Mejores soluciones | 26 DIC 08

Lentes intraoculares desplazan al láser

Grandes miopes y deportistas «excluidos» del láser, candidatos idóneos a implantarse lentes.

El láser ha dejado de ser la panacea para los problemas de visión. Las lentes intraoculares ofrecen mejores soluciones a los pacientes que, por diversos motivos, no eran candidatos a intervenirse de esa forma. No obstante, es necesario insistir en que cualquiera de las opciones ha de sopesarse cuidadosamente.
 
ALEJANDRA RODRÍGUEZ Ilustración: Luis Parejo

Si es usted uno de tantos pacientes que creía que tendría que seguir encadenado a sus gafas o a sus lentes de contacto porque el láser está contraindicado en su caso, no pierda la esperanza. La implantación de lentes intraoculares refractivas ofrece la posibilidad de corregir miopías, astigmatismos e hipermetropías que el láser no puede tratar; todo ello con una recuperación más precoz, unos efectos secundarios prácticamente inexistentes y una mayor agudeza visual después de la intervención, así como la posibilidad de llevar a cabo correcciones si el resultado no es exactamente el deseado.

Eso sí, tampoco piense que estos dispositivos son una suerte de Santo Grial para los miopes. También hay contraindicaciones para esta técnica que, además, no deja de ser un acto quirúrgico con los mismos riesgos potenciales que cualquier otra intervención. No obstante, desde que se empezaron a colocar, hace ahora 10 años, los resultados han sido muy satisfactorios, tanto para los pacientes como para los profesionales. Se trata de una cirugía muy agradecida porque los efectos se aprecian inmediatamente. «Para mi fue increíble despertarme a la mañana siguiente viendo bien», confirma una usuaria de estas lentes.

Cuando hace 20 años surgieron las diferentes técnicas para eliminar los defectos de refracción (miopía, hipermetropía y astigmatismo) mediante láser, se desató una especie de locura, favorecida tanto por el entusiasmo de los pacientes como por las técnicas promocionales de los centros que las llevaban a cabo. Así, la sensación que caló en la opinión pública es que cualquiera podía olvidarse para siempre de sus gafas y lentillas en apenas cinco minutos.

El tiempo y la práctica clínica han demostrado que no es así y que aunque la tecnología láser ha evolucionado considerablemente a lo largo de dos décadas, este tipo de intervención sigue presentando una serie de inconvenientes que no la hacen apta para todos los ojos.

De hecho, no son pocos los pacientes que acuden al especialista con la esperanza de corregir su graduación y quedan decepcionados ya que, por diversos motivos (tener demasiadas dioptrías, una córnea muy plana o alteraciones en la topografía de la misma, por ejemplo), tienen que renunciar al procedimiento.

Tampoco es despreciable el número de usuarios que, una vez sometidos a esta intervención, no queda satisfecho porque no pueden conducir de noche debido a los halos y al deslumbramiento, tienen el ojo demasiado seco o una sensación permanente de cuerpo extraño en el interior del mismo.

Una nueva opción

Sin embargo, en la XXVI edición del Congreso de la Sociedad Europea de Cirujanos de Cataratas y Refractivos (ESCRS, sus siglas en inglés), celebrada en Berlín el pasado mes de septiembre, se presentaron los resultados que avalan 10 años de trayectoria de una alternativa menos conocida que el láser, pero mucho más atractiva para un amplio número de pacientes: las lentes intraoculares refractivas.

«Casi todo el mundo asocia la implantación de estos dispositivos con la cirugía de las cataratas, en la que sustituimos el cristalino natural por una lente sintética con el fin de recobrar su transparencia. Cuando se corrigen defectos de refracción se coloca la lente; no se quita nada; tampoco se altera la estructura del ojo como se hace con el láser, que talla la córnea», aclara Jaime Aramberri, cirujano oftalmológico de las clínicas Ókular (Vitoria) y Begitek (San Sebastián) y miembro del Grupo Español para el Estudio de las ICL (siglas en inglés que designan a estas lentes intraoculares).

La experiencia acumulada por estos especialistas después de implantar más de 24.500 de estas lentes en España (en todo el mundo se han colocado unas 130.000) está permitiendo sacarle todo el jugo a las múltiples posibilidades que ofrece esta cirugía. Quizá la ventaja más llamativa es que se convierte en una alternativa casi obligada para los pacientes con graduaciones altas.

«Por encima de seis o siete dioptrías de miopía y de cuatro o cinco de hipermetropía el láser está contraindicado porque hay pocos ojos que aguanten semejante impacto quirúrgico sin desarrollar distorsiones visuales importantes», argumenta Fernando Castanera, especialista del centro oftalmológico Tacir, ubicado en la Clínica Teknon (Barcelona).

Así, y aunque las recomendaciones oficiales establecen que el punto de corte para llevar a cabo una intervención con láser se sitúa en las ocho dioptrías de miopía, la mayoría de los especialistas en lentes intraoculares prefiere bajar un poco esta cifra.

«Creemos que seis o siete [algo menos cuando se trata de hipermetropía o astigmatismo] es el umbral idóneo», apostilla el doctor Aramberri. «Además, hay que tener en cuenta que no se trata sólo de quitar dioptrías, hay que hacer que la agudeza visual no se resienta y que no se presenten efectos secundarios indeseados, como irritaciones, molestias, incapacidad para conducir o realizar determinados deportes o actividades. Todos queremos ver bien, pero hay ciertos riesgos que no se pueden asumir», continúa este experto.

Por eso, las lentes intraoculares son una opción muy atractiva para todas las personas que, independientemente de que tengan una graduación elevada, sean aficionados a los deportes de contacto, practiquen actividades o profesiones de cierto riesgo o que exijan conducir de noche.

Con la tecnología láser, la córnea, literalmente, se rebana hasta que adquiere la forma idónea. Ésto hace que después de la intervención quede una membrana mucho más frágil y susceptible de dañarse ante cualquier golpe o movimiento brusco. Por estos motivos, muchos deportistas o profesionales (conductores, policías, bomberos...) tienen que descartar el láser. Para ellos, las lentes intraoculares suponen una ventaja doble, ya que les ahorran la incomodidad de llevar gafas o lentillas en su actividad cotidiana y les procuran un ojo que ve incluso mejor que antes de la intervención (suele ganarse en torno a un 20% de agudeza visual) y que no ha quedado debilitado.

Y es precisamente de su falta de efectos negativos de lo que se derivan la mayoría de las ventajas de estos dispositivos frente al famoso láser. Las complicaciones que pueden surgir si se lleva a cabo este último procedimiento no son frecuentes, pero cuando se dan, son más difíciles de resolver.

«Si se ha tratado una graduación alta lo más probable es que la córnea haya quedado demasiado fina y no se puedan hacer retoques; eso por no hablar de los halos nocturnos, el deslumbramiento o la sequedad ocular que puede surgir y empeorar notablemente la calidad de la visión», explica Aramberri.

A pesar de tratarse de un dispositivo externo, las lentes intraoculares no causan molestias ni rechazo. «Las primeras que salieron eran demasiado duras, de manera que había que practicar una incisión mayor para introducirlas, además de que el roce con el cristalino podía acelerar la aparición de cataratas», recuerda Castanera.

Sin embargo, las mejoras introducidas en su fabricación han dado como resultado una lente extraordinariamente fina de apenas 50 micras de espesor y flexible (se introduce plegada) constituida por colágeno idéntico al humano, salvo pequeñas modificaciones para que no se reabsorba.

 

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