Una vergonzosa realidad llega al cine | 19 MAY 10

"Carancho"

El increíble negocio de los que lucran con el dolor ajeno. Un nuevo film argentino y sus vínculos con una realidad que ya no puede ocultarse.

En Argentina mueren al año en accidentes de tránsito mas de 8 mil personas, un promedio de veintidós por día; más de ciento veinte mil resultan heridas. La última década ha dejado 100 mil muertos. Los millones de pesos que necesitan las víctimas y sus familiares para afrontar gastos médicos y legales, producen un enorme mercado, sostenido por las indemnizaciones de las aseguradoras y la fragilidad de la ley. Detrás de cada desgracia asoma la posibilidad de un negocio. 

SOSA, es un abogado especialista en accidentes de tránsito, a punto de recuperar su matrícula. Se mueve entre guardias de hospitales, servicios de emergencias y comisarías en busca de posibles clientes.
 
LUJÁN es una joven médica recién llegada a la ciudad, que trabaja en múltiples lugares: ambulancias, guardias de hospitales, servicios de emergencias. Sola, con un ritmo de trabajo que apenas le permite dormir, se enfrenta a un mundo que desconoce.
 
Esta historia de amor comienza la noche en que Luján y Sosa se conocen, en la calle. Ella tratando de salvar la vida de un accidentado, él tratando de convertirlo en su cliente. Juntos, intentarán modificar el rumbo de sus vidas, pero el pasado turbulento de Sosa se interpondrá.

MATANZA CINE FINECUT PATAGONIK AD VITAM L90 PRODUCCIONES Presentan. CARANCHO una película de PABLO TRAPERO. Con RICARDO DARIN - MARTINA GUSMAN CARLOS WEBER - JOSE LUIS ARIAS FABIO RONZANO - LOREN ACUÑA - GABRIEL ALMIRÓN - JOSÉ ESPECHE con el apoyo de INCAA - PROGRAMA IBERMEDIA Sitio web del film

Lucrar con el dolor ajeno

Algunos estafan a víctimas de accidentes para cobrar indemnizaciones. Compran los casos en hospitales y comisarías. También hay trampas en los cementerios. Y lo último: las falsas funerarias, que intentaron engañar a un periodista de Clarín.

Por: Gerardo YoungClarin.com

Es un territorio único, el del dolor, donde las anestesias no siempre alcanzan. En ese sitio hostil mandan los "caranchos", escondidos detrás de un rostro afable (digamos, un Ricardo Darín) o bien detrás de una voz en el teléfono. Acudo a la primera persona porque fui víctima de ellos, o casi, hace nueve días. Habíamos enterrado a mi papá hacía apenas cuatro horas, cuando mi hermano atendió el teléfono:

- Buenos tardes, hablamos de la cochería...

Era la voz de un hombre, muy formal, extremadamente cuidadoso, hasta parecía acongojado por la desgracia familiar a la que invadía. Le explicó a mi hermano que estaba chequeando la calidad del servicio de la funeraria. Si los empleados habían llegado a horario, si la familia había sido bien atendida. ¿Volvería a recomendar a la empresa? Envalentonado, el hombre explicó que el trámite para obtener el certificado de defunción -del que se ocupan las funerarias- podía demorarse varios días, pero podía acelerarse si se pagaba "ya mismo" un adelanto del servicio.

- Si le parece, le enviamos hoy mismo un cobrador a su casa.

Mi hermano dudó, como dudan las cientos de víctimas de estos "caranchos". Pero por suerte tuvo el tino, una gota de lucidez en medio de ese sentirse aturdido de la congoja, para darse cuenta de que lo estaban timando. Le dijo que no, que prefería ir a pagar a la cochería tal como se había acordado.

