Cristina de Martos | Madrid
Hace tan solo una década, un grupo de investigadores del Instituto Médico Howard Hughes (EEUU) describió los receptores gustativos del sabor amargo y qué genes eran los responsables de su existencia. Ahora, un equipo de la Universidad de Maryland ha hecho un descubrimiento muy interesante. En primer lugar, han visto receptores de este tipo en las vías respiratorias y, además, han observado que su estimulación provoca su dilatación, lo que podría convertirlos en un buen tratamiento para el asma o el EPOC.
Nuestra lengua contiene miles de receptores gustativos que no sólo sirven para distinguir los sabores sino también, como es el caso de los destinados al amargo, para evitar intoxicarnos con los alimentos. La teoría dice que estos evolucionaron para que distinguiéramos, por ejemplo, entre las almendras dulces, inocuas, y las amargas, que contienen amigdalina, una sustancia venenosa.
Pero ésta podría no ser su única misión. "De forma inesperada, encontramos recientemente la expresión de varios receptores del sabor amargo en el músculo liso de las vías aéreas", explican los autores en la revista 'Nature Medicine'. El motivo de su presencia en este extraño sitio era una incógnita así que se pusieron manos a la obra para averiguar cómo funcionan y para qué sirven.
En principio, pensaron que su presencia en las vías aéreas indicaba que algunas enfermedades broncoespásticas como el asma ocupacional (el que se genera en el ambiente de trabajo) podrían ser provocadas por sustancias inhaladas que actúan sobre estos receptores causando la contracción de los bronquios.
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