Una amenaza para los más vulnerables | 16 AGO 09

Chagas: el mal escondido

Mientras todos hablan de gripe, el Chagas es la endemia más importante del país. Cada año, unas mil personas mueren por esta enfermedad, y hay casi 7 millones en riesgo.

Foto: Gentileza Medicos Sin Fronteras

"No estalla como las bombas ni suena como los tiros. Como el hambre, mata callando. Como el hambre, mata a los callados: a los que viven condenados al silencio y mueren condenados al olvido. Tragedia que no suena, enfermos que no pagan, enfermedad que no vende. El mal de Chagas no es negocio que atraiga a la industria farmacéutica, ni es tema que interese a los políticos ni a los periodistas. Elige a sus víctimas en el pobrerío. Las muerde y lentamente, poquito a poco, va acabando con ellas. Sus víctimas no tienen derechos, ni dinero para comprar los derechos que no tienen. Ni siquiera tienen el derecho de saber de qué mueren."

( Informe clínico , de Eduardo Galeano. En Chagas, una tragedia silenciosa . Médicos Sin Fronteras. Editorial Losada, 2005)

Yo me enteré cuando tenía 51 años que tenía Chagas, y no me gustó nada -dice Juan Romero, de 66, diagnosticado hace 15-. Me extrañó ese resultado, porque no sentía ningún síntoma, salvo un dolor intenso en el pecho... a veces. Tanto era mi desconocimiento que fui donante de sangre hasta que me detectaron la enfermedad. Y después empezaron los infartos. Tuve tres infartos; el último fue en 1982. Manejaba un colectivo y perdí el conocimiento, me caí y me rompí toda la boca. Ahora me hago los controles una vez por año en Alcha, y estoy trabajando, pero lo único es que no me siento en la oficina porque me quedo dormido, y no es bueno que me vean así. El sueño es uno de los síntomas del Chagas. Hará un año que siento sueño, y duermo, duermo y duermo. ¿Llegará el día en que haya una solución?"

Hace un siglo, el médico sanitarista brasileño Carlos Ribeiro Justiniano das Chagas (1879-1934) descubrió una enfermedad que fue bautizada con su nombre. Hoy, cien años después, el Chagas sigue siendo un mal escondido, una enfermedad olvidada que paradójicamente es la principal endemia -proceso patológico mantenido durante mucho tiempo en una región- entre los argentinos.

¿Cuántos chagásicos hay en el país? La disparidad entre las cifras es buen indicador de la oscuridad que pesa sobre la cuestión: 1.600.000 según el Programa Nacional de Chagas, que depende del Ministerio de Salud de la Nación, pero en opinión de la Agencia de Noticias del Instituto Leloir esta cifra corresponde a 1993.

En la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC) son menos entusiastas: el Consejo de Chagas de la sociedad que congrega a buena parte de los cardiólogos argentinos (acostumbrados a tratar chagásicos, porque la enfermedad, al avanzar, produce cardiopatía severa) afirma que habría unos 3 millones de infectados.

Pero en noviembre de 2008, 500 expertos de la Argentina, Bolivia y Paraguay fueron aún más allá y concluyeron que en el país habría 4 millones de chagásicos. Para la Asociación de Lucha contra el Mal de Chagas (Alcha), la suma entre enfermos (es decir, quienes presentan sintomatología) e infectados (que tienen la enfermedad, pero por el momento sin mostrar síntomas) superan los 6 millones de personas.

La solución -porque la hay- la explica el doctor Guillermo Mateo Marconcini, miembro titular de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC) y actual director del Consejo de Chagas Dr. Salvador Mazza, de la SAC. "Casi la mitad de la población está en el límite de la pobreza. Tenemos y conocemos todo, pero no resolvimos el problema. La tecnología nos llevó a enfocarlo en la biología molecular, pero hemos olvidado que el Chagas es un problema social."

El Chagas es una enfermedad causada por un parásito, el Trypanosoma cruzi, cuyo agente transmisor es la vinchuca, aunque también se puede contagiar de madre a hijo durante el embarazo, por transfusión de sangre, trasplante de órganos y alimentos contaminados.

"Durante años -explica la doctora Nines Lima, referente de Médicos Sin Fronteras para el Chagas- los enfermos pueden no presentar síntomas, pero en la fase crónica, después de 20 o 30 años de infección, un tercio de ellos sin tratamiento adecuado desarrolla graves lesiones que pueden provocarles la muerte. Esos infectados no saben que están enfermos y no reciben tratamiento."

El doctor Luis Mujica fue miembro del Instituto Nacional de Parasitología Dr. Mario Fatala Chabén, de investigación del mal de Chagas, y director nacional del Instituto de Investigación de la Secretaría de Salud de la Nación; actualmente preside el movimiento transfronterizo de ONG ambientalistas de la Triple Frontera argentina, brasileña y uruguaya, y la consultoría de medio ambiente de la Asociación Ecologista Río Mocoretá, de Corrientes.

"El Estado nacional -señala- siempre se hizo el distraído. Porque es una enfermedad de los pobres y, en segundo lugar, porque afecta zonas donde el trabajo no es impedido por la enfermedad. Después, porque se puede vivir muchos años tras la infección, y por último, porque es difícil de acertar con la logística del combate, que debe darse en varios frentes, como educación, vivienda y trabajo."

