La situación y sus posibilidades | 26 JUL 09

¿Puede la Argentina producir la vacuna para Influenza A (H1/N1)?

Una tradición en inmunizaciones.


Por Matias Alinovi

Era un poeta del romanticismo pastoril. Se llamaba Edward Jenner y le tocó vivir en la segunda mitad del siglo XVIII, época de epidemias mortales de viruela. Había sido, también, el discípulo dilecto de John Hunter, un cirujano escocés que se hizo famoso por haberse inoculado la sífilis para desarrollar un falso experimento decisivo que durante décadas impidió distinguir la blenorragia. Hunter partía de una premisa falsa: la idea de que a cada órgano correspondía una sola enfermedad.

La versión de la historia que prosperó parece acentuar falsamente el carácter poético de Jenner, que paseaba por el campo cuando oyó a una campesina decir que ella no se iba a enfermar de viruela porque estaba vacunada. El poeta nunca había escuchado el término. Era, por entonces, un neologismo de circulación restringida. La campesina ordeñaba vacas, y sabía lo que sabían las ordeñadoras: que si uno contraía la viruela vacuna, una infección moderada de la mano, entonces no contraía la viruela humana.

Que las enfermedades tenían el “poder” de inmunizar era una sospecha antiquísima, del comienzo mismo de la crónica de las epidemias. Lo cierto es que antes de Jenner, o antes de la campesina, la idea, el concepto de vacuna no existía, mucho menos la palabra. O existía latente en los campos –en los campos platónicos de la lengua, esperando venir a ocupar su lugar entre las cosas–. Entonces, Jenner se lanzó a investigar con el mismo entusiasmo de quien se lanza a la mar. Escuchó y decidió investigar.

“Jenner desarrolló el método para vacunar”, dice José La Torre. “Veía que las ordeñadoras de las vacas no tenían viruela, sino que tenían una infección en la mano, e inventó la escarificación.” ¿Qué es la escarificación? “La escarificación se hace con una especie de plumín o lanceta. El escarificador se moja en el líquido de la vacuna –originalmente se sumergía en el líquido extraído de la vesícula variólica de la vaca para luego rasguñar la piel–.

“Yo fui en una época vacunador oficial, así que conozco bien la cuestión, porque llegué a vacunar con ese mismo método. Como si te rasguñara un gato. Se hacen tres líneas horizontales y tres verticales, un cuadriculado. Jenner descubrió que podía inocular aquel virus que no era patógeno para el hombre, pero que era lo suficientemente parecido al de la viruela como para que el vacunado desarrollara inmunidad.”

El pais produce vacunas bacterianas pero no vacunas virales para enfermedades humanas. Foto: EFE
Después de Jenner, lo hicieron Pasteur y Koch. Sabemos que Pasteur estudió los procesos de la producción del vino, a instancias de los productores, corporativamente preocupados por las alteraciones que sufría el producto. Y que a partir de esos estudios entendió que la fermentación alcohólica no era un proceso exclusivamente químico, como entonces se creía, sino que en él participaban determinados microorganismos.

Pasteur se preguntó si no habría otros procesos naturales atribuibles a los microorganismos, y entrevió la posibilidad de que fueran capaces de dañar los tejidos humanos, provocando la enfermedad. Esa línea de investigación fue magistralmente desarrollada por el bacteriólogo alemán Robert Koch, que en pocos años descubrió los agentes causales, es decir, los microorganismos responsables, del ántrax, de la tuberculosis y del cólera. Y esos resultados condujeron, a su vez, al estudio de los mecanismos de nuestro cuerpo para resistir las infecciones.

Pasteur demostró que si un animal era inoculado con microorganismos atenuados, es decir, con microorganismos cuya capacidad para causar enfermedad había sido artificialmente mitigada, ocurría en el organismo una respuesta inmunitaria que hacía que el individuo se volviera resistente al microorganismo inyectado, aun en su forma salvaje, es decir, con toda su potencia natural. Descubierto el principio inmunitario, desde entonces las dificultades se centraron en la producción de las vacunas en cantidades industriales.


De cepa argentina

“Lo primero que quiero destacar –explica La Torre– es que el Conicet, a través del Instituto de Ciencia y Tecnología César Milstein (Ex Cevan), ha desarrollado toda la tecnología tradicional y moderna, actual, para producir la vacuna argentina contra la gripe estacional y también contra la gripe A H1N1 en el país. En nuestro país se produce ciencia y tecnología de primer nivel.” Después dirá: “eso lo afirmo y lo reafirmo”. Esa vehemencia inicial de La Torre es sin duda estimulante, aunque mitigada.

La Torre recuerda que en 2005 el Conicet firmó un convenio de desarrollo y transferencia tecnológica con el laboratorio farmacéutico Raffo-Monteverde con el objetivo de desarrollar una vacuna argentina contra la gripe estacional hecha sobre la base de la vacuna que recomienda la Organización Mundial de la salud (OMS) para el Hemisferio Sur, pero actualizada con cepas argentinas, o con cepas de la región. Con ese objetivo se solicitaron a la OMS las cepas de referencia correspondientes para poder producir la vacuna utilizando huevos embrionados. “El Malbrán –dice La Torre– posee uno de los laboratorios designados por la OMS para el análisis de las nuevas cepas de virus que aparecen año tras año en nuestro país.”


De virus y bacterias

El país produce vacunas bacterianas, pero no vacunas virales para enfermedades humanas. De ahí, quizá, procede la idea, equivocada, de que en general sólo pueden hacerse vacunas a partir de las bacterias, pero no a partir de virus. “Es un error de concepto importante. Polio, paperas, sarampión, existe una infinidad de vacunas antivirales”, explica La Torre. “El ejemplo más relevante en nuestro país es el de la vacuna antiaftosa, de la que se producen más de 100 millones de dosis anuales en Argentina, y es una vacuna viral. Para algunos virus no pueden hacerse vacunas, o son muy difíciles de hacer, pero para algunas bacterias tampoco. Es muy difícil, por ejemplo, hacer una vacuna contra la coqueluche, aunque de todos modos existe una.”

¿Y en el caso de la influenza? “En el caso de la influenza, en el mundo se producen centenares de millones de dosis de vacuna utilizando huevos embrionados. Sin embargo, existen otras tecnologías, que Argentina también desarrolla, como las vacunas hechas por ingeniería genética, que ya están apareciendo en el mercado.”

 

Comentarios

Para ver los comentarios de sus colegas o para expresar su opinión debe ingresar con su cuenta de IntraMed.

CONTENIDOS RELACIONADOS
AAIP RNBD
Términos y condiciones de uso | Política de privacidad | Todos los derechos reservados | Copyright 1997-2024