Articulación témporo-mandibular | 26 DIC 08

Un estilo de vida frenético hace estragos en la mandíbula

Un tercio de la población sufre alguna molestia en la articulación de la boca. El problema afecta sobre todo a las mujeres que tienen mayores niveles de estrés.

MARÍA SÁNCHEZ-MONGE
 
Tengo mil cosas que hacer y no me va a dar tiempo. Veamos qué es más urgente. Creo que debería avisar de que llegaré tarde a la reunión. Este informe tiene que estar listo mañana y ni siquiera he tenido tiempo de empezarlo...». ¿Le suena familiar esta retahíla de angustias? ¿Sabe si en esos momentos de tensión suele apretar los dientes? Si es así, usted podría desarrollar problemas en la articulación de la mandíbula (denominada temporomandibular), una alteración poco frecuente hace unos años pero que ahora se ve cada vez más en las consultas médicas. La fuerza que se hace con ese gesto, así como cuando se rechina la dentadura, ejerce presión sobre los músculos y otras estructuras alrededor de la mandíbula.

Pero no se alarme, en la mayoría de los casos los síntomas son leves y apenas interfieren en la calidad de vida. Sin embargo, en ocasiones evoluciona hasta convertirse en un auténtico calvario. Evitar el estrés es el mejor método de prevención.

El ritmo de vida frenético de las sociedades desarrolladas está muy relacionado con el aumento de estos trastornos. «Hasta un 30% de la población tiene algún signo o síntoma de dolor articular», señala José Luis Gil-Díez, médico adjunto del servicio de Cirugía Oral y Maxilofacial del Hospital de La Princesa de Madrid.

Entre ese tercio de ciudadanos afectados hay una amplia gama de situaciones, desde el individuo que escucha un sonido (una especie de clic) cada vez que mueve la articulación temporomandibular (ATM), ya que esta se encuentra muy cerca del oído; hasta quien sufre un dolor intenso y tiene dificultades para abrir la boca o masticar. Otras posibles manifestaciones son la cefalea, el vértigo, los mareos...

Cuando una persona acude al médico con molestias que pueden estar relacionadas con la ATM, el primer paso es descartar que se trate de malformaciones congénitas o de alguna patología. La articulación que conecta el cráneo con la mandíbula inferior puede estar afectada, según señalan los autores de una revisión que publica esta semana The New England Journal of Medicine, «por enfermedades inflamatorias, traumáticas, infecciosas, congénitas, del desarrollo y neoplásicas [cánceres], tal y como se observa en otras articulaciones». Sin embargo, lo más común es que se trate de «un conjunto de trastornos funcionales con dolor asociado que se dan de forma predominante en las mujeres», añaden los expertos del Hospital General de Massachusetts (Boston, Estados Unidos).

Ese grupo de alteraciones suele denominarse, de forma genérica, síndrome o disfunción de la ATM. Al fin y al cabo, consiste en un incorrecto funcionamiento de la articulación, frecuentemente ocasionado por una mala posición del disco articular. Éste actúa a modo de almohadilla para amortiguar el rozamiento de los huesos y distribuir la carga que tiene que soportar la ATM. «No es el menisco de la rodilla, pero también trabaja muchísimo», apunta Gil-Díez. «La movemos hablando, masticando, cuando tragamos saliva...».

Aumento

Los especialistas que tratan este trastorno contemplan su crecimiento como un exponente de los tiempos que corren. Alberto Berguer, jefe del Servicio de Cirugía Maxilofacial del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, cree que la gran competitividad que se palpa en la sociedad actual favorece su expansión. Asimismo, señala que hay «una prevalencia enorme entre las mujeres», que achaca a la tensión derivada de su incorporación al mercado laboral y las barreras que aún dificultan la equiparación entre los dos sexos. Por otro lado, cree que las féminas son «más maduras y reflexivas», lo que les ocasiona un mayor número de situaciones estresantes que acaban pasando factura en la mandíbula.

El doctor Gil-Díez confirma que, al menos en el hospital en el que ejerce su actividad, los trastornos de la ATM se dan en un 90% de los casos en mujeres. Pero diverge en la explicación: «Esto tiene algo que ver con características de las articulaciones, que son distintas a las de los hombres». La causa exacta se desconoce, pero la mayor flexibilidad de las chicas, que tiene su máximo exponente en las gimnastas, basta para poner sobre la pista de la influencia biológica.

 

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