La voz del teléfono no era la de un empleado de funeraria; era un embaucador. "Dos de cada treis clientes sufren esos intentos de extorsión", explicaron en la tradicional cochería Lázaro Costa. Las víctimas, multiplicadas, son cientos o miles por día. Sólo para darse una idea de la magnitud, hay 400 cocherías sólo en la Capital y mueren por año, en todo el país, 250 mil personas. Y muchos familiares caen en la trampa. Le pasó en esos días a la familia de Guillermo Salatino. El sábado de la semana pasada enterraron a Alejandro, hijo del periodista más famoso del tenis, y a las pocas horas recibieron el llamado de otra supuesta cochería. Salatino lo contó días después en radio La Red. "Se llevaron dos mil pesos. Le quiero decir a la gente que no le paguen a nadie y lo lleven a las oficinas de las cocherias. Nada me parece más bajo que aprovecharse de un momento como ese. Cuidado que hay gente miserable."

¿Son, esos timadores, únicos en su especie? En realidad, son la versión más moderna del mundo de los "caranchos", aves de caroña a las que les usurpan el nombre aquellos que viven de estafar a los que sufren. Personajes que se mueven con impunidad en el territorio del dolor, ese que muestra como nunca la nueva película de Pablo Trapero, recién estrenada y ya un éxito (Ver La película...).

En la versión de Trapero, el "carancho" tiene la cara de Ricardo Darín y se llama Sosa, un abogado al que le sacaron el título por alguna vieja tropelía y ahora se dedica a estafar a víctimas de accidentes de tránsito, a las que embauca para quedarse con formidables porcentajes de lo que pagan las companías de seguro. ¿Qué dice Trapero? Trabajó en el guión durante un año medio y lo pensó como una historia de amor entre Sosa y Luján, una jóven médica que trabaja "para salvar vidas, mientras los otros se aprovechan de las víctimas". Trapero se entrevistó con abogados buenos y de los otros. "Los abogados de accidentes de tránsito son vitales para muchas personas que no sabrían cómo reclamar sus derechos. Pero muchos pasan la línea ética. Y hay muchos cómplices que colaboran".

La línea que se vulnera es clara en la película: Sosa se queda con el 90 por ciento de las indemnizaciones, incluso provoca accidentes con marginales a los que les parte las piernas con un mazazo con tal de ganar dinero. La trama es oscura y sólo por momentos luminosa. Sus protagonistas logran soportar sus vidas con inyecciones de anestesia. "Es un mundo real", dice Trapero. Y vaya si lo es.

Donde conocen a los "caranchos" es en el Colegio Público de Abogados de la Capital Federal. El Tribunal de Disciplina del Colegio se encarga de auditar a los 70 mil abogados activos de la Ciudad. Y cada año reciben 1.500 denuncias contra abogados que, según parece, se quedan con la plata que debían cobrar sus clientes. "Es un problema y trabajamos para controlarlo. Nuestro Código de ética es claro: los abogados no pueden usar a intermediarios para llegar a sus clientes ni cobrar honorarios más allá de lo establecido, es decir, el 20 por ciento o hasta el 40 si se hacen cargo de todos los gastos del juicio", explica Graciela Rizzo, miembro del Tribunal de Ética.

El Código que regula la conducta de los abogados impuso en 1987 la prohibición de los intermediarios. Entonces ya era una práctica habitual el sistema de los "caranchos", sólo que se va perfeccionando. Hoy nace casi siempre en la guardia de los hospitales, en los servicios de ambulancias, en las comisarías, en las cocherías o incluso en los avisos fúnebres, de donde sacan los datos las falsas cocherías.

Como toda actividad ilegal, está repleta de apodos que pretenden ocultarla. Se les llama "punteros" a los camilleros, médicos, policías o empleados de funerarias que consiguen "los casos", como puede serlo un herido en la vía pública o la viuda que, cubierta de lágrimas, entra a una comisaría a denunciar la muerte de su esposo. Los punteros hacen de enlace con los abogados, conocidos en la jerga como "bolseros" o "mayoristas". Por cada cliente que consigue, según sus posibles beneficios, el "puntero" cobra 2.000 o 3.000 pesos.

