Por Saúl Drajer | 27 JUL 09

Veinte mil muertes

Sobre la necesidad de desfibriladores automáticos.

Por Saúl Drajer *

La primera causa de muerte en la Argentina no recibe la atención que merece: la muerte por paro cardíaco produce más víctimas que la suma de los muertos por cáncer, traumas por el tránsito, sida, heridas de armas de fuego y enfermedades estacionales todas juntas. En países de concentración urbana como el nuestro, la tasa de muertes por paro cardíaco está alrededor del 0,5 por mil por año: son, por lo menos, 20 mil muertes por año; 54 muertos por día, algo más de dos muertos por hora.

Este azote carece de la difusión que amerita, quizá porque parece “natural” que la gente se muera de paro cardíaco. La verdad es que algunas de estas víctimas tienen corazones demasiado buenos para morir: corazones que retoman su actividad normal cuando se los revierte del trastorno que los llevó al paro. No es “natural” que la gente se muera de paro cardíaco como causa primaria de defunción.

La mayoría de los paros cardíacos callejeros se deben a una desorganización de los latidos (fibrilación ventricular), que se resuelve con un choque eléctrico dado a tiempo. Asistir a una víctima de paro requiere saber hacer las maniobras de apoyo vital (masaje cardíaco externo y ventilación pulmonar), cosa que puede aprender cualquiera con sólo tres horas de entrenamiento en resucitación cardiopulmonar (RCP) y el uso de un desfibrilador no más allá de los 5 minutos de producido el episodio.

Para que eso ocurra debe haber mucha gente voluntaria entrenada en RCP y disponerse de desfibriladores externos automáticos (DEA), equipos que diagnostican la causa del paro e indican si hace o no falta un choque eléctrico, sin necesidad de que el rescatador sepa nada sobre arritmias o electrocardiografía. Estas unidades deben estar en todos los lugares donde se concentra gente (donde hay más personas, hay mayor probabilidad de estos episodios): estaciones de ómnibus, de ferrocarril, aeropuertos, estadios deportivos, centros de compras, casinos, etcétera. En muchos países ya está legislada la formación de rescatadores y la necesidad de contar con DEA en lugares de concentración de personas.

 

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