La Red Argentina de Chagas es un sistema integrado y coordinado por establecimientos sanitarios, médicos y profesionales de la salud cuyo objetivo es la búsqueda activa del chagásico, a partir de la cual se comienza a tener una realidad de la enfermedad, con datos exactos. Señala que a partir de las migraciones a zonas urbanas que la pobreza rural ha provocado "se cambió el mapa de distribución de la enfermedad, que antes era caracterizada como zoonosis (transmisión al ser humano desde animales) y que se transformó en una antroponosis (transmisión de ser humano a ser humano). En el cuerpo médico se instaló la idea de que la enfermedad está asociada solamente con el control vectorial, y los enfermos son los convidados de piedra".

El foco más grave de la enfermedad se observa en la región chaqueña: Chaco, Santiago del Estero, norte de Santa Fe, norte de Corrientes, Formosa y norte de Córdoba. Por otro lado, Jujuy, Entre Ríos, La Pampa, Neuquén y Río Negro fueron certificadas por la Organización Mundial de la Salud como libres de transmisión domiciliaria por vector.

La Asociación de Lucha contra el Mal de Chagas, Alcha, es una institución con más de 35 años de actividad; la más antigua del país. Para algunos, se trata de una ONG que trabaja con gran seriedad; para otros, en cambio, dista de ser un referente confiable. Catalina Antico Penna, su presidenta, no desconoce esas opiniones. "Con el Ministerio de Salud de la Nación prácticamente no tenemos relaciones", dice.

-Ustedes afirman que hay 6 millones de personas infectadas. Una cifra muy alta con la que pocos coinciden. ¿Cuáles son sus fuentes de información?

-Algunas estadísticas que da el Gobierno son de 1982, cuando teníamos una población de 24 millones de habitantes. Hoy somos 40 millones y dan la misma cifra. Hablan de casi 2 millones de infectados. Es lógico que la cifra se duplique. Nosotros interpretamos que hay más de 6 millones, por parte baja. Hay pueblos del interior del país donde casi el 70 por ciento de la población está infectada. Otro dato es que muchos de los fallecidos ni siquiera tenían partida de nacimiento. Hay infinidad de casos de muerte súbita entre jóvenes, y ellos jamás supieron que habían sido picados por la vinchuca. Por eso calculamos que en la Argentina hay entre 12 y 15 muertes por día, en lugar de 10 por semana, como se sostiene.

-¿Cómo son las personas que acuden a ustedes?

-Es gente con mucha falta de información. Nos cuentan, por ejemplo, que los chicos de las zonas más pobres y alejadas juegan a las bolitas con las vinchucas. Estamos igual que hace cien años. Pocas cosas han cambiado.

La burocracia

Pocas cosas han cambiado, también, para Lorenzo Chazarreta, de 38 años, infectado de Chagas cuando recién había cumplido 20. "No tenía ni idea lo que era el Chagas. Ni yo ni mi familia, la verdad. Tengo muchos familiares con Chagas, y muy pocos se están tratando. Yo diría que ocultar el Chagas es ocultar la pobreza. Nos dicen que la pobreza disminuyó, pero yo no veo que sea así. Al contrario. Y no tenés que irte al monte chaqueño; sólo con cruzar la General Paz te das cuenta que cada vez hay más miseria. Creo que nada ha cambiado."

A poco de asumir, en marzo de 2008, como director del Programa Nacional de Chagas, el doctor Héctor Freilij, que además es jefe de Parasitología y Chagas del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, dijo: "Estamos frente a un homicidio por omisión, por no hacer nada". Después de semejante sinceramiento, lo primero que pensó Freilij es que no iba a durar en su cargo ni una semana más. Pero eso no sucedió. Lo que sí sucedió, pocos meses después, es que estuvo a punto de renunciar por la falta de interés demostrado por sus superiores. "Esta enfermedad también es producto de la burocracia", dijo.

-El último censo nacional para determinar la cantidad de chagásicos se hizo hace casi medio siglo. ¿No cree que sería de sentido común saber cuántos hay?

-Que no haya un censo nacional (y desconozco, además, si el último se realizó hace cincuenta años) no nos cambia los objetivos de esta lucha. No es vital un censo, porque para nosotros los datos más confiables, los únicos, diría yo, son los que salen de los bancos de sangre. Y eso en la Argentina está funcionando muy bien. En la ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, casi el 3,2 por ciento de los donantes de sangre tiene Chagas.

-¿Cuáles son los datos que maneja?

-En la Argentina hay entre 1.500.000 y 1.600.000 personas infectadas, alrededor del 4 por ciento de la población.

-¿Y enfermos?

-No lo sabemos. Se estima que es el 30 por ciento de los infectados.

-Cuesta entender que un censo nacional no se lo vea como prioritario para erradicar el mal de Chagas.

-Para hacer un muestreo nacional se requieren 2 millones de pesos. Pero no nos da el presupuesto, que es de 16 millones. Además, el Chagas se convirtió en una enfermedad urbanizada. Para terminar con el Chagas lo primero que se debe hacer es evitar la infección, y después tratar a los infectados. Se puede controlar. Brasil lo hizo, y ahora sólo el 0,5 por ciento de sus habitantes está infectado. Si se hicieran las cosas bien, en tres, cuatro o cinco años la Argentina podría llegar a eso. La estrategia básica es eliminar las vinchucas fumigando, y repetir la acción cuatro veces por año. El trabajo de fumigación disminuyó con el correr de los años. De los 3000 fumigadores que había a fines de los 70, quedaron alrededor de 300. El año pasado se nombraron 400, pero para hacer una acción como corresponde se requieren entre 1000 y 1500 rociadores. Además, no sólo se trata de rociar y controlar las viviendas. También hay que vigilar la presencia de la vinchuca en los gallineros y alrededores de las casas en las zonas rurales, las más afectadas. La vinchuca no se puede erradicar, pero sí controlar.

 

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