"Un herido con fracturas múltiples vale 3.000, porque el abogado va a sacarle 30 o 40 mil pesos al seguro", explica Eduardo M., abogado especialista en accidentes. Con el caso encima, los "bolseros" pueden fabricar oro. Primer objetivo: lograr que la víctima les firme un poder de representación total. Con ese documento, van a las companías aseguradoras y negocian o van a juicio. Una vez que cobran, les dan una pequeña porción a las víctimas.

¿Cuánto cobran por una víctima mortal? En instancia de juicio, la aseguradora puede llegar a pagar cientos de miles de pesos. Si se acuerda extrajudicialmente, poco más de 100 mil. Esos montos revelan un formidable negocio detrás de la vida y la muerte. En 2008, según la Superintendencia de Seguros, las aseguradoras pagaron 2.571 millones de pesos por los siniestros. El CESVI, un Centro de Seguridad vial que depende de las empresas, sostiene que el 10 por ciento de los casos esconde algún fraude, desde la rotura falsa de vidrios hasta la falsificación de accidentes. Dice Marcelo Aiello, del CESVI:

"Hay organizaciones que se dedican exclusivamente a esto. Son bandas que provocan los siniestros o magnifican los daños, incluso llegan a mutilar a las personas que por falta de información o acceso a necesidades básicas se prestan a este tipo de prácticas. Estas bandas delictivas, muy bien organizadas, tienen todos los eslabones de la cadena unidos. Incluso se involucran miembros de la policía, hospitales y hasta las casas de velatorio"

Las aseguradoras tienen sus redes de protección, pero son siempre insuficientes. Cuentan con bases de datos o "listas negras" de estudios jurídicos sospechosos y lugares o localidades marcadas en rojo. "Si nos llega un accidente de Mercedes o de Olavarría, sabemos que hay que estar atentos o acudir rápido al lugar para llegar antes que el carancho", explica el abogado de una de las principales aseguradoras. ¿Cómo detectar un fraude? Es difícil. Incluso en los casos de "rompehuesos", los fabricantes de accidentes.

El 19 de mayo del año pasado, en Laferrere fue detenido un abogado al que se acusa de haber fracturado y manipulado a más de 50 clientes. Se valía de indigentes a los que les pagaba 200 pesos de adelanto y manutención hasta que curaran. Luego, él cobraba una fortuna. "Una fractura de tibia y peroné se paga 35 mil pesos. Al indigente le tiran, entre anticipo y mantenimiento, como mucho tres mil", cuenta Eduardo.

Punteros, bolseros, mayoristas, caranchos. El universo no termina en los accidentes, sino que se extiende a los juicios contra las ART por accidentes de trabajo (aunque allí no hay tantos accidentes fraguados, sino más bien exageraciones) y avanza hasta la muerte. "Las funerarias escuchan nuestra radio y saben cuándo hay un muerto", dice un funcionario del SAME que pide anonimato. Las funerarias tienen también "punteros" en los hospitales, siempre listos para entregar una tarjeta de recomendación a cambio de una comisión.

Pasada la prueba de la cochería, llegará entonces el cementerio, donde, sobre todo en los municipales, habrá que lidiar con los cuidadores de flores, con los rateros de las manijas de bronce de los cajones o incluso pelear (o pagar) por conseguir un buen lugar. Y finalmente los "caranchos" del día después. Las falsas funerarias, explica Victoria Engelbart, de Lázaro Costa, "llaman el día del entierro, para agarrar a la familia obnubilada". ¿Por qué no agarrarlos en plena acción? Mi hermano me mira y me pide opinión. ¿Será facil atraparlos? ¿Tenemos la energía para hacerlo? Ni aunque tuviésemos la voluntad. Los "caranchos" no van de frente. Para cobrar los falsos adelantos usan remises a los que llaman por teléfono desde locutorios imposibles de detectar. Así como para ciertos dolores no hay anestesia suficiente, para algunos carroñeros no hay técnica que sirva. Salvo la de estar prevenidos. Aún en el peor momento.

