Publicaciones y credibilidad | 25 NOV 09

Las revistas médicas son más transparentes pero no lo suficiente

Con frecuencia sólo el autor principal debe declarar sobre sus conflictos de interés. Muchas sólo preguntan por las relaciones financieras obviando otras cruciales.

CRISTINA DE MARTOS

En los últimos años las revistas científicas han adoptado políticas encaminadas a publicar estudios lo más transparentes posible. La información acerca de los conflictos de intereses de los autores y su relación con la industria es esencial para evitar sesgos, pero la forma en la que se exigen estos datos difiere de unas publicaciones a otras y muchas veces es insuficiente.

Varios escándalos jalonan la historia reciente de la industria farmacéutica. Todos ellos llegaron al mercado rodeados de gran expectación, burbuja que se fue desinflando a medida que la verdadera información acerca de su seguridad y eficacia salía a la luz. Algunos, incluso, desaparecieron.

¿Pero cómo lograron pasar los filtros de un sector que se supone estrechamente vigilado y regulado por las autoridades pertinentes? La 'alma mater' de la investigación médica son los ensayos clínicos. En ellos es donde se pone a prueba la utilidad de un determinado producto, su mayor o menor eficacia frente a otros ya existentes y frente a sustancias inocuas, sus potenciales efectos adversos, etc. Estos estudios son los que aparecen en las páginas de las revistas científicas, cuanto más prestigiosas, mejor.

La cosecha de publicar en las páginas de 'Nature', 'Science' o 'The New England Journal of Medicine' la recogen tanto la compañía que está detrás del fármaco como los médicos firmantes del trabajo y responsables de la investigación. Es obvio que si de los resultados de los ensayos y de su mayor difusión depende la aprobación o no de un producto, la industria podría estar tentada de ejercer su influencia sobre los galenos encargados de testarlo.

Este escenario, lejos de ser una hipótesis, se repite con cierta frecuencia. Datos incompletos o deliberadamente falsificados proporcionados por expertos que, casualmente, ocultaban vínculos con las farmacéuticas. O, lo que es lo mismo, tenían un conflicto de intereses, como los tres psiquiatras de la Universidad de Harvard que recibieron grandes cantidades de dinero de varias compañías que nunca declararon.

 

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