La Sociedad Argentina de Diabetes (SAD), advirtió que la decisión de realizar un transplante de páncreas debe ser realizada con criterios muy estrictos, y exclusivamente en personas que no logren un adecuado control de azúcar en sangre a pesar del tratamiento con insulina.
El transplante de páncreas logra en la mayoría de los pacientes un control adecuado de los niveles de glucosa, pero debe tenerse en cuenta que este procedimiento médico implica una intervención quirúrgica importante, que no está desprovista de potenciales complicaciones.
En un documento de prensa sobre el tema, la SAD recordó que el páncreas de las personas con diabetes mellitus tipo 1 (antes llamada insulinodependiente) no produce insulina, o lo hace en mínimas cantidades, que resultan insuficientes para controlar los niveles de azúcar (glucosa) en la sangre.
El tratamiento más frecuente y mejor desarrollado para estas personas es la aplicación de insulina. “Sólo en un porcentaje muy bajo de pacientes puede ocurrir que este tratamiento no funcione adecuadamente, y en estos casos podría plantearse el transplante de páncreas como tratamiento alternativo”, indica la SAD.
Las complicaciones devenidas del transplante se relacionan con la cirugía y con los medicamentos que posteriormente deben tomar los pacientes. En centros con amplia experiencia, la expectativa de vida dentro del año del transplante es mayor al 90%, pero existe aproximadamente un 10% de pacientes en quienes las complicaciones pueden ser graves y presentan riesgo de fallecer.
Ventajas y riesgos
Debido a que el sistema de defensas (células del sistema inmune) del organismo puede rechazar el órgano transplantado por considerarlo un tejido extraño, las personas que reciben un transplante deben tomar medicamentos inmunosupresores que tienen el objetivo de bajar las defensas.
Este tratamiento -que debe mantenerse de por vida- en la mayoría de los casos evita que el páncreas implantado sea rechazado por el organismo, pero como contrapartida aumenta el riesgo de infecciones y a largo plazo en algunas personas puede aumentar el riesgo de aparición de tumores malignos.
Según remarca la SAD, el transplante de páncreas no se realiza para evitar, en el paciente con diabetes tipo 1, los trastornos e incomodidades asociados al uso de insulina, sino que debe recomendarse solamente en los casos en que el tratamiento insulínico haya fallado, y la persona con diabetes sufra de episodios de glucosa en sangre muy elevados o muy bajos, sin posibilidad de controlarlos adecuadamente. “Las personas que sean candidatas a un trasplante pancreático deben ser seleccionadas con criterios muy rigurosos”, enfatiza la institución.
El transplante simultáneo
La diabetes puede afectar, en especial si está mal controlada, la vista, el sistema cardiovascular, los nervios y los riñones. Cuando un paciente con diabetes necesita hemodiálisis por haber perdido la función renal, puede ser candidato a un transplante simultáneo de riñón y páncreas. De hecho, este tipo de cirugía doble es el que se realiza con mayor frecuencia, debido a que el transplante renal tiene resultados superiores a la terapia dialítica.
De esta manera, se aprovecha la inmunosupresión que de por sí debe administrarse por el transplante renal y se transplanta también el páncreas. Con este tratamiento, es posible prácticamente duplicar la expectativa de vida que tendría un paciente con diabetes si siguiera en diálisis.
Por eso –enfatiza la SAD- el transplante simultáneo de riñón y páncreas está recomendado en personas con diabetes que hayan perdido la función del riñón y requieran diálisis. En cambio, la decisión de realizar un transplante de páncreas en forma solitaria debe ser realizada con criterios muy estrictos y exclusivamente en personas que no logren un adecuado control de la glucosa en sangre a pesar del tratamiento con insulina.
“En cualquiera de las dos formas de transplante de páncreas, existen beneficios y complicaciones que toda persona con diabetes debe consultar con su médico”, subraya la institución.