Clarin.com


Estafas a víctimas del tránsito
"Caranchos", la mafia que no es sólo de película
Abogados, policías y médicos fraguan el 10% de los accidentes

Gabriel Di Nicola / LA NACION

Eran las 12.30 del 3 de marzo de 2004 cuando Roberto Medina, motoquero de profesión, fue embestido por un automóvil en Belgrano. Fue trasladado al hospital Pirovano para ser atendido de diversas heridas. En los pasillos del centro de salud, un policía le entregó una tarjeta de un estudio jurídico. Horas después, sin que él llamara a nadie, se presentó en su casa de Tigre una abogada que le aseguró que podía cobrar una importante indemnización.

Medina aceptó la propuesta, pero sólo recibió diez pesos para pagar un taxi. Sus representantes legales cobraron la indemnización de la compañía de seguros y los honorarios: casi 10.000 pesos. El motoquero fue víctima de los "caranchos", también conocidos como "aves negras", "cuervos" o "rompehuesos": estudios de abogados que estafan a víctimas de accidentes y compañías de seguros.

Como muestra la exitosa película Carancho , protagonizada por Ricardo Darín y dirigida por Pablo Trapero, las "aves negras" no están solas; tienen una red de colaboradores que les facilitan conseguir clientes.

Según informaron a La Nacion fuentes judiciales, los "caranchos" no podrían concretar las estafas sin la complicidad de médicos, camilleros, choferes de ambulancias, empleados de funerarias y policías.

"Se puede decir que la actividad de los «caranchos» goza de muy buena salud, más allá de que se descubrieron varios estudios de abogados que estafaban a víctimas de accidentes de tránsito y compañías de seguros. Esta gente cuenta con un aceitado mecanismo, integrado por empleados infieles de cocherías, hospitales y uniformados", explicó a La Nacion el abogado penalista José María Vera, que representa a Medina.

El fraude con accidentes de tránsito a compañías de seguro impulsó la reacción de las empresas damnificadas. No hay estadísticas consolidadas para dimensionar el problema. Pero aquellos que integran el mercado de seguros mencionan que son fraguadas el 10 por ciento de las denuncias. Un perito que intenta hallar la verdad sobre un accidente detecta en promedio tres casos de fraudes cada mes.

Por la cantidad de accidentes de tránsito en los que intervienen las aseguradoras no pueden evaluarse todos en profundidad. La Superintendencia de Seguros de la Nación informó que en el período 2008/2009 se resolvieron 1.309.473 casos de accidentes viales, por los que se pagaron 2.275.681.022 pesos.

El volumen de causas vuelve imposible que los peritos se dediquen a investigarlas todas a fondo. Pero están determinadas ciertas falencias comunes en declaraciones fraudulentas, que permiten focalizar esfuerzos en casos sospechosos.

"La tecnología perfeccionó a los grupos que se dedican a cometer fraudes con accidentes de tránsito. Ahora, los falsos certificados médicos son casi perfectos. Pero hay formas de detectar el engaño", explicó a La Nacion el liquidador de seguros José Luis Navissera Lanza.

El abogado que estafó a Medina fue identificado por fuentes judiciales como Luis María Salsamendi. Está a la espera de ser enjuiciado por el Tribunal Oral en lo Criminal N° 20 porteño por administración fraudulenta. No sólo fue a juicio por el caso del motoquero, sino también por otra decena de hechos similares. (podría caberle una pena máxima de tres años de prisión y de seis años si los jueces consideran que hay agravantes)

En mayo de 2007, Salsamendi fue detenido, acusado de haber ordenado matar a su ex cuñado, el abogado Jorge Matelman, agregaron los voceros consultados.

