Los avances científicos que cambiarán la vida cotidiana. | 04 ENE 09

En la frontera del futuro: la vida dentro de 25 años

Clarín recorrió las universidades de Harvard y MIT, en Boston. Allí se concentra la mayor cantidad de premios Nobel del mundo.

Gustavo Sierra

Los médicos, los educadores, las amas de casa y hasta los carpinteros van a evolucionar en mentores, en maestros de unas máquinas que finalmente estarán entre nosotros para hacer las tareas básicas y las muy específicas. Un robot hará un banco de madera en pocos segundos y con la finura de un ebanista. Una máquina leerá nuestro aliento y nos diagnosticará, después de revisar nuestro ADN, porqué nos está doliendo el hígado. Las medicinas las tomaremos con un chip que irá rezumando la droga necesaria en el momento preciso para lograr sobre nuestro organismo el efecto exactamente deseado. Nos interconectaremos con nuestras computadoras de manera tal que pasaremos a ser parte misma de su memoria. Cuando salgamos a correr, nuestras zapatillas nos marcarán el ritmo justo para nuestro cuerpo: el chip adosado a la camiseta nos dirá si mañana nos conviene o no salir nuevamente a realizar ejercicios. Y tendremos tiempo para todo eso. Todas nuestras máquinas tendrán varias fuentes de energía alternativa. Y cada uno de nosotros generará alguna de esas energías en nuestras propias casas o edificios, que a su vez se conectarán a la red general bajando costos y limpiando el planeta. Quienes están pensando todo esto creen que el avance tecnológico, además, acortará sensiblemente la brecha entre ricos y pobres.

Este mundo será una realidad en 25 años, y es posible visitarlo hoy. Tomando la línea roja del subte de Boston, se pueden hacer las veinte o treinta cuadras que hay entre las estaciones Kendall y Harvard Square, y encontrarse con la mayor concentración de premios Nobel del mundo: algunos de los biólogos, filósofos, ingenieros, politólogos, antropólogos y médicos más renombrados del planeta. Allí, entre las universidades del MIT (Massachusetts Institute of Technology) y Harvard, se está pensando y trabajando en todos esos proyectos que nos van a modificar la vida dentro de un cuarto de siglo. Ahí se encuentra la frontera del futuro, y se puede vislumbrar con mayor claridad cómo cambiarán para siempre nuestras vidas en apenas unos años.

Cruzando la calle desde la librería del MIT, donde se exhibe la selección más fascinante de ensayos que se pueda encontrar, se puede entrar al edificio del Centro de Ingeniería Química. Su director es el profesor Robert Langer, más conocido por aquí como "el aún no premio Nobel". No importa, tiene todos los otros premios. Cerca de 70, incluido el último el Príncipe de Asturias en Ciencia y Técnica. Publicó 37 libros y tiene 400 patentes de invenciones y otras 200 en estado de aprobación. A los 43 años, Langer fue el científico más joven en ingresar a las tres grandes academias científicas de Estados Unidos. Hoy, a los 60, se presenta con una energía fenomenal y su celular Blackberry en la mano, que revisa constantemente en busca de nuevos mensajes.
"Estamos trabajando en tres direcciones. La primera es la de crear nuevos tejidos y órganos. Nuestro objetivo es algún día poder fabricar nuevos páncreas, hígados o médulas para personas que están paralizadas. Y la forma en que tratamos de hacerlo es combinando células y plástico. La idea es que si podemos crear los plásticos correctos podamos combinarlos con células -que podrían ser células madre o las propias células del paciente-, y proveer las señales o los signos para decirles a esas células cómo fabricar tejido. Y ese nuevo tejido podría ser literalmente de cualquier cosa. Ya hemos hecho experimentos exitosos en animales, y algunos se probaron en humanos. Otra área es la que llamamos sistemas de liberación de fármacos. El primer paso es la creación de pequeños microchips que ponemos en el cuerpo para que "sientan" qué está pasando y liberen drogas en respuesta a esas señales. La siguiente idea en la que estamos trabajando es intentar liberar ADN para ver si podemos activar o desactivar genes que podrían ser útiles para evitar o combatir enfermedades. O si hay maneras de analizar la "cadena de silencio" en la que estos genes actúan.

-Esto quiere decir que está cerca del hombre biónico.

-No se si del hombre biónico, pero ciertamente un hombre más sano. Si una persona padece enfermedades que lo debilitan, podamos ayudarla.

-¿Podrá reemplazar el órgano afectado como la pieza de un lavarropas?

-Somos más complejos que un lavarropas, pero es cierto que en unos 20 o 25 años podremos reemplazar órganos sin mayores problemas.

En el laboratorio de Langer trabajan 125 investigadores. Y tienen más de 4.000 aspirantes para ocupar las 10 plazas que se renuevan anualmente. Trabajar con él trae un prestigio instantáneo. Cuando el maestro deja por unos segundos el Blackberry y avanza entre pipetas, congeladores y microscopios, nos encontramos con jóvenes científicos alemanes, italianos, brasileños y muchos, muchos asiáticos. Langer comenzó su carrera de la misma manera que sus pupilos, pero le aportó un plus de cierta audacia. En 1974 se graduó como ingeniero químico aquí mismo, en el MIT. Tenía más de 20 ofertas de trabajo en la industria petrolera, pero hizo algo muy extraño para esa época: se fue a completar un doctorado con el profesor Judah Folkman del Hospital de Niños de Boston, que era uno de los pioneros en estudios del cáncer. Terminó convirtiéndose en el referente de la ingeniería biomédica. Comenzó a trabajar con polímeros y desarrolló varias técnicas para dirigir las drogas que se usan en quimioterapia directamente hasta la zona afectada por el cáncer. Folkman, su mentor, lo caracterizó como "un mago a la carta, siempre sabe que conejo sacar de la galera".

-Soy optimista en cuanto al futuro. Si analizamos los descubrimientos científicos en los últimos 30 o 40 años, han sido fantásticos. Hace cien años no había aparatos de TV, no había aviones, no había autos. Ciertamente no había naves espaciales. Ahora, usted ve la tecnología informática al alcance de todos; la gente vive dos veces más en promedio que hace años, al menos en esta parte del mundo. Yo creo que a la Humanidad le ha ido increíblemente bien y relativamente en un lapso breve de su historia.

-¿La crisis financiera que estamos viviendo puede detener la investigación?

-No es la primera vez que el sistema financiero tiene problemas. Y estoy seguro de que no será la última. Pero la ciencia continúa su camino en forma independiente. Avanzó antes y seguirá avanzando. Puede ser más difícil si no se consigue financiación en algunos casos -siempre es un tema-, pero supongo que los políticos y economistas harán lo que tienen que hacer y los científicos haremos lo nuestro.

Robert Langer es especialmente optimista sobre la nueva etapa política que se abre en su país. Conoció al presidente electo Barack Obama hace tres años, cuando la Northwestern University les entregó a los dos el doctorado honoris causa. "Desde entonces hemos estado conectados casi permanentemente por correo electrónico", cuenta. En su libro "La Audacia de la esperanza", Obama le dedica varias páginas a Langer, y habla de las profundas charlas que mantienen "para enderezar el rumbo de la investigación científica y académica en Estados Unidos".

 

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