El fin de semana pasado, tuve el gusto de integrar un panel en el que analizamos algunos aspectos relacionados con la influencia de la televisión chatarra sobre niños y adolescentes. Pude participar en la mesa junto con la Psic. Claudia Reyes y el Lic. Esteban Larrosa.
Durante las diferentes intervenciones se citó sobre la influencia nociva que ejerce la pantalla chica sobre los menores. Lo que más me impactó de las exposiciones de mis colegas en la mesa, fue una cita que la psiquiatra infantil Natalia Trenchi había proncunciado en un periódico, citando lo que la Asociación Americana de Pediatría recomienda: "no mirar TV ni un segundo antes de los tres años de edad".
Por ser sumamente relevante esta afirmación, es que nos animamos a pasar a nuestros lectores el artículo completo que citaba el periodico "La Diaria" en relación a este tema. Sin duda una alerta para tener en cuenta a la hora de decidir qué hacer con el aparato electrónico.
La Diaria, 19 de diciembre de 2006 - Cristina Casaubou
Los niños menores de tres años no deberían mirar televisión jamás, puesto que hacerlo daña sus cerebros. A esa edad, la exposición a los medios, por escasa que sea, hace que la función atencional “se calibre mal”, provocando a futuro dificultades para establecer relaciones sociales y de aprendizaje. Luego, a lo largo de la infancia, si la pantalla aporta algún beneficio, el precio que hay que pagar por él es demasiado alto. No importa que lo único que vea sea el Discovery Kids”, sostuvo la psiquiatra infantil Natalia Trenchi. “La televisión le hace mal y daña su cerebro”, agregó.
Es que el fenómeno “pantalla” es muy atractivo para los niños porque posee diversidad de colores, movimientos y sonidos. Además es desconocido y, a la vez, amigable pues está en casa, en un ámbito familiar y de gran seguridad. Todo eso lo vuelve atrapante, a lo que se suma una oferta por demás variada y divertida. Entonces el niño, “a falta de otras opciones, queda muy enganchado”, explicó la especialista. Pero este hábito se volvió muy persistente.
Según el estudio El chupete electrónico, de la investigadora social Teresa Herrera, los niños uruguayos pasan a diario unas tres horas y media frente al televisor. Tiempos similares se registran en toda América Latina y Norteamérica, dijo Herrera a la diaria.
Frente a tal realidad, Trenchi recordó que la Academia de Pediatría de Estados Unidos recomienda que antes de los tres años no se debería tomar contacto con la pantalla “ni un segundo” y que, a partir de esa edad, sólo se podría mirar televisión durante media hora al día.
Nefasto
La exposición a ese medio de comunicación es de “alto riesgo”, afirmó la psiquiatra, que basó su afirmación en tres motivos diferentes.
Así, en primer lugar habló de los contenidos ofrecidos y dijo que en los medios hay una preocupación por captar a los “más chiquitos” desde los primeros años de vida. De esa forma, se preocupan por ofrecer productos que parezcan “buenos para ellos” por dos razones: para no incorporar modelos a “seres tan vulnerables”, y porque saben que los padres no dejarían consumir “determinadas cosas” a esas edades, aunque años más tarde lo permitan. Con esto se refirió a dibujos animados violentos, por ejemplo.
En segundo término mencionó la naturaleza del fenómeno mediático y aseguró que “esos productos que parecen de buena calidad, que podrían enseñar algo, traen un gran peligro”. Y de inmediato explicó que en los primeros años de vida “se estructura una parte muy importante del cerebro: las funciones cerebrales”. Señaló que los bebés están “dominados por los estímulos” y no mantienen la atención demasiado rato, algo que es “normal”. A medida que crece y su cerebro va madurando, el pequeño mantendrá la atención por más tiempo, lo que más tarde le permitirá relacionarse adecuadamente y aprender.
Llegado a ese punto, Trenchi cuestionó: ¿qué pasa cuando el niño es sometido a horas y horas de televisión?
Y respondió que “la función de atención se calibra mal” y que esto sucede por atender estímulos muy intensos, presentados muy rápidamente. Agregó después que, ante situaciones con menor intensidad y velocidad, la atención “va en busca de eso otro a lo que el niño está acostumbrado” y “empieza a tener dificultades atencionales” que son una “interferencia importante para la vida de relación y el rendimiento futuro”.
Concluyó este aspecto afirmando que, a pesar de que lo que el pequeño mire “sea de calidad”, es “muy nefasto” para el desarrollo de las funciones cerebrales que los menores de tres años estén sometidos al “fenómeno mediático”.
Mal negocio
Luego la psiquiatra habló del último motivo que torna riesgosa la exposición a la televisión: “Todo lo que el niño no hace mientras está sentado frente a la pantalla”.
Sostuvo así que en esos momentos es un “sujeto pasivo” que no hace “lo que debería en los primeros años de vida”, es decir, explorar el mundo con sus sentidos. Algo “insustituible”, afirmó, ya que “no hay documental maravilloso que sea capaz de reemplazar meter las manos en la arena y mezclarla con agua”. Además, mencionó, el chico se perderá también de “incorporar habilidades y relaciones sociales que sólo el contacto humano es capaz de lograr”.
Siguiendo con los efectos nocivos de la pantalla, sostuvo que “muchos papás descubrimos el trabajo agotador que es cuidar un niño cuando lo tenemos” y eso hace caer en “la tentación” de una “niñera barata que está al alcance de la mano”. Entonces señaló que, “así como miramos la fecha de vencimiento de un yogur para evitar que le haga mal, descuidamos cosas que le hacen mucho peor” como la exposición a la televisión.
Sostuvo la psiquiatra que los medios bien empleados pueden ser “excelentes” y citó el caso de sectores desfavorecidos de la sociedad que mediante la televisión “acceden a información que de otra forma no tendrían”. El problema es que no se usan bien.
En este punto, Herrera coincidió con Trenchi y manifestó que en los últimos tiempos Internet, con su democratización, cumple una función similar a la de la televisión.
Analfabeto social
Por otra parte, Trenchi remarcó que mirar televisión no aporta elementos positivos antes de los tres primeros años y luego, si los hubiere, “el precio es tan alto que no es buen negocio” porque lo aprendido en la pantalla hubiese sido “mejor enseñado por una persona”, ya que los niños “requieren seres humanos” para aprender a relacionarse, para desarrollar estrategias, para tolerar o administrar un desaire, para aceptar un “no”, para pedir disculpas. Eso que “sólo se aprende viviendo, en la experiencia cotidiana, y si no la tuvo será un “analfabeto social”, explicó.
Aseguró que “presenciamos generaciones de niños que no logran quedarse quietos en clase” ni “escuchar un relato” porque hacerlo “requiere evocar imágenes y tener un entrenamiento”. Además, para la especialista la exposición a la televisión genera una cultura de inmediatez que impide “esperar algo que dure más que un suspiro”. Eso se ve, por ejemplo, cuando los adolescentes se niegan a estudiar carreras de varios años.
A continuación afirmó que hay padres que piensan que un contacto temprano con la tecnología -en general- abrirá puertas en el futuro y, si bien reconoció que en la actualidad quien no la maneja es un burro, ésta no puede ser parte central de la vida del niño ni insumir más horas que las que pasa en la escuela.