"La dignidad del otro" | 22 FEB 09

El nuevo libro de Francisco Paco Maglio

Medicina y humanismo en un libro imprescindible.

En este libro están compendiados casi cuarenta años de la vida de un médico. No es, sin embargo, un libro de medicina (si bien algo de eso tiene). En medicina en general, y en salud en particular, lo esencial está en lo social (vale decir, en lo histórico, lo ideológico, lo político, lo económico y lo cultural). Es lo que sucede en estas páginas que, sin despreciar lo técnico, incorporan todo lo aprendido por Paco Maglio en la reflexión como búsqueda de sentido. Su objetivo es, así, llegar a una medicina que contemple al paciente en forma holística, como un ser humano sómato-psico-social.

Así como todo camino tiene una meta, en éste la felicidad está en el andar, que se convierte en su propio fin. El viaje comienza en la Universidad de Buenos Aires, con un joven que obtiene el título de médico para curar. Así lo hace. Pronto comprende, sin embargo, que “curar” significa además cuidar, sanar, compartir el dolor con el prójimo. Allí empieza otra trayectoria: la de lo humano, lo social, que muchas veces deja en evidencia el sufrimiento y la tristeza que hay en todos nosotros. Estas páginas, sin embargo, nunca abandonan la esperanza y ésa es su virtud principal.

Su propuesta es despertar al lector del letargo para invitarlo a un compromiso, un cambio. Al gran desafío de transformar esta sociedad en una más justa, más solidaria, más humana.


Carta al lector desprevenido

Estimado lector:

Me llamo Francisco Maglio, pero todos me dicen Paco: es la diferencia entre la identidad legal y la social. Me quedo con la segunda, que es la que figura en la tapa de este libro.

Nací el 24 de abril de 1935 en Buenos Aires, en el barrio de San Cristóbal, a dos cuadras del límite con Boedo, barrio al que me mudé hace más de treinta años. Junto a mis abuelos, mis padres y mi hermana tuve una infancia feliz y una mejor adolescencia. Ahora mis hijos son mi orgullo y  mis nietos, hermosos regalos. Adelita, mi mujer, es mi todo, es mi yo. Además, como dice el tango: “la vida me dio en oro un montón de amigos”. Por eso, gracias a mi familia, gracias a mis maestros, gracias a mis amigos, en fin, gracias a Dios. ¿Qué más se puede pedir? Cuando uno no tiene más que pedir es porque tiene que dar, y precisamente ése es el motivo de este libro: dar, aunque sea en parte, todo lo que la vida me dio.

Si bien soy médico, éste no es un libro de medicina, aunque algo de medicina tiene. Para explicar esto, permítanme que les cuente algo de mi vida. Decía el Principito, con su habitual sabiduría, que “lo esencial es invisible a los ojos”. Pues bien, después de estar treinta y cinco años mirando la medicina con ojos de biólogo –lo que en sí mismo no está mal porque es necesario–, sentía que me faltaba lo esencial, lo invisible.

En medicina en general y en salud en particular, lo esencial está en lo social, y con esto me refiero a lo histórico, a lo ideológico, a lo político, a lo económico y a lo cultural. Porque las cosas en la vida pasan por algo y también por algo nos enfermamos y nos curamos, no son casualidades. Como decía Borges, "todo encuentro casual es
una cita".

Es así que en 1990 dejé la medicina asistencial –medida que fue calurosamente recibida por mis pacientes– y concurrí a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires en búsqueda de otros marcos teóricos y metodológicos que me permitieran reflexionar críticamente sobre lo vivido todos esos años y seguir, así, con la realidad médica actual. Ese lugar lo encontré en el Departamento de Antropología Médica, donde me abrieron otros ojos, para que “lo esencial se haga visible”. En este punto, quiero hacer público mi reconocimiento y gratitud al ponderable esfuerzo –con una infinita paciencia– de los que fueron y siguen siendo mis profesores de antropología médica, orientándome en este camino que me propuse después de cuarenta años de médico. Por eso, desde aquí, gracias, Mabel Grimberg, gracias, Susana Margulies, gracias, Ana María Domínguez Mon y gracias especialmente a vos, Santiago Wallace, que desde el cielo –dónde, si no, vas a estar–, me seguís guiando. También a mi amiga Victoria Barreda –la entrañable “Vicky”–, que aunque no lo sepa me enseña antropología en forma “peripatética” en nuestras periódicas reuniones del Comité de Bioética del Hospital Muñiz.

Comenzó entonces otra etapa de mi vida, no solamente médica. En la primera, que podría llamar “biomédica”, me dediqué tanto a lo asistencial como a la docencia e investigación. Publiqué como autor y coautor más de cien trabajos “científicos” y lo entrecomillo porque ahora, a la distancia, confieso que la mayoría me avergüenza,
no porque sean de mala calidad en lo técnico, sino justamente por eso: por ser exclusivamente técnicos.

En esta segunda etapa de mi vida, que llamo “esencialmente social”, las cosas son distintas. Sin despreciar lo técnico incorporo todo lo aprendido en la reflexión como búsqueda del sentido, parafraseando a Victor Frankl. También lo aprendido de mis compañeros de la Sociedad Argentina de Medicina Antropológica, fundada por mi amigo y maestro, el Dr. Marcos Meeroff –quien desafortunadamente ya no está entre nosotros, al menos físicamente–, que impulsa una medicina que contempla al paciente en forma holística, como un ser humano sómato-psico-social. Fruto de esta etapa nace este libro donde reúno y amplío mis trabajos de los últimos años, dos de ellos en colaboración con mi exquisita amiga, la Lic. María Isabel del Valle.

Aquí me encuentro entonces, en el campo “La Catita”, en 9 de Julio (provincia de Buenos Aires), donde generosamente me han recibido mis entrañables amigos Ricardo y Laura, regalándome la paz y las estrellas para que, con una luminosa y nocturna tranquilidad, pueda escribir este libro.

Escribo con una birome de tres colores –mi última adquisición tecnológica–, con Adelita y Laura ayudándome en la computadora, y de esta manera les ofrezco las siguientes líneas en las que hay conceptos que, si bien se repiten, también se unen y son justificados por su solidez ideológica.

Una mención especial con mi más reconocido agradecimiento para mis amigos Daniel Flichtentrei, por su permanente y generoso apoyo, y para Carlos Rodríguez y Leopoldo Kulesz, que con su dedicación y profesionalismo posibilitaron la impresión y edición de este libro, amén de sus sabias sugerencias.

Mi intención fue que el texto llegara al lector con la frescura de las imperfecciones del lenguaje coloquial. Por esto, tal vez, me he negado a la inclusión de un prólogo: como opinaba Borges, un prólogo debe ser un “brindis” más que una crítica y prefiero que sea usted, lector, quien sin ningún condicionamiento, después de haber leído este libro, decida si quiere brindar o criticar. En caso de que se decida por lo primero, avíseme. Si a pesar de todo lo explicado aún tiene el valor de seguir leyendo, adelante, pero no diga que no le advertí.

Hasta luego, nos encontramos al final.  

 

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