Los hijos, los padres y los límites | 02 ENE 09

Padres, no amigos

Colegas o 'hiperpadres', muchos progenitores viven el desconcierto de ver crecer a sus hijos huérfanos de modelo y de límites.

El niño de seis años se encarama en el carro del supermercado mientras sus padres lo empujan y sortean estanterías. Es él quien dirige la compra y elige los productos que acaban en el carro. ¿Croquetas, pizzas, zumos? Para él es un juego, pero la decisión de compra está en sus manos. "Se le da un papel de adulto. Algo que se repite en otras situaciones diarias. No hay un modelo de autoridad saludable", señala Ana Sáenz, psicóloga vinculada al centro Marie Langer, especializado en ofrecer propuestas sobre malestares cotidianos. Sáenz reside en Bilbao, está integrada en la red de psicología Procesos Correctores Comunitarios (Procc) y colabora con colegios e instituciones. "Para crecer los niños necesitan sentirse seguros y autónomos, pero muchos padres desconocen las necesidades vitales de cada periodo. Se les exige mucho en ciertos aspectos y se les sobreprotege en otros", asegura.

No están ausentes, pero en ocasiones desertan. Muchos padres y madres, además de guardar en la cartera las fotos de sus hijos, tienen la sensación de llevarlos a cuestas. Suelen ser padres condescendientes, colegas en lenguaje coloquial, o hiperpadres. ¿Pero son padres y madres? No, son amigos, o animadores sociales y, si son perfeccionistas y tienen tiempo, profesores domésticos, pero no siempre ponen límites a los afanes consumistas y expansionistas de sus hijos. A no ser que su bolsillo flaquee, les violenta menos comprar un juguete o la maldita chuchería que repetir cada tres minutos en un tono sereno que no pueden tener todo lo que ven. Muchos tienen criterio, lo que no saben es decir que no sin enfadarse; otros pasan en pocas horas de ser padres modélicos a sentirse víctimas. "Prefiero no enterarme de algunas cosas para no estar todo el día de gresca", afirma el padre de una adolescente. "Paso del grito a la autocompasión y hasta empiezo a hablar sola por el pasillo", admite la madre de un chico preadolescente y otro al final de la ESO.

El modelo de padre y madre ha experimentado varios cambios en los últimos años, pero algunos han perdido el guión en medio del viraje. En algunas familias el padre o la madre son figuras desvaídas, fotocopias que podrían imantarse en la nevera junto a los recados urgentes. "Juan, mañana tienes examen de Cono... Estudia, no me seas vago". "Oye Vanessa, reina, si llevas una hora con la PSP, ahora no te pongas a bailar con la Wii, ¿eh?". Su papel es insustituible, pero a veces les resulta ingrato, grande, aplastante. Les cuesta ejercer y mantener cierta insobornable autoridad. Pero si ellos dejan de ser padres, sus hijos se quedan huérfanos y sin referentes, advierte Emilio Calatayud, magistrado del Juzgado número 1 de Granada.

En el otro extremo, o mezclado con ese modelo amable, se encuentran los hiperpadres, arquitectos mentales de completos currículos de futuro para sus vástagos. Pintura, música, baloncesto. ¿Qué más? Algunos parecen estar examinándose cuando juegan con sus hijos. ¿Lo están haciendo bien? Todo les parece poco. ¿Todo por sus hijos, pero sin sus hijos? "¿Qué clase de niños quieren?", pregunta Sáenz. "El modelo que se les propone es el de la sociedad de consumo, aquello que funciona. Por ejemplo, se niega la pubertad, etapa en la que salen afuera y se despiden de su infancia. Se busca que pase cuanto antes y se adelanta la adolescencia por influencia de la televisión. Se les roba así parte de su niñez y se les empuja a adoptar un prematuro rol juvenil". En definitiva, dan bandazos e incluso adoptan ellos el papel de niños, haciendo como que lloran o imitando sus rabietas, apunta Sáenz. "¿Qué autoridad muestra un adulto que actúa así? Algunos niños pueden pensar: ''¿Y éste es el que me cuida?".

Carmen Loureiro, psicóloga de Nexo y colaboradora del Centro Abierto Tomillo, en Madrid, piensa que "el denominador común entre los padres es la culpabilidad". Gracias a esa culpabilidad proliferan las escuelas para padres en colegios o gabinetes psicológicos. El vacío es tal que José Antonio Marina acaba de crear una universidad para padres virtual.

Nunca hubo padres tan informados, pero algunos siguen cursillos y hasta exploran en Internet foros educativos. En especial cuando sus hijos llegan a la ESO. "Mereció la pena mientras fue pequeño. La fiesta acabó con la adolescencia", afirma una madre. La clave la da Alicia Fernández-Zúñiga, psicóloga y directora del Instituto de Lenguaje y Desarrollo (ILD), en Madrid: "Lo que no hagas cumplir antes de la adolescencia será imposible exigirlo después".

"Yo soy padre de mis hijos, no su colega", dice el juez Calatayud. "Por temor a ser autoritarios nos da miedo decir no", continúa. Emilio Calatayud reconoce que es más fácil ser juez que padre. "Hay que poner límites a los hijos desde el primer minuto de vida. Luego cuesta más", avisa. A veces los padres se descuidan y el chaval díscolo acaba en el juzgado. "Hay un empeño en judicializar todo, pero por suerte el 80% de los jóvenes que cometen delitos no son delincuentes", explica. Se refiere a chicos que han cogido una moto ajena, han cometido un pequeño robo o han participado en una pelea. Suele imponerles castigos en beneficio de la comunidad, sea el cuidado de discapacitados o la limpieza de espacios públicos. Quiere que sean conscientes de sus actos y que entiendan que hay que ser solidarios y no depredadores. Se convierten así en voluntarios forzosos durante un tiempo. En algunos casos, la sanción incluye sacarse el graduado escolar o terminar la enseñanza obligatoria. La mayoría no reincide. Un 20% entra en una espiral peligrosa.

"Claro que hay que poner límites claros y sencillos. Muchos niños no calculan bien las consecuencias de sus actos, no tienen perspectivas. No podemos renunciar a señalar límites en situaciones cotidianas", opina Carlos Espinosa, docente e inspector de Educación en Málaga. "Estoy a favor de las sanciones integradoras y no de los castigos desintegradores", prosigue. "Echarle de clase si molesta sólo sirve para que el chaval pierda el tiempo, pero encargarle que recoja las pelotas del patio, o de todas las pilas del colegio para llevarlas a reciclar, sí es útil", agrega. Espinosa es coautor del libro Los niños y jóvenes del tercer milenio, y sostiene que los alumnos son cada vez más espabilados y curiosos, aunque no conecten con el saber formal o no siempre sean buenos estudiantes.

 

Comentarios

Para ver los comentarios de sus colegas o para expresar su opinión debe ingresar con su cuenta de IntraMed.

AAIP RNBD
Términos y condiciones de uso | Política de privacidad | Todos los derechos reservados | Copyright 1997-2024