Incremento en las capacidades intelectuales

Pescado en el embarazo y desarrollo neurológico del niño

Los ácidos grasos poliinsaturados del tipo DHA podrían ser los responsables del efecto positivo observado sobre las capacidades cognitivas infantiles.

Un estudio realizado por el Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental (CREAL) y el Instituto Municipal de Investigación Médica (IMIM-Hospital del Mar), sugiere que durante el embarazo, una dieta moderadamente rica en pescado (2 o 3 veces por semana) está asociada con un posterior incremento en las capacidades intelectuales de los niños.
 
Según Michelle Méndez, primera autora del artículo, los ácidos grasos poliinsaturados del tipo DHA (ácido docosahexaenoico), un tipo de ácido graso que pertenece al grupo de los omega-3, capaces de pasar la barrera placentaria, podrían ser los responsables de este efecto positivo sobre las capacidades cognitivas de los niños (inteligencia, expresión verbal, capacidad motora y memoria). Aunque se desconocen los mecanismos por los cuales esto sucede, los niveles de DHA parecen ser cruciales en el desarrollo temprano del cerebro del feto.
 
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores estudiaron una cohorte de 392 mujeres y sus hijos, procedentes de la isla de Menorca, una área geográfica donde habitualmente se consume pescado en la dieta habitual. Se les pidió que rellenaran un cuestionario sobre sus hábitos alimenticios durante el embarazo poco después del nacimiento. Cuando los niños cumplieron los 4 años de edad, psicólogos entrenados midieron el grado de desarrollo neurológico de los niños mediante la Escala de Habilidades Infantiles de McCarthy (MCSA), además de recoger datos sobre su dieta y su actividad física.
 
El consumo de pescado y marisco durante el embarazo ya había sido estudiado por el peligro de toxicidad neurológica que comporta para los niños, riesgo atribuible principalmente a las elevadas concentraciones de mercurio que pueden estar presentes en estos alimentos. No obstante, estudios anteriores ya habían aportado indicios de que algunas sustancias presentes en el pescado podrían ser beneficiosas para el incipiente crecimiento del cerebro del niño. Este es el primer trabajo que ha podido estudiar diferenciadamente los efectos del consumo de pescado y de marisco, y que se ha realizado en una población donde el elevado consumo de pescado y marisco no está asociado a factores socioeconómicos, como pasa en Estados Unidos o Reino Unido.
 
Se debe destacar que en este estudio no se ha encontrado ninguna asociación positiva entre el consumo de marisco y el desarrollo neurológico posterior, hecho que parece estar motivado por los bajos niveles de ácidos grasos poliinsaturados del tipo DHA en estos alimentos.
 
En resumen, los resultados, publicados en "Public Health Nutrition", sugieren que una ingesta moderada de pescado, pero no de marisco, durante el embarazo se asocia con una mejora del desarrollo intelectual de la descendencia. A partir de este trabajo los autores recomiendan extender el estudio a otras poblaciones con elevado consumo de pescado en su dieta para confirmar los resultados obtenidos.
 


Aceite de pescado en el embarazo contra el asma infantil

Un estudio danés muestra un menor riesgo de la enfermedad respiratoria en los hijos adolescentes de mujeres que tomaron el equivalente a 2,7 gramos de ácidos grasos omega-3 durante un corto período de la gestación.

Los hijos de mujeres que consumieron cápsulas de aceite de pescado al final del embarazo tienen menos probabilidades de desarrolllar asma a los 16 años, según muestra un nuevo estudio firmado por investigadores daneses.

En 1990, el equipo dirigido por Sjurdur F. Olsen, del Statens Serum Institut, en Copenhague, distribuyó aleatoriamente a 533 embarazadas en varios grupos para consumir el equivalente a 2,7 gramos de ácidos grasos omega-3 a través de cápsulas de aceite de pescado, cápsulas de aceite de oliva o placebo, todos los días durante 10 semanas durante la gestación. Las mujeres que tomaron las cápsulas de aceite de pescado tuvieron embarazos 4 días más largos y niños con 100 gramos más de peso que el resto de mujeres.

El equipo volvió a evaluar a 523 de esos niños cuando tenían 16 años para determinar si el aceite de pescado había modificado de alguna manera el riesgo de asma y enfermedades relacionadas. Para ello, los autores utilizaron información de un registro de todos los diagnósticos hospitalarios sobre ciudadanos daneses.

Diecinueve adolescentes, cuyas madres habían ingerido aceite de pescado u oliva, tenían asma a los 16 años, mientras que 10 tenían asma alérgica. Aquéllos cuyas madres habían consumido aceite de pescado eran 63% menos propensos a desarrollar asma y 87% menos de presentar asma alérgica que el resto de los participantes.

Las tasas de asma y asma alérgico en los hijos de las mujeres que no habían consumido ninguno de los aceites durante el embarazo eran similares a las tasas registradas entre los hijos de mujeres que habían ingerido aceite de pescado. Esto se debió a que las primeras habrían decidido consumir aceite de pescado por decisión propia, sugiere el equipo.

Existe evidencia de estudios en laboratorio de que los ácidos grasos omega-3 alteran elementos del sistema inmunitario que participan en el desarrollo de enfermedades inmunes, señala Olsen. Pero dada la pequeña cantidad de niños asmáticos en el estudio, el autor recomienda interpretar con cuidado los resultados y esperar que estudios más amplios los confirmen.

American Journal of Clinical Nutrition 2008;88:167-175