El año pasado el juez de instrucción porteño Pablo Ormaechea y la División Defraudaciones y Estafas de la Policía Federal desbarataron una organización que estafaba a compañías de seguro.
"El rompehuesos"

Contrataban por 200 pesos a indigentes o personas infectadas con el virus del VIH, las dopaban y, con un martillo, les quebraban una pierna. Por eso, a uno de los detenidos lo bautizaron "el Rompehuesos". Después, contrataban a un automovilista para que atropellara a la persona que ya estaba herida.

Los investigadores descubrieron que los "atropellados" eran siempre atendidos en los mismos hospitales de la zona oeste. La banda tenía contactos con médicos y abogados.

En 1997, el por entonces juez de Lomas de Zamora Hugo van Schilt ?hoy integrante de un tribunal oral? investigó a 31 comisarías bonaerenses sospechadas de haber actuado en connivencia con estudios de abogados y fraguado sumarios judiciales de accidentes de tránsito. Se sospechaba, en ese momento, que 12 aseguradoras habían sido estafadas en 15.000.000 de dólares.

En los pasillos de diferentes juzgados se asegura que el abogado Gabriel Novaro, que se hizo famoso por atrincherarse en su casa de Barrio Parque, fue en su momento un "carancho" muy conocido.

Con la colaboración de Daniel Gallo


Pelear cara a cara con los "cuervos"
En Mar del Plata, una asociación reparte folletos en un hospital para evitar engaños a accidentados.

MAR DEL PLATA.La casilla es de madera, precaria y con vidrios que, destrozados por desconocidos, fueron remplazados por cartones y por pedazos de madera como para que el frío otoñal no castigue duro a los integrantes de la Asociación de Protección a Víctimas de Accidentes de Tránsito (Apravat). Desde hace cuatro años, la entidad se instaló en el acceso a la guardia del Hospital Interzonal General de Agudos (HIGA) para asesorar a pacientes y evitar que abogados los usen en busca de jugosos réditos en eventuales juicios ante compañías aseguradoras.

Aun así, por la pequeña ventana advierten la llegada de heridos y les acercan un folleto en el que, como prioridad, les sugieren no firmar ningún poder a letrados antes de estar bien asesorados.

"Es una maquinaria que no sólo sigue en pie, sino que cada vez funciona mejor", asegura Ricardo Vega, licenciado en criminalística y presidente de Apravat, que sumó su colaboración en dos causas que terminaron con condenas a abogados que estafaron a víctimas.

En uno de los casos, un tribunal condenó por defraudación por apropiación indebida a los profesionales Fabián López y Juan Carlos Aristegui y les impuso penas de uno y tres años de prisión en suspenso y ocho meses y seis años de inhabilitación profesional, respectivamente.

Los jueces dieron por probado que los abogados de Francisco Castro, víctima de un grave accidente ocurrido en mayo de 2000, obtuvieron de éste un poder para demandar a una compañía aseguradora. Le afirmaron que la indemnización lograda había sido de 190.000 pesos, monto del cual debía cederles el porcentaje pactado. Pero la intervención de Apravat permitió determinar que la cifra real era 352.000 pesos.
Un sistema poco hospitalario

El segundo caso tuvo como condenado al abogado Pedro Carenzo, a quien se lo acusó de quedarse con la totalidad de los casi 80.000 pesos de la indemnización correspondiente a un niño fallecido en octubre de 1998 tras un accidente ocurrido en Balcarce. La pena fue de tres años de prisión en suspenso y seis años de inhabilitación profesional.

"Nos quieren echar de acá porque somos incómodos para un sistema que funciona puertas adentro del hospital", aseguró a La Nacion Vega y recuerda que nunca los recibieron en la dirección del HIGA, a pesar de los pedidos de audiencia presentados.

