Polémica | 10 MAY 10

Psicología, psicoanálisis y neurociencias

Una respuesta a Mario Bunge.

Por Eduardo Said

La publicación destacada de una nota de Mario Bunge denostando al psicoanálisis, y la escasez argumental de sus juicios, hace que optemos por un curso diverso a la confrontación directa. Proponemos mejor un debate de ideas, un espacio abierto a la interlocución. Para el caso, entre psicoanálisis y neurociencias.

Aún así no podríamos no detenernos en destacar algunos puntos.

En las facultades de psicología, con sus matices y énfasis, el psicoanálisis se encuentra en un cruce discursivo polémico y enriquecedor con otros abordajes teórico-clínicos tanto del campo psicológico (cognitivismo, teoría sistémica, gestalt, constructivismo, etc.) como del quehacer neurocientífico.

Este cruce de saberes suele encontrar en las universidades sus entramados y diferencias. Campos abiertos a múltiples secuencias investigativas en curso, motivo de jornadas, congresos y todo tipo de encuentros. Basta entrar en las páginas web para observarlo. Invitamos al lector a hacerlo.

Sostener que el psicoanálisis produce un efecto de captura en el que la "inteligencia" argentina queda alienada por un parloteo sin consecuencias equivale, cuanto menos, a devaluar su particular capacidad de abordaje crítico.

Asimismo, sostener que los llamados procesos mentales no son sino cerebrales y conectados con los sistemas endócrino e inmune, como afirma Bunge, es de un reduccionismo que anula el campo complejo y multifacético de las ciencias sociales. No hay lógica colectiva, no hay juridicidad, no hay determinación simbólica, sólo conectividad neuronal-endocrinológica.

Afirmar que un sintagma complejo, como el de "libre albedrío", con un inmenso desarrollo en el campo de la interrogación ética, filosófica, jurídica, teológica, no es sino un rasgo de la actividad espontánea de la corteza prefrontal, implica una posición animista que reduce el campo de la subjetividad, de la relación con el prójimo, el campo político social, a una "decisión" autonómica de las neuronas.

No hay el Otro. La función de la palabra, el campo del lenguaje y de la ley se reducen a impulsos neuronales. En aras de la pretensión de cientificidad se cae en una hipótesis animista del cerebro que piensa por automatismo. Así, lo peor del oscurantismo puede tener la apariencia de cientificidad.

El cruce de los cuerpos con el lenguaje requiere un bagaje argumental conceptual complejo, y, en ese punto, el psicoanálisis propone desarrollos de una densidad y un espesor que enriquecen las prácticas sociales que de allí se derivan.

Afirmar que el psicoanálisis "no involucra razonamientos rigurosos" es insostenible. Bastaría abrir algunos textos de Freud y de Lacan para encontrar cómo su lógicidad se vio exigida a compulsarse con distintas vertientes del saber humano en el contexto de cada época.

 

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