Un nuevo perfil de intelectual | 03 DIC 08

¿Qué es la tercera cultura?

¿Habrá llegado la hora en que los científicos participen de los debates sociales? El polémico pensamiento de John Brockman.

Tercera Cultura

La ciencia y el pensamiento crítico acostumbran a estar ausentes de los debates sociales y políticos actuales (en los ámbitos de habla hispana). Prescindir de las aportaciones e interrogantes científicos es una merma incuestionable si se pretenden comprender en toda su profundidad los problemas que nos conciernen. Sin la ciencia, opiniones sobre la violencia o la educación, por ejemplo, se sostienen en ideologías, modas y prejuicios. Es necesario que en estos debates haya un punto de apoyo, que es el que
ofrece la ciencia.

Cuestiones de tanta actualidad como la violencia o las adicciones son preocupaciones que forman parte del debate social y respecto a ellas la ciencia no siempre dará una solución inequívoca. Sin embargo, sus contribuciones permitirán clarificar y aproximarse a lo real, mientras que de lo contrario los problemas se analizan desde opiniones preconcebidas e incluso sectarias.

Las dos culturas es el título de una conferencia que C.P. Snow imparte en Cambridge en 1959. Allí se plantea con claridad el problema de la excesiva separación entre las humanidades tradicionales y las ciencias naturales, insinuando la posibilidad de una “tercera cultura” que venga a rellenar el vacío resultante y a tender puentes entre ambas. El problema de las “dos culturas” es también el de dos mundos diferentes. Uno que ha podido resolver los problemas más acuciantes de la supervivencia, gracias sobre todo al desarrollo de la ciencia y la tecnología, y otro que permanece en buena parte al margen de la industrialización y de la revolución de las comunicaciones. 

La tercera cultura, partiendo de la sugerencia inicial de Snow, es también un libro de John Brockman (1995) que discute la nueva y provocativa influencia pública que están consiguiendo varios pensadores y científicos contemporáneos (Paul Davies, Richard Dawkins, Nils Elredge, Daniel Dennett). Éstos temas han continuado desarrollándose desde entonces en la página de la Fundación Edge.

Tercera Cultura

John Brockman es un editor científico cuya carrera ha comenzado en el arte vanguardista de los 60 en Nueva York. Hoy es el editor del sitio Edge, una web que ha cobrado un prestigio muy alto al promover debates de vanguardia entre científicos y pensadores del mundo empírico.

John Brockman - La tercera cultura

La tercera cultura la forman científicos y otros pensadores empíricos que, a través de su trabajo y su expresión escrita, están tomando el lugar de los intelectuales tradicionales en la tarea de sacar a la luz los significados profundos de nuestras vidas, redefiniendo quiénes y qué somos.

Durante los últimos años, el terreno de juego de la vida intelectual Americana se ha desplazado, y el intelectual tradicional se ha visto relegado cada vez más al margen. Una educación de los años 50 basada en Freud, Marx y el modernismo no es una cualificación suficiente para un pensador de los 90. Sin duda, los intelectuales Americanos tradicionales son, en cierto sentido, cada vez más reaccionarios, y a menudo se sienten orgullosamente (y obstinadamente) ignorantes de muchos de los logros intelectuales auténticamente significativos de nuestro tiempo. Su cultura, que desestima la ciencia, es frecuentemente no empírica. Usa su propia jerga y lava la ropa sucia en casa. Se caracteriza principalmente por el comentario de comentarios, en una espiral inflada que alcanza finalmente un punto en el que el mundo real se pierde.

En 1959 C. P. Snow publicó un libro titulado Las Dos Culturas. De un lado estaban los intelectuales literarios; de otro, los científicos. Observó con incredulidad que durante la década de los 30,  mientras nadie miraba, dieron en llamarse a sí mismos “los intelectuales”, como si no hubiera otros. Esta nueva definición como “hombre de letras” excluyó a científicos como el astrónomo Edwin Hubble, el matemático John von Neumann, el cibernético Norbert Wiener, y a los físicos Albert Einstein, Niels Bohr y Werner Heisenberg.

¿Cómo pudieron los intelectuales literarios llevar a cabo esto? En primer lugar, la gente de ciencias no planteó eficazmente las implicaciones de su trabajo. En segundo, mientras que algunos científicos eminentes, como Arthur Eddington y James Jeans, tembién escribieron libros dirigidos a una audiencia general, sus trabajos fueron ignorados por los auto-proclamados intelectuales, y el valor e importancia de las ideas mostradas en ellos permaneció invisible como actividad intelectual, porque la ciencia no era tema para la prensa y revistas imperantes.

 

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