Recuerda que, desde que comenzaron con la entidad hace casi dos décadas, recibieron acusaciones de ser pantalla de abogados que se aprovechaban de accidentados. "Con los casos que tuvieron condenas y la participación decisiva que tuvimos en ambas causas quedó demostrado de qué lado estamos", dijo.

En el caso que terminó con condenas a Aristegui y a López, Apravat fue una de los denunciantes. Y en el juicio al primero, fue el juez José Antonio Martinelli ?entonces integrante del Tribunal en lo Criminal N° 1? el que en su voto cuestionó con más dureza al imputado. "Su voracidad mercantilista ?dijo? hace que aparezca razonable la asimilación popular del abogado con el cuervo."


"Más que una mafia son casi una institución"
José María Costa

"Si no estuviera este "carancho" para cagarnos, yo no cobraría nada", dice uno de los personajes en la película protagonizada por Ricardo Darín para, de algún modo, contextualizar esta realidad social.

El último éxito del cine nacional, Carancho, logró instaurar el debate sobre una práctica que es hoy más habitual de lo que se supone.

"En nuestras entrevistas nos dimos cuenta de que esto era más que una mafia, un mundo con sus propias reglas. Llamarlo una mafia queda corto, son casi una institución", aseguró Marcelo Mauregui, uno de los guionistas del film.

Durante una entrevista con La Nacion, el equipo de escritores de la película, que completan Alejandro Fadel, Santiago Mitre y Pablo Trapero (también director), explicó cómo se trabajó para llegar a relatar una historia creíble, que mostrara la metodología de trabajo de los "caranchos", aquellos que se aprovechan de las víctimas de accidentes de tránsito.

"Para lograr ese nivel de realismo ?dijeron? tuvimos una etapa de más de un año de investigación. Hablamos con abogados que trabajan en el tema de los accidentes de tránsito, pero que no hacen lo del personaje de Darín en la película [uno de los ?caranchos?]."

Contaron que tuvieron contacto con otros actores que participan de esta mafia. "Abogados, médicos, punteros, agentes de aseguradoras y policías... Todos son patas fundamentales en este negocio que mueve millones de pesos cada año en nuestro país. Es algo mucho más común de lo que uno se imagina. Todo el mundo tiene accidentes de tránsito en la Argentina. Lamentablemente, ocurren de manera constante", dijo Mauregui.

"A mí siempre me conmueve la idea de pensar que la gente, después de ver esta película, saldrá del cine, subirá al auto y se pondrá el cinturón de seguridad ¡Ojalá que sea así!", se esperanzó el guionista.
El fondo de la cuestión

"Lo más complejo e interesante de indagar, para discutir, sobre todo en un ámbito legislativo, es ¿qué pasa con las víctimas en general? Las personas con un nivel de educación bajo, muchas veces no saben cómo deben actuar o reaccionar cuando son víctimas de un accidente de tránsito. En algún punto, uno se plantea un dilema porque dice: ?¡Qué nefastos estos tipos!?, pero a la vez, si no estuvieran ellos, estas personas ¿qué cobrarían?, ¿quién las defendería?", coinciden los escritores del libro cinematográfico

"Yo no los defiendo, ni mucho menos. ¿Pero si no están estos tipos siniestros, quiénes ocupan ese rol?", se preguntó Mauregui y argumentó: "Es muy fácil decir que esto es nefasto, pero es más complejo. Tratamos de plantear más que certezas ciertos interrogantes en la película. Plantearle la duda al espectador de si realmente son todos unos hijos de p... o no".

Los autores, además, reconocieron que en el film sólo se retrató una pequeña parte de ese inmenso mundo oculto en el que cada día participan centenares de personas voluntaria o involuntariamente.

Los "caranchos" no actúan solos, hay toda una estructura detrás de ellos. Son a los accidentes de tránsito lo que los "buitres" a los hospitales, es decir, los abogados que impulsan causas por mala praxis desde la misma cama de los enfermos durante la internación.

 

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