IAT los participantes tienen que apretar el botón izquierdo o derecho de un monitor para clasificar rostros y